EL MUNDO › ENTREVISTA CON SAMER SOLEIMAN, PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD NORTEAMERICANA DE EL CAIRO
El destacado académico sitúa el futuro de Egipto en una perspectiva en la cual la revolución que derrocó la dictadura de Hosni Mubarak no perdió su dinámica. Dice que el electorado fue coherente al apoyar a las fuerzas confesionales.
› Por Eduardo Febbro
Desde El Cairo
La revolución egipcia salió de las urnas envuelta en el color verde, doblemente: el de los Hermanos Musulmanes y el de los salafistas. La fase inicial de las primeras elecciones libres celebradas en Egipto después de más de medio siglo de dictadura terminó con la victoria del Partido de la Libertad y la Justicia (PLJ), el brazo político de los Hermanos Musulmanes, y de la corriente más radical, los salafistas del partido El Nur. En tercer lugar aparece la alianza entre laicos liberales y la izquierda del Bloque Egipcio, sin que, hasta el momento, ninguno de los partidos políticos que surgieron con la revolución hayan conseguido el reconocimiento de los electores. ¿Cómo puede interpretarse este resultado que deja con escasa influencia parlamentaria a quienes desempeñaron un papel central en la revolución? Con todo, el juego político se ha transformado. A pesar de que, juntos, los Hermanos Musulmanes y los salafistas de El Nur tienen una sólida mayoría, la hermandad ya descartó toda alianza con los salafistas. A su vez, el poderoso Movimiento Seis de Abril –fue decisivo en las huelgas del 2008 y en la revolución de 2011– advirtió que “ya nadie debe preocuparse por la victoria de una u otra lista. La democracia de nuestra nación no permitirá que nadie la explote de nuevo”.
El profesor Samer Soleiman ve en estos porcentajes una respuesta coherente por parte del electorado. Coherente no quiere decir justa. Hoy, las dos principales fuerzas políticas del país son confesionales. Ensayista de renombre internacional, autor de varios libros, responsable del Comité de Coordinación política del Partido Socialdemócrata, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Norteamericana de El Cairo, Samer Soleiman analiza en esta entrevista el resultado de las elecciones al tiempo que sitúa el futuro de Egipto en una perspectiva en la cual la revolución que derrocó la dictadura de Hosni Mubarak no perdió su dinámica.
–¿Qué análisis hace usted de esta fase a la vez controvertida, violenta y llena de esperanzas de la revolución egipcia teniendo en cuenta que los resultados de las elecciones les dan una mayoría a los Hermanos Musulmanes y al movimiento radical de los salafistas?
–Son las primeras elecciones libres que se celebran en Egipto desde hace 60 años. Es un paso muy importante hacia la democracia. Sin embargo, es lícito reconocer que luego del régimen dictatorial que conocimos, la corriente fundamentalista está en posición de fuerza. Los resultados preliminares le dan una holgada victoria a esta corriente. Creo que es demasiado, pero también es posible apostar por los sectores más moderados de esta corriente. Los demás partidos políticos tienen que trabajar mucho más en la calle. De hecho, estos resultados son un dato parcial. La política electoral sólo es el reflejo de una parte de la política egipcia. Hay que recordar que una buena parte de la clase política egipcia no está representada en este sistema electoral, que es muy partidista.
–¿Cómo explica usted el hecho de que los partidos políticos y los movimientos que fueron los grandes protagonistas de la revolución no hayan obtenido el reconocimiento en las urnas?
–Creo que eso es normal. La política electoral es una cosa y la movilización revolucionaria en la calle es otra. Hace falta mucho más tiempo para que el sistema electoral sea el reflejo de la calle. No debe olvidarse tampoco que la corriente islamista tiene una experiencia muy antigua en lo que se refiere al sistema y a la política electoral, saben lo que es una elección y estaban por consiguiente muy organizados. Frente a esta eficacia estaba el movimiento revolucionario, que recién acaba de ingresar en el escenario político. Por los resultados, no son tampoco tan malos. Por ejemplo, el Bloque Egipcio, donde se aunaron los movimientos de izquierda y los partidos liberales como Tagamu y el Partido Socialdemócrata egipcio, sacó 20 por ciento de los votos. Eso no está nada mal para partidos que se fundaron hace apenas unos meses y en cuyo seno hay algunos líderes de la revolución.
