Dom 06.04.2003

EL MUNDO

“George Bush actúa como si trabajara para Bin Laden”

Noam Chomsky fue entrevistado por integrantes de la página web ZNet (www.zmag.org) acerca de la guerra contra Irak. En esta página, un extracto de sus respuestas.

Por Noam Chomsky

En recientes discusiones que he tenido con gente que apoya la guerra contra Irak, uno de los temas que parece aplastar a todos los demás es que ellos sienten que Saddam odia a Estados Unidos. ¿Sabe usted de alguna acción o declaración hecha por Saddam que pudiera apoyar tal opinión? ¿Alguna vez Saddam amenazó a Estados Unidos?
–No sé qué pasa por la cabeza de Saddam, y aún si odiara a Estados Unidos (lo que sea que eso signifique), la idea que eso sería una justificación para la guerra es tan loca que no vale la pena discutirla. Ni los nazis fueron tan lejos. ¿Alguna vez Saddam planteó una amenaza hacia Estados Unidos? La idea está al borde del absurdo. Hasta 1990, cuando había cometido de lejos sus peores crímenes, era un amigo y un aliado de aquellos que dirigen el show hoy en Washington. Lejos de verlo como una amenaza, hasta le brindaron los medios para desarrollar armas de destrucción masiva. La Guerra del Golfo y las sanciones redujeron a Irak a la fuerza militar más débil en la región. Ni los países que Saddam invadió lo consideran una amenaza, y han estado tratando de reintegrar a Irak a la región durante años, por encima de las fuertes objeciones de Estados Unidos. Estados Unidos es el único en el mundo, hasta donde yo sé, que considera a Irak como una amenaza, ya sea militar o terrorista. Por “Estados Unidos” quiero decir la imagen brindada por los medios del gobierno desde septiembre de 2001, principalmente, que ha tenido sus efectos en las actitudes populares.
–¿De dónde viene este superpatriotismo, esta arrogancia (como tantos no norteamericanos la ven), esta idea de que Estados Unidos es casi como Dios, que no puede hacer ningún mal?
–Es bastante asombroso. En dos años la Administración Bush logró hacer de Estados Unidos la nación más temida del mundo, y la más odiada y la que produce más aversión. Eso es un logro. Los teóricos de la conspiración pueden llegar a la conclusión de que realmente trabajan para Bin Laden. Sobre el superpatriotismo, sí, está relacionado con la cultura, desde tiempo atrás, pero no es inusual. Gran Bretaña en su época de esplendor era lo mismo, y los ecos todavía reverberan. El ensayo clásico sobre la “intervención humanitaria” de John Stuart Mill es un notable ejemplo, e interesante especialmente, porque era una persona de una inteligencia e integridad bastante inusual. Y lo mismo es válido para toda otra potencia conquistadora que yo conozca, aún las pequeñas, como Israel. De manera que cuáles son las raíces, es una pregunta difícil. No puede ser atribuida solamente a peculiaridades históricas, aunque seguramente existen. En Estados Unidos, por ejemplo, fue necesario encontrar algún justificativo para eliminar la población indígena y hacer funcionar la economía basada en la esclavitud (incluyendo la economía del norte en la primera época; el algodón era el petróleo de la Revolución Industrial del siglo XIX). Y la única forma de justificar el hecho de tener la bota sobre la cabeza de otro es cuando uno se considera extraordinariamente magnífico y los demás son extraordinariamente horribles. Esto es una importante fuente del racismo, que persiste hasta el momento actual, y está profundamente arraigada en la cultura, de Occidente generalmente, hasta el punto de que está mucho más allá de la conciencia y apenas puede ser comprendida por gente bien educada cuando es señalada.
–¿Cuál es su evaluación general del trato de los medios de la guerra en esta etapa? ¿No nota que la cobertura es más crítica que habitualmente?
–No he mirado la televisión salvo esporádicamente, incluyendo la CNN. Mi impresión (es sólo eso) es que básicamente está alentando a Estados Unidos. La cobertura de la prensa es un poco más compleja, aunque todavía procede abrumadoramente dentro del marco de propaganda anticipada de un ejército invasor. Si uno quiere estudiar el asunto, una buena manera sería comparar lo que uno encuentra en el exterior, lo que no es demasiadodifícil ahora con el acceso a Internet para la prensa británica, la irlandesa y otras, a menudo traducidas.
–¿Qué pasará con Corea del Norte en la eventualidad de una acción militar?
