EL MUNDO
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Una fábrica de fundamentalistas
› Por Martín Granovsky
Fundamentalistas. George W. Bush dice que esta guerra es para terminar con el terrorismo internacional, pero podría fortalecerlo convirtiendo en fundamentalistas a los que hoy no lo son, o dejando al fundamentalismo islamista como la única forma de protesta del mundo musulmán. Said K. Aburish, un periodista y escritor autor del libro El verdadero Saddam Hussein, opina en el diario francés Libération que para el hombre de la calle, “el fundamentalismo islámico es la única forma de expresar un sentimiento antinorteamericano bien marcado”. Dice Aburish que Hussein era, hasta ahora, el único contrapeso secular de los islámicos que amenazan el orden interno de países como Arabia Saudita, Egipto o Jordania, e incluso Turquía. En todos esos casos, los gobernantes temen más que nunca aparecer como chicos obedientes de Washington. Aunque algunos de esos países viven en un régimen de dictadura, como Arabia Saudita, el miedo es despertar un nivel de recelo popular que haga peligrar la estabilidad de la familia real. A este efecto puede sumársele el riesgo de la desarticulación de Irak. El escritor recuerda que en 1922 el rey Faisal I, elegido por los ingleses, se quejó de esta manera: “En Irak no hay ningún iraquí”. Y el propio Winston Churchill, el primer ministro conservador inglés, dijo que Irak era un lugar “indigerible”. Escribe que “los distintos grupos étnicos y religiosos que componen el cuadro iraquí nunca estuvieron tan cerca unos de los otros y de la cohesión nacional como durante el mandato de Saddam Hussein. Saddam se describe a sí mismo como un kurdo, un sunnita, un chiíta, un trabajador, un campesino, un genio militar, un defensor de los derechos cristianos, un noble turkmeno y un santo descendiente del Profeta. Y sus pretensiones totalmente extravagantes se sostienen uno de los sistemas de seguridad más impiadosos que uno pueda imaginar”.
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Una oportunidad perdida. Fawaz A. Gerges, profesor de Medio Oriente y autor del libro “Los islamistas y Occidente”, también ofrece conclusiones inquietantes sobre el futuro regional, y añade que la invasión de Irak borró cualquier atisbo de empatía (simpatía sería demasiado decir) del mundo árabe con los Estados Unidos después de los ataques del 11 de setiembre contra las torres gemelas. El centro de estudios religiosos más respetado del mundo musulmán, la universidad Al Azhar de El Cairo, emitió una fatwa, orden religiosa, para que todos los musulmanes del mundo entablen una guerra santa contra “las fuerzas invasoras de los Estados Unidos”, que define como “cruzados”. Justamente el gran sheik de Al Azhar, Mohammed Sayed Tantawi, fue uno de los primeros clérigos musulmanes que condenó el atentado contra las torres y a su presunto autor, Osama Bin Laden. Un sector menos reformista, el de los islamistas de la Hermandad Musulmana de Egipto, con millones de miembros, también llamó a la defensa de Irak. Más explícito fue Hezbollah a través del sheik Hassan Nasrallah: “Los norteamericanos no deben ser recibidos con rosas, flores y perfumes sino con armas, martirologio y rifles”. “Bin Laden debe estar riendo en su escondite”, concluye Gerges. “Su objetivo estratégico era movilizar al mundo musulmán para su llamado a la jihad, pero ese mundo hizo oídos sordos a su convocatoria luego de la pesadilla apocalíptica de las torres mientras los clérigos quitaban a Al Qaeda los pergaminos suficientes como para instigar a la guerra santa.” Un año y medio después, en cambio, el escenario ya es otro.
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Otro símbolo árabe. ¿Irak se está “palestinizando”? En todas las crónicas desde el mundo árabe, y no solo en Bagdad, los norteamericanos aparecen como invasores y no como liberadores. La palestinización sería la transformación de la guerra de Irak en una causa que canalice el odio alos Estados Unidos. Pepe Escobar, un periodista que escribe para el diario electrónico en inglés Asia Times, cita a un funcionario de la inteligencia jordana: “Van a rodear las ciudades grandes, como Basora, Mosul y Bagdad, pero estarán obligados a atacar a los mejores soldados iraquíes, los de la Guardia Republicana, muchos de ellos insertados en Bagdad. Los norteamericanos no pueden ocupar Bagdad. No tienen soldados suficientes, y la ciudad tiene más habitantes que todo Líbano. Podría permanecer fuera de la ciudad y seguir con los bombardeos. ¿Cuánto tiempo? No muchos meses. Se volverán locos”. La simpatía de los musulmanes se traduce, según el Asia Times, en la participación de mujaidines de Afganistán y Arabia Saudita, que serían los encargados de los comandos suicidas, 2500 comandos del Hezbollah y alrededor de 700 voluntarios argelinos entrenados en el propio Irak. Para el resto de la tarea Hussein cuenta no solo con la Guardia Republicana sino con seis mil miembros de la inteligencia militar alIdakhard al Askkariyya, cinco mil de la seguridad militar Amm alAskkariyya, ocho mil de la policía secreta Mudiriyah al-Am al-Amma. Además, según la fuente jordana, están las brigadas de infantería entrenadas en guerrilla urbana y los jefes de clanes, incluso chiítas, las fuerzas especiales al-Amm al-khas y los agentes de inteligencia de la Mukhabasad al-Amma esparcidos por todo el territorio. Si Bush logra unificar esta resistencia y articularla con los fundamentalistas más violentos del mundo musulmán, a la ONU no le quedará otro camino que ordenar la invasión de los Estados Unidos por su aporte a alimentar el terrorismo internacional.