EL MUNDO
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Cuando el tanque dispara primero
› Por Martín Granovsky
Blanco. Cuando los periodistas se preocupan por la muerte de periodistas, algunos no periodistas dicen: mueren miles, pero solo se inquietan cuando mueren periodistas. A veces es así. En esta guerra no. Ayer, tras el asesinato de periodistas en el Hotel Palestine de Bagdad, fue sencillo comprobar que los menos preocupados por la muerte eran los más belicistas, que a su vez estaban muy poco afectados por las muertes de civiles iraquíes. Y, al revés, quienes venían cuestionando la guerra de Irak relacionaron el tanque que disparó contra el Palestine con los bombardeos. En un despacho por Internet, Michael Engelhardt, el ex columnista del semanario neoyorquino The Nation, citó al brigadier general Vincent Brooks, del comando central estadounidense. Desde Qatar, el general dijo: “Esta coalición no tiene a los periodistas como blanco. No sabemos cada lugar donde están los periodistas en el campo de batalla, que por supuesto es un sitio peligroso”. Lo curioso es que cualquier persona más o menos informada sabe que en el Palestine de Bagdad reside la mayoría de los periodistas que buscan una visión independiente, o al menos todo lo independiente que les permite el régimen moribundo de Saddam Hussein. Un vocero de Al Jazeera, la cadena qatarí, dijo que ellos mismos, por si hiciera falta, informaron a la vocera del Pentágono Victoria Clarke sus coordenadas exactas: latitud de 33,19 grados, 44.24 de longitud 63 metros de altura. Engelhardt no tiene dudas: “Evidentemente es parte de la tarea militar de limpiar la capital iraquí de fuerzas ‘hostiles’”.
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Civiles. Ayer site www.iraqbodycount.org, encargado de contabilizar las víctimas civiles de la guerra desde el comienzo, señaló que la cifra oscila ya entre 961 y 1139 personas. Son números de las 22.30 de anoche, hora argentina.
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Tancazo. El relato de David Chater, enviado a Bagdad de Sky News, recuerda un episodio de hace 30 años. “Estaba por ir a mi balcón para filmar una escena con mi cámara cuando me les dije a mi cameraman y a mi productor: ‘Uno de esos cañones nos mira directo a nosotros’. En ese momento hubo una gran explosión al fondo del pasillo, en nuestro mismo piso”, contó. El 29 de junio de 1973, cuando los militares chilenos ensayaron el golpe de Estado que darían el 11 de septiembre, el camarógrafo Leonardo Henrichsen filmó al oficial que le disparaba porque no quería que lo retratasen bajando de su tanqueta muy cerca del Palacio de la Moneda. Mató a Henrichsen. Otros periodistas hallaron la cámara tirada, enviaron la película a Buenos Aires para que fuese revelada de urgencia, porque en Santiago no había cómo procesarla, y la mandaron de nuevo a Santiago para que quedara como testimonio. Fue, también, un anticipo: en una reunión inmediata luego del “Tancazo” el presidente socialista Salvador Allende recibió el apoyo de solo cuatro generales sobre 14. Al camarógrafo le dispararon varias veces hasta hacer puntería, pero siguió trabajando. Los seis minutos y medio de filmación muestran a los militares tirando hasta que todo sale de foco. Henrichsen, entonces de 33 años y afiliado a la Asociación de Reporteros Gráficos de la Argentina, era corresponsal de la televisión sueca y de Canal 13 de Buenos Aires.
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Primero. En 1987, durante la rebelión argentina de Semana Santa, que encabezó el actual candidato a gobernador Aldo Rico, el fotógrafo Rafael Calviño registró el momento en que un oficial carapintada le apunta de auto a auto en un camino de Campo de Mayo. El título de su foto, que ganó el Premio Rey de España en 1988, era casi tan bueno como la imagen: “El fotógrafo disparó primero”.