Mar 08.04.2003

EL MUNDO  › COMO SOBREVIVEN MEDICOS Y PACIENTES EN LOS HOSPITALES DE BAGDAD

“Traje a mis hijos para vivir o morir juntos”

Cuando las víctimas civiles desbordan la capacidad hospitalaria, muchos médicos abandonan su puesto para asistir a sus familias, que también sufren los bombardeos. La clínica que atiende al niño que perdió ambos brazos ofrece habitaciones para retener a sus enfermeras.

Por Francisco Peregil *
Desde Bagdad

Los médicos y las enfermeras han empezado a desaparecer de los hospitales. El hospital Kindy, el que atiende a Alí Smain, el niño de los brazos amputados, trabaja con sólo el veinte por ciento de su personal y el cincuenta por ciento de sus cirujanos. “Hoy me ha venido llorando una de las monjas que trabaja con nosotros para decirme que están bombardeando el barrio de su familia y que tiene que irse con ellos. Yo no puedo evitar, ni siquiera prevenir ese tipo de situaciones”, lamenta el subdirector del centro Osama Saleh. “Los médicos, como todo el mundo, también quieren estar al lado de sus familias en estos momentos. Yo decidí traérmelos aquí, porque después de pasarme muchas horas trabajando en el hospital me di cuenta de que a lo mejor podía ir algún día a mi casa pero no podría regresar aquí. Así que todos están en el hospital”.
El hospital Kindy, uno de los más importantes de la veintena de hospitales civiles que hay en Bagdad, cuenta con 350 camas, y en tiempo de paz con 45 cirujanos. “Pero ahora me encuentro con la mitad de mi equipo”, se queja Hamed Araig, jefe del departamento de cirujía. Tanto el doctor Osama Saleh como su colega Araig, decidieron traerse a toda su familia al hospital. “Les he ofrecido a las enfermeras y a los médicos una habitación. Pero hasta el momento sólo han venido diez”, comenta Osama Saleh. “El tercer día de guerra fue el día que más bombas lanzaron en el barrio donde vivo. Yo estaba aquí operando y mi familia estaba en casa. ¿Cómo podía operar? Me sentía tenso, irascible. Así que me traje a los dos hijos y a mi esposa aquí. Para vivir o morir juntos”, señala el jefe de Cirujía. “Me preguntan los colegas que si éste es un lugar seguro para la familia y yo les contesto lo mismo siempre: hoy en día no hay metro cuadrado seguro en todo Irak. Ayer y antes de ayer bombardearon los alrededores de este hospital. Se cayó parte del techo de un piso superior. Pero si uno se siente más seguro en un sitio, eso ya es muy importante”.
El vicedirector del centro ha estado tan ocupado en los últimos días que no sabe cómo evoluciona Alí, el niño que tiene abrasado medio cuerpo por un bombardeo en el que perdió los dos brazos y a 12 miembros de su familia. “He visto estos días tantas tragedias... Sólo tienen que quedarse aquí cuatro horas para verlas también. Yo he visto cómo venían padres llorando por el hijo herido que traían y llorando también por un hijo que estaba enterrado bajo los escombros y no se sabía si estaba vivo o muerto.”
“Alí se ha convertido en un caso internacional”, señala Hamed Araig, el jefe de cirugía. “Pero hay un Alí en cada hospital de Irak, pueden creerme”. Cuando el doctor Araig entra en la habitación de Alí Smain el niño está llorando y pide que por favor le echen crema para aliviar las quemaduras. Sólo su tía, una mujer mayor, menuda y vestida con el manto de los chiítas, la acompaña. Los doctores le quitan una bóveda de hierro para aplicarle el bálsamo. Después la tía quiere agarrar la bóveda y el niño le pide a los médicos que por favor, no la dejen agarrar eso que está muy mayor y se le daña la espalda. “Es un niño inteligentísimo. Está pendiente de todo”, comenta el médico.
“Ha sido Bush el que ha arruinado mi vida. Y lo ha hecho sólo por el petróleo”, se queja Alí. Desde las ocho de la mañana a la una de la tarde llegaron ayer al hospital Kindy más de 50 heridos, entre civiles y militares. Varios de ellos murieron antes de entrar en quirófano.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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