Vie 20.01.2012

EL MUNDO  › MIENTRAS SE RECUPERA DEL CANCER DE LARINGE, EL EX PRESIDENTE DE BRASIL MANTIENE SU LIDERAZGO

Para Lula la política no permite descansar

Su última invención política, el ministro de Educación Fernando Haddad, dejará el gabinete para lanzarse a la carrera por la alcaldía de San Pablo. Es el desafío que se puso el ex mandatario allí: destronar a los socialdemócratas.

› Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Luiz Inácio Lula da Silva no ha perdido el bigote. A pesar de las sesiones de quimioterapia contra el cáncer finalizadas en diciembre y la radioterapia, que se prolongará hasta marzo, es evidente que el liderazgo del ex metalúrgico mecánico está a salvo. La prueba de ello se materializará en los próximos días, seguramente en enero, cuando su última invención política, el ministro de Educación Fernando Haddad, deje el gabinete para lanzarse a la carrera por la alcaldía de San Pablo, en los comicios de octubre, cuando la presidenta Dilma Rousseff enfrentará su primer test al cumplir 22 meses de gestión.

Desde el 29 de octubre cuando empezó a pelear contra su dolencia en la laringe, que lo dejó sin barba y cabello, Lula se calzó el mameluco de operario para terminar de construir la postulación de Haddad, repechando la oposición de sectores del Partido de los Trabajadores (PT) para quienes era, y es, arriesgado embarcarse detrás de un cuadro joven, bien formado, pero con poco roce electoral.

En San Pablo está la trinchera política y simbólica de la derecha, o de la fuerza que mejor la representa, el Partido de la Socialdemocracia Brasileña, del ex presidente Fernando Henrique Cardoso y del dos veces candidato presidencial José Serra, cuya campaña de 2010 será recordada como un hito neoconservador: denostó al Mercosur y se alió al Papa en la persecución contra las mujeres que abortan. Para Lula, destronar a los socialdemócratas de San Pablo representa un desafío que excede lo municipal.

Es necesario para consolidar un proyecto, el del PT, que, pese a haber logrado tres victorias presidenciales consecutivas (2002, 2006 y 2010), aún no logra hacer pie en la mayor metrópoli sudamericana. Por eso desde la semana pasada volvió a su despacho en el Instituto de la Ciudadanía, al que no visitaba desde octubre, con lo cual retomó formalmente la agenda política, aunque nunca la había abandonado por completo. Poco después Dilma lo recibió durante tres horas en la sede de la Presidencia de la República en San Pablo, mucho más tiempo que el que concede a cualquier ministro y prácticamente el mismo que dedica a una reunión de gabinete.

La conversación, por lo extensa y su carácter institucional, no dejó dudas del lugar que el ex gobernante desempeñará en este año político: será el jefe. Tendrá a su cargo la estrategia electoral del partido gobernante y, por rebote, tendrá injerencia, oficiosa, en la designación y salida de ministros, pues esto influirá en las alianzas partidarias para las municipales. Hay optimismo en el PT, donde esperan que las previsiones de los médicos se cumplan y su fundador esté dado de alta en marzo, y también en el Palacio del Planalto, donde ya se especula que mayo, cuando arranca de lleno la campaña, será el mes del “Padrino”, como lo llaman por ser consejero de cabecera de Dilma.

Lula, hasta donde se sabe, se comporta como un paciente disciplinado y no ha faltado al Hospital Sirio Libanés para realizar las sesiones de radioterapia diarias, cuyos efectos colaterales comenzaron a aparecer esta semana, afectándolo en su laringe. A pesar de las molestias, que deben continuar, ya avisó que se mantendrá activo: en febrero desfilará en el Carnaval con una comparsa de Corinthians, su club, y ayer visitó a su nuera pocas horas después de dar a luz a su sexto nieto, Arthur Araujo Lula da Silva. La agenda de la semana pasada incluyó algunos “consejos” para la disidente Yoani Sánchez, en vísperas del primera viaje a Cuba de Dilma, previsto para el 31 de enero. La de este martes estuvo dominada por una conversación con el presidente uruguayo, su amigo José Mujica, los dos de campera blanca, sonrientes, en un hotel de San Pablo. Tal vez Lula estaba con su capacidad locutoria algo afectada, pero pareciera que eso importó poco, porque se los ve como dos viejos jugadores de truco, perspicaces que, con sólo mirarse, sin hacer señas, ya saben qué carta trae su compañero.

Al ser consultado sobre la charla, Mujica contó que trataron de la integración latinoamericana y la formación de un núcleo de intelectuales para pensar la región. No se extendió sobre el futuro político de Lula, según lo que informó la oficina de prensa del Instituto de la Ciudadanía. Ni sobre la hipótesis de que dispute un tercer mandato en las elecciones de 2014 o 2018, aunque es plausible suponer que tocaron la cuestión. Hace cuatro meses, Tarso Genro, gobernador de Rio Grande do Sul y uno de los principales referentes petistas, le dijo a este diario que la enfermedad había elevado la popularidad de Lula a niveles inéditos y especuló que podría ser nuevamente candidato presidencial en 2018, a los 72 años, prácticamente la misma edad con que el líder oriental asumió su mandato en 2010.

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