Sus pies mostraban signos de haber sido atados con alambre y las manos aparecieron como si hubieran sido maniatadas con un fragmento de tela. Esa es la información que se desprende del informe elaborado por el equipo de antropólogos forenses dirigido por José López Mazz. A partir de este trabajo, la presidencia de Uruguay confirmó ayer que los restos óseos hallados el 21 de octubre en el Batallón 14, ubicado en el departamento de Canelones, se corresponden en un 99,9 por ciento con el maestro y periodista Julio Castro, desaparecido en agosto de 1977, durante un operativo del Servicio de Información de Defensa (SID).

El Batallón 14 fue uno de los primeros sitios donde los antropólogos comenzaron a excavar para ubicar los restos de detenidos-desaparecidos durante la última dictadura militar uruguaya. En agosto de 2005 se había anunciado la posibilidad de que allí se encontraran los restos de María Claudia García Irureta Goyena de Gelman, nuera del poeta argentino Juan Gelman. Sin embargo, la búsqueda de su cuerpo todavía no arrojó resultados positivos.

El estudio osteológico practicado por el Grupo de Investigación en Antropología Forense (GIAF) contribuyó a determinar que el cuerpo de Castro había sido sujetado y había sufrido apremios, durante su secuestro, por parte de sus captores. Eso se evidencia en una serie de traumatismos y fracturas que presentó el esqueleto al momento de su descubrimiento. El informe que trascendió ayer señaló además que los restos presentaban destrucción craneana.

“Teníamos un conjunto de datos relativos a otros enterramientos clandestinos realizados en ese lugar; el hallazgo de los restos de Castro se produce como consecuencia de la ampliación de la zona de búsqueda, en un área que había sido señalada por testigos”, cuenta a Página/12 el antropólogo Octavio Nadal, desde Montevideo. Como en otros casos, la declaración de testigos y ex detenidos cobra fuerza en la voz del miembro del GIAF, aporte que contribuye notablemente al trabajo de restitución de identidades. El especialista describe el sitio donde finalmente se encontró el cuerpo del maestro desaparecido como un lugar de vegetación muy cerrada, agreste, relativamente apartado y de muy poca accesibilidad. “Permitir que la vegetación creciera contribuyó al ocultamiento del lugar que hicieron los militares”, señala Nadal. Los restos del joven maestro fueron descubiertos en una fosa enterrada a 1,40 metro de profundidad. Su esqueleto, que fue encontrado completo, estaba tapado por capas de cal viva, otro de los métodos que emplearon las dictaduras latinoamericanas para esconder las atrocidades cometidas durante el Plan Cóndor. En el momento de la excavación, el cuerpo –que conservaba la ropa que Castro llevaba puesta– estaba dispuesto en posición cúbito dorsal. “Había evidencias de que la caja craneana tenía indicios de haber sufrido violencia –asegura Nadal–. Y estamos en condiciones de decir que el esqueleto sufrió violencia por la ubicación de las manos, que aparecieron como si hubieran sido atadas con un fragmento de trapo que se encontró muy cerca del cuerpo”, agrega. El antropólogo se excusa de dar más detalles sobre el hallazgo y señala que es un tema muy sensible para los familiares de las víctimas. “Hasta que ellos no quieran hablar sobre el tema no deberíamos hacerlo nosotros”, sostiene. Aún queda por establecer la causa de la muerte del periodista, tarea que corresponde a la Justicia médica forense y al juez que entiende en la causa.

Castro nació en Florida en 1908. Desde muy joven se de-sempeñó como maestro e investigador. De reconocida trayectoria en el periodismo fundó el semanario Marcha, donde se desempeñó como redactor responsable y subdirector. También fue uno de los miembros fundadores del Frente Amplio en 1971. Durante su gestión al frente del Ejecutivo uruguayo, Julio María Sanguinetti había incluido su caso en el marco de la Ley de Caducidad. Sin embargo, fue la fiscal Mirtha Guianze quien empujó la causa en la Justicia planteando que existían nuevos hechos para continuar investigando los detalles de su desaparición. Finalmente, el presidente José Mujica excluyó el caso de esa ley.

Oscar Urtazú, integrante de la organización de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, señaló que ese grupo tenía información, desde hacía varias semanas, de que se habían ubicado restos óseos. “Estamos a expensas de la información que recibamos. Todo es probable, a nosotros nos gusta hablar sobre seguro”, dijo Urtazú. El militante de derechos humanos señaló: “Nos dijeron que se habían encontrado pequeños restos óseos, no se sabía si eran de animales o de seres humanos. Los restos eran muy pequeños, y como ellos son muy meticulosos en su trabajo (por el GIAF), el problema de que sean muy chicos es que (los restos) estén contaminados”, agregó.