–¿No le llama la atención que sea el partido salafista El Nur el que llega en segunda posición? ¿Con este resultado tan alto no persiste acaso un alto riesgo de enfrentamientos con los coptos, con algunos sectores de los Hermanos Musulmanes o con los laicos?
–Los salafistas son un movimiento radical, en cambio, los Hermanos Musulmanes son un movimiento con mucha experiencia en el trabajo colectivo. Por consiguiente, son mucho más moderados y están igualmente mucho más politizados. Sin embargo, creo que los salafistas podrán volverse tan moderados como los Hermanos Musulmanes. Esto tomará tiempo, pero hay que dejar que las fuerzas laicas empiecen a pesar en el juego político. Pero claro, no se puede tampoco tolerar que los salafistas no paguen por los crímenes que cometieron, hicieron muchas cosas feas y eso debe dar lugar a juicios. Creo que podemos considerar a los salafistas como la extrema derecha de la política egipcia.
–Usted parece creer que el sistema político egipcio tal y como se plasmó hoy es capaz de absorber, de integrar y apaciguar al lado más radical de los salafistas.
–Hay que hacer presión sobre ellos para que se adapten a las reglas de la política y de la democracia. No es aceptable que vehiculen un discurso fanático y de odio. Creo que con presión y mucha pedagogía pueden transformarse.
–El ejército conservó, no obstante, mucho poder: su estatuto lo pone por encima del gobierno, puede vetar leyes y hasta artículos de la Constitución que no le convienen. ¿Cómo se organizarán las relaciones entre el ejército y e el nuevo Parlamento?
–Sin dudas habrá una fuerte pulseada entre ambos sectores. El ejército se quedó con mucho poder, de alguna manera funciona con el estatuto de un Presidente. Pero dentro de algunas semanas tendremos el nuevo Parlamento y ese Parlamento será el primer terreno de lucha después de la revolución. Los parlamentarios tienen margen para tratar de negociar con el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Pero todo dependerá de las coaliciones dentro del Parlamento y, sobre todo, de lo que hará la mayoría, que hoy está en manos de los islamistas. Hay que ver si quieren o no poner en tela de juicio los privilegios políticos y económicos del ejército.
–Los analistas locales e internacionales no se ponen de acuerdo: algunos argumentan que la revolución egipcia fracasó, que se hizo recuperar por el ejército. Otros, al contrario, alegan que triunfó. ¿Usted cree que ese fenómeno extraordinario que fue la revolución egipcia conserva todas sus posibilidades de ir hasta el final y de transformar al país?
–La dinámica sigue vigente. El ejército hizo todo lo que pudo para contener la revolución, pero ahora entran a jugar muchos otros factores. Están los islamistas, que constituyen un desafío porque, justamente, quieren detener la dinámica revolucionaria, aminorar la velocidad de los cambios. Creo que la cuestión central de la revolución depende de en qué medida la izquierda egipcia es capaz de movilizar a la gente en base a las cuestiones sociales. Ese es el tema principal del país. Aquí hay mucha gente pobre. Para mí, el único medio de que la revolución prosiga radica en que tiene que tomar inmediatamente una dimensión social. La clase obrera también jugará su papel una vez que el control que el régimen anterior ejercía sobre los sindicatos se vaya debilitando. Creo que tendremos sindicatos obreros fuertes. En este contexto podremos hablar de otra fase de la revolución.
–Para usted no hay entonces ninguna duda: un nuevo Egipto ha surgido con este proceso revolucionario.
–Sí, desde luego, pero de todas maneras tomará cierto tiempo que ese nuevo Egipto se plasme por completo, no es una cosa ya adquirida. Tenemos por delante una lucha de varios años. La dinámica de la renovación, del renacimiento, no se ha roto. Las elecciones libres que celebramos y que continuarán en los meses que vienen forman parte del renacimiento de Egipto.
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