EL MUNDO › MURIó ANTES DE SER CONDENADO POR VIOLAR DERECHOS HUMANOS DURANTE LA DICTADURA
Pinochet murió a los 91 años en el Hospital Militar, el 10 de diciembre de 2006, que paradójicamente es el día del aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Algunos grupos todavía insisten en homenajearlo.
A cinco años de su muerte, la figura del ex dictador Augusto Pinochet está cada vez más olvidada, aunque algunos grupos insisten en homenajear lo peor de su legado: las violaciones a los derechos humanos cubiertas de impunidad a causa de su fallecimiento. Pinochet murió a los 91 años en el Hospital Militar el 10 de diciembre de 2006, que paradójicamente es el día del aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El ex dictador estaba en libertad condicional, pero procesado por los crímenes de la Caravana de la Muerte y enriquecimiento ilícito tras descubrirse las cuentas ocultas bajo seudónimos que mantenía en el extranjero, principalmente en el Riggs Bank. La imagen del militar duro pero incorrupto se desplomó con rapidez para quienes aún seguían siendo sus incondicionales, aunque ya no lo visitaban políticos en su cumpleaños y nadie valoraba su opinión.
Su viuda y sus hijos ya no son un referente público, salvo por sus escándalos derivados de la herencia acreditada en 21 millones de dólares por la Justicia. Los hijos han esperado hasta el día de hoy para que las causas prescriban y por eso se han negado a abrir el testamento depositado en una Notaría de Santiago, que sin duda los volverá a enfrentar, como ya lo insinuó la primogénita Lucía, quien reconoció que casi no se habla con sus hermanos.
La imagen de Pinochet comenzó a desdibujarse tras el arresto ordenado por el juez español Baltasar Garzón, cuando el ex jefe del ejército se reponía de una operación en una clínica de Londres, el 16 de octubre de 1998. Permaneció quinientos cuarenta días bajo arresto domiciliario, y sólo la intervención del entonces ministro del Interior británico Jack Straw permitió su regreso a Chile, el 3 de marzo del año 2000, una semana antes de que asumiera el presidente Ricardo Lagos.
Pinochet renunció al sillón vitalicio como senador que se había garantizado en la Constitución de 1980 a cambio de no ser juzgado, y la Corte Suprema lo sobreseyó de una de las aristas de la Caravana de la Muerte.
Para el mundo de los derechos humanos, ésta es la gran deuda que tiene la sociedad chilena por no haber condenado a Pinochet, aunque, como declaró la abogada querellante Carmen Hertz, viuda del periodista Carlos Berger (desaparecido por la Caravana de la Muerte), el ex dictador murió “como una piltrafa moral y un cadáver político”.
“Lamento profundamente que, si bien fue procesado y desaforado, no haya sido condenado. Creo que ésa es una deuda que la Justicia tiene y quedó para siempre pendiente con la dignidad de Chile. Chile habría sido más digno si Pinochet hubiese sido condenado”, afirmó.
Las palabras de Hertz recobran más fuerza cuando, hace dos semanas, un alcalde y ex coronel de las fuerzas represivas autorizó un homenaje a uno de los más crueles torturadores de la DINA, el ex brigadier Miguel Krassnoff, hijo de cosacos rusos, condenado a 144 años de cárcel por ejecuciones y desapariciones.
Más de 200 militares en retiro se reunieron para homenajear a los ex uniformados que se encuentran presos por haber hecho desaparecer a más de dos mil personas, ejecutado otras mil, y cerca de 40 mil sobrevivientes de las cárceles secretas, brutalmente torturados.
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