Los primeros presuntos terroristas capturados en Afganistán arribaban en enero de 2002 a la prisión militar que Estados Unidos mantiene en Guantánamo, Cuba. Una década después, pese a las promesas electorales, el presidente Obama no clausuró la cárcel que carga con denuncias por torturas. Los prisioneros llegaron a Cuba encadenados de pies y manos, enfundados en trajes enterizos de color naranja y con capuchas blancas sobre sus cabezas, en un aniversario que muy pocos quieren recordar en Estados Unidos. Entre ellos, el propio presidente Obama, que prometió devolver a casa, en Navidad, a los últimos soldados destinados en Irak, pero que luego de tres años de mandato no cumplió su promesa de clausurar la polémica prisión. Mientras tanto, permanece incierta la suerte de cerca de 170 detenidos, que les cuestan a los contribuyentes 800 mil dólares anuales cada uno.
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