Mié 18.01.2012

EL MUNDO  › EN PERú, OMAR CHEHADE ESTá ACUSADO DE TRáFICO DE INFLUENCIAS

Al final cayó el vice de Humala

Luego de tres meses en medio del escándalo, Chehade dio un paso al costado. Está acusado de intentar favorecer a un importante grupo económico. El ahora ex funcionario quiere evitar perder la banca parlamentaria.

› Por Carlos Noriega

Desde Lima

Al vicepresidente de Ollanta Humala se le acabó el tiempo. Se había aferrado con desesperación al cargo, incluso desoyendo un pedido público del propio presidente Humala para que renuncie, pero finalmente Omar Chehade, hasta ayer vice de Perú, cayó. Luego de tres meses en medio del escándalo por una acusación de tráfico de influencias a favor de un poderoso grupo económico –escándalo que golpeó duramente al gobierno– y más de dos meses después de que el presidente le pidiera públicamente, a través de la televisión, dar “un paso al costado”, Chehade decidió renunciar. Lo hizo a través de una carta fechada el lunes, pero hecha pública recién ayer. Señaló que había “reflexionado” y que renunciaba para “no causar perjuicios a la buena imagen del gobierno”. La reflexión le tomó tres meses. En el Perú hay dos vicepresidentes y con la salida de Chehade la congresista Marisol Espinoza queda como única vicepresidenta.

La esperada renuncia de Chehade, quien también es congresista del oficialismo, se produjo en la víspera de que el Parlamento debata un pedido para destituirlo como congresista e inhabilitarlo por cinco años de toda función pública. Chehade ha sido acusado ante el Congreso por tráfico de influencias, patrocinio ilegal y cohecho activo, por intentar favorecer a un importante grupo económico. En diciembre, la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales del Congreso aprobó recomendar la destitución de Chehade de su banca congresal y su inhabilitación por cinco años. Ese mismo mes, el Parlamento lo suspendió, con el apoyo del oficialismo, por 120 días de sus funciones por “falta ética”. Al momento del envío de esta nota, la Comisión Permanente del Congreso debatía la aprobación de la acusación contra el ex vice de Humala para destituirlo de sus funciones parlamentarias e inhabilitarlo. Si es aprobada, el caso pasará al pleno del Congreso, que decidirá la suerte de Chehade.

El escándalo que arrastró al vicepresidente Chehade y que lo ha obligado a dimitir estalló en octubre, cuando fue acusado por una denuncia periodística de intentar favorecer al poderoso grupo Wong en su disputa con los trabajadores de la azucarera Andahuasi por la propiedad de la empresa. Chehade se reunió con tres generales de la policía para, según ha denunciado uno de los generales presentes, solicitar el desalojo policial de los trabajadores que controlan la ex cooperativa e impiden el ingreso del grupo Wong. El general Guillermo Arteta, que hizo público el caso luego de ser pasado a retiro, ha asegurado que se negó a dirigir el desalojo solicitado por Chehade y ha dicho que éste incluso le envió una orden de desalojo falsa.

El caso Chehade se ha convertido en el mayor escándalo de corrupción en lo que va del gobierno de Humala, que asumió en julio de 2011, y lo ha golpeado en un punto especialmente sensible: la lucha contra la corrupción, una de las principales banderas levantadas por el presidente Humala en la campaña electoral.

Ahora en el oficialismo respiran aliviados al conocerse la renuncia del vicepresidente, que se había convertido en un dolor de cabeza para el gobierno. Su negativa a renunciar, en noviembre, luego de que se lo pidiera públicamente Humala, había dejado mal parado al presidente y distanciado a Chehade del oficialismo. Conocida su renuncia, la bancada oficialista la calificó como “positiva”. Parlamentarios de la oposición la tomaron como una movida de último momento para intentar evitar que se apruebe en el Congreso la acusación en su contra, que terminaría con su destitución del Parlamento y una inhabilitación por cinco años.

“La renuncia de Chehade me huele a una negociación para evitar su sanción en el Congreso. Una negociación de Chehade con el oficialismo para que lo apoye a cambio de su dimisión y para que el partido gobernante consiga votos de otras bancadas a favor de Chehade con el argumento de que su salida de la vicepresidencia es una sanción suficiente y no se le destituya del Congreso. Chehade ya ha sido desautorizado por el oficialismo, por lo que su posible destitución del Congreso no sería un duro golpe para el gobierno, pero si lo pueden evitar, tanto mejor para el oficialismo”, le comentó a Página/12 Antonio Zapata, historiador y analista político. “La renuncia de Chehade –agregó Zapata– es positiva para el gobierno, porque se libera de una piedra en el zapato.”

Los cálculos que se hacen en los pasillos del Congreso sobre la posible destitución de Chehade y su inhabilitación están en contra del ex vicepresidente. Con su sorpresiva renuncia, a la que se había negado una y otra vez y que es una concesión a quienes, desde todos los sectores políticos, la habían exigido, el ex vicepresidente espera ganar los votos que lo salven de perder también su banca parlamentaria. Pero la renuncia puede haber llegado tarde para Chehade.

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