–Por cuanto yo sé, existe un motivo directo para que Estados Unidos no ataque a Corea del Norte: tiene artillería suficiente para borrar rápidamente a Seúl. Supongo que los estrategas del Pentágono están pensando en una forma de contrarrestar esto; quizás armas de precisión guiadas, quizás armas nucleares tácticas, ¿quién sabe? Por cierto yo no. Corea del Sur, Japón, China, en realidad casi cualquiera en sus cabales espera una solución pacífica para estos problemas. Tenga en cuenta que el gobierno de Estados Unidos está enseñándole al mundo una lección muy fea: si no quieren que los ataquemos, es mejor que tengan un freno creíble. Esto explica por qué gran parte de la corriente principal del establishment se opone al aventurerismo de la Administración Bush, incluyendo la guerra contra Irak. Pueden ver que es probable que aumente la proliferación de armas de destrucción masiva, el terror, y otras consecuencias horribles, aunque más no sea que como un freno a una superpotencia paria, como es considerado Estados Unidos en gran parte del mundo, quizás la mayor parte.
–¿Cuáles son las consecuencias que deben esperar aquellos que se opusieron a la guerra?
–La elección nunca estuvo restringida a la guerra o a sanciones asesinas que destruyen la sociedad y fortalecen al dictador. Otra posibilidad era permitir que la sociedad se reconstituyera para que los iraquíes determinasen su propio destino, en cuyo caso Saddam Hussein probablemente hubiera seguido el mismo camino que los otros tiranos apoyados por Washington. Las acciones para evitar el desarrollo de armas de destrucción masiva son un asunto totalmente diferente y deberían ser emprendidas en toda la región (de acuerdo con la Resolución 687 de la ONU, a la que Bush-Blair-etc., se refieren selectivamente), y en realidad en el mundo; debemos recordar que las potencias nucleares están comprometidas a los esfuerzos de “buena fe” para eliminar estas armas, que pueden destruirnos a todos nosotros.
–¿Cuáles, en su opinión, son las políticas que Estados Unidos debería haber seguido para ayudar a los iraquíes sin recurrir a esta “liberación” violenta y destructiva?
–Probablemente la mayoría de la población del mundo considera a Estados Unidos como la mayor amenaza a la paz mundial, lo que es un asunto serio: una amenaza de una superpotencia para la paz mundial es una amenaza a la supervivencia. Si tienen razón, el mundo estaría mucho mejor (por ejemplo habría más oportunidades para la supervivencia de las especies) si el actual régimen fuera eliminado. O aún las instituciones de la sociedad. ¿Se deduce entonces que todos deberíamos unirnos a Al-Qaida o tratar de lograr el mismo objetivo? Hay una gran cantidad de regímenes horribles en el mundo. Para tomar uno, la ocupación militar más larga del mundo: Israel. Hay pocas dudas de que aquellos que están bajo la ocupación militar estarían muchísimo mejor si la ocupación finalizara. ¿Se deduce que deberíamos bombardear a Tel Aviv? Es fácil continuar. Tales preguntas pueden, quizás, ser hechas por aquellos que se consideran Dios, con derecho a determinar cómo usar la violencia para “deshacerse del mal”, como en los cuentos de hadas o en las épicas antiguas. ¿Estamos tan exaltados que tenemos el derecho a tomar tales decisiones? Todos estamos de acuerdo en que los iraquíes estarían mejor sin Hussein. Pero todos los tiranos fueron derrocados desde dentro. Existen todos los motivos para creer que Saddam Hussein hubiera seguido su misma suerte si Estados Unidos no hubiera insistido en devastar la sociedad civil, fortaleciendo al tirano e impulsando a la gente a confiar en él para sobrevivir, que es el primer efecto de las sanciones de Estados Unidos y Gran Bretaña, como ha sido señalado durante años por los occidentales que conocen mejor a Irak,las administradores de los programas de la ONU, Denis Halliday y Hans van Sponeck, entre otros. Si hubiera habido algún interés en dejar que los iraquíes determinaran su propio destino, estas consideraciones señalan el camino. Pero no hubo. De ahí, el llamado a que sus torturadores deben usar la violencia para “liberarlos”. Un marciano inteligente mirando este mundo estaría estupefacto, por decirlo suavemente. En la época del levantamiento de 1991, se hubieran podido hacer muchas cosas, si hubiera habido algún interés en permitir que los iraquíes gobernaran sus propios asuntos. Hubiera sido posible, por ejemplo, no autorizar a Saddam a usar aviones militares para aplastar el levntamiento. O no negarle a los rebeldes el acceso a capturar equipos militares iraquíes. Los inspectores estuvieron en el país constantemente hasta 1998. Si uno revisa los detalles, encuentra que las acciones de Estados Unidos y Gran Bretaña contribuyeron materialmente a su retirada. No mejoraron la situación de los derechos humanos, pero llevaron a cabo muy extensivos desarmes, hasta el punto que Irak es ahora uno de los estados más débiles en la región. De otro modo es improbable que la Administración Bush la hubiera atacado.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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