Jue 10.04.2003

EL MUNDO

“EE.UU. me criticó cuando Irak empezó a colaborar”

Hans Blix, el jefe de los inspectores de Naciones Unidas, cuenta cómo Washington empezó a perder la impaciencia a medida que Saddam Hussein daba informaciones más precisas sobre las armas.

Ernesto Ekaizer *
Desde Estocolmo

Hans Blix está sentado en el salón de su casa, un departamento de clase media situado en el centro de la capital sueca. Este abogado de 75 años, ex funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores sueco, vino a visitar a su familia y, también, para hacerse un chequeo médico y regresar de inmediato a Nueva York al puesto que ejerce desde el año 2000, cuando fue nombrado presidente de la Comisión de las Naciones Unidas de Vigilancia, Verificación e Inspección (Unmovic).
De maneras suaves, Blix, con una mujer y dos hijos que se han pronunciado contra la guerra, señala que el objetivo de destruir las presuntas armas de destrucción masiva “fue relegado al cuarto lugar” por Estados Unidos y el Reino Unido. “El gobierno norteamericano se impacientó cuando el gobierno de Irak empezó a colaborar activamente como nosotros pedíamos”, recuerda Blix, al evocar los primeros días de marzo pasado, cuando norteamericanos y británicos decidieron que ya no había margen para la tarea de los inspectores.
–¿Cree, como dice el Ejército norteamericano, que las armas químicas y biológicas están almacenadas en Bagdad?
–Tanto Estados Unidos como el Reino Unido siempre nos dijeron que Irak poseía esas armas. Nosotros nunca lo aceptamos como un hecho probado. En eso, precisamente, consistía nuestro trabajo. Lamentablemente, ambos gobiernos se mostraron en los primeros días de marzo muy impacientes. Y no nos dejaron terminar la tarea. Unos cuantos meses hubieran permitido saber si el régimen iraquí poseía esas armas. Tengo mucha curiosidad por saber si de verdad las van a encontrar. Como usted sabe no encontramos nada que tuviera que ver con armas de destrucción masiva. Los visitamos. Y nada.
–Colin Powell dijo que existían laboratorios móviles.
–Sería lo lógico. Quizá, de existir, deberían haber encontrado alguno.
–¿Hasta qué punto fue complicada su relación con los servicios de inteligencia de Estados Unidos y el Reino Unido?
–Cuando me nombraron presidente de Unmovic yo dejé claro que íbamos a crear un cuerpo de inspectores independiente. Eso hice.
–Cuando su antecesor, Richard Butler, decidió retirar a los inspectores de Irak, fue a raíz de que agentes de inteligencia norteamericanos acompañaban a los inspectores de Unscom, ¿no?
–En efecto, yo estaba entonces en la Agencia Internacional de Energía Atómica. Pero hubo ese problema. Los agentes de inteligencia, al parecer, recogieron datos que más tarde fueron usados para atacar objetivos militares iraquíes. Por eso, cuando me hice cargo era necesario dejar claro un punto: nosotros seríamos un cuerpo independiente. Podríamos recibir información de los servicios de inteligencia. Pero este proceso sería el equivalente a una avenida con una dirección única. Los servicios podían aportar sus datos. Y nosotros debíamos hacer la comprobación. Siempre les dije que no les íbamos a recompensar con nuevos datos recogidos por nosotros.
–¿Hizo todo lo posible para determinar a través de las inspecciones la existencia de esas armas?
–Tengo la conciencia tranquila. Lamento no haber tenido los meses que necesitaba para confirmar si existían o no las armas químicas y biológicas. Pero los norteamericanos comenzaron a expresar su impaciencia a principios de marzo. Parecía que las altas temperaturas en Irak llegaban a un punto en el que había que desencadenar los ataques. Cuando el 27 de enero denuncié en el Consejo de Seguridad de la ONU que Irak no colaboraba de la manera prevista en la resolución 1441 –es decir, de manera inmediata, completa e incondicional–, el gobierno norteamericano, incluyendo a los halcones, me aplaudió. Fue una cosa paradójica. Porque apartir de entonces, el gobierno de Irak inició una colaboración activa. Y, entonces, los norteamericanos comenzaron a criticarme.
–Cuando habla de una conducta activa, ¿se refiere sólo a la destrucción de una parte de los misiles Al Samoud?
–La destrucción de esos misiles fue su respuesta a mi ultimátum. Me refiero a más cosas. Nos dieron nombres de muchos técnicos y científicos que habían participado en el proceso de destrucción de armas químicas y biológicas en 1991.
–¿Cree que hay armas de destrucción masiva en Irak?
–Soy el primer interesado en saberlo. Creo que los norteamericanos empezaron la guerra creyendo que las había. Ahora, pienso, creen menos en esa posibilidad.
–¿Qué pasa si no aparecen las armas de destrucción o si no lo que se encuentra no es una amenaza real?
–Bueno, se habría liberado al pueblo iraquí de Saddam Hussein y de que el en futuro no habrá armas de destrucción masiva en Irak. Es un precio muy alto en vidas humanas y destrucción de un país. Podíamos alcanzar el objetivo de controlar la presunta amenaza a través de las inspecciones.

* De El País, de Madrid, especial para Página/12.

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