El general retirado Otto Pérez Molina, acusado por crímenes de lesa humanidad, asumió ayer como presidente de Guatemala con pedidos de reconciliación nacional y duras críticas al gobierno de Alvaro Colom.

“Iniciamos hoy un nuevo mandato con muchos problemas para el ciudadano que nos eligió”, se sinceró con voz firme el ex general al comienzo de su discurso. En la jura de Pérez Molina había más de 5000 invitados de unas 90 delegaciones internacionales, entre quienes se encontraban Felipe Calderón y Juan Manuel Santos, presidentes de México y Colombia, respectivamente. El nuevo presidente, apodado mano dura, cantó el himno con el puño cerrado en su pecho en el acto solemne en un polideportivo al sur de Ciudad de Guatemala. “No debemos olvidar el pasado, pero sí superarlo”, bramó el ex general ante un estadio cubierto que aplaudía a rabiar. Pérez Molina participó de la represión de la insurgencia en la década del ochenta y es acusado por organismos de derechos humanos de haber perpetrado masacres en la región de Nebaj y de equiparar a los indígenas con guerrilleros revolucionarios. En 1996, Pérez Molina lideró los acuerdos de paz que dieron punto final al conflicto armado. “Después de haber firmado la paz se traicionó el espíritu de esos acuerdos”, dijo Pérez Molina. “Algunos de los que no combatieron están empeñados en no permitir prosperar. Cuentan con apoyos internacionales y no quieren dejarlos atrás”, dijo Pérez Molina.

El nuevo presidente tampoco se olvidó de su antecesor, el socialista Alvaro Colom, quien le entregó la banda presidencial. “Recibimos un país con una quiebra económica y moral debido al desorden administrativo financiero y el manejo de programas clientelares y populistas”, provocó ante la presencia de Colom en uno de los palcos.