El canciller israelí Avigdor Lieberman enfrenta desde ayer un juicio en el que es acusado por lavado de dinero, fraude, malversación y coacción a testigos, y de cuya resolución dependerá su futuro político. Lieberman, fuerte polemista y representante de la derecha israelí, es sospechado de recibir varios millones de dólares de empresarios a través de sociedades fantasma durante su época como diputado y ministro entre 2001 y 2008. El canciller, de quien en el juicio se ventilará además la acusación de haber coaccionado a testigos, ya anunció que dimitirá como ministro de Exteriores si es imputado. Si ése fuera el escenario, traería graves repercusiones para la actual coalición de gobierno del primer ministro, Benjamin Netanyahu, y si además Lieberman es condenado podría pasar hasta diez años en prisión. La primera audiencia tuvo lugar ayer en Jerusalén a puertas cerradas, y en ella sus abogados intentaban convencer al fiscal general Jehuda Weinstein que rechace la imputación de su cliente. Hace nueve meses, Weinstein recomendó enjuiciar al político de 53 años por esos cargos, pero antes de una decisión definitiva sobre su imputación, Lieberman tiene derecho a una audiencia para defenderse.
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