EL MUNDO
Sartre, Nizan, la opinión, la calle
› Por Susana Viau
- En Buenos Aires se agotaron los “pin” con la bandera iraquí
- Los muchachos negros de Washington no se conforman con manifestar contra la guerra desatada por su país: han puesto en marcha una radio, la Black Voices for Peace, desde donde explican por qué los chicos de su raza no deben morir en Irak. Su director, Samu Smith, es un crítico implacable de la administración Bush.
- Al ex premier francés Raymond Barre le recuerdan un anécdota: durante una visita oficial a Irak, debió trasladarse en el mismo vehículo que Saddam Hussein. Al ocupar el lugar asignado sitió un objeto frío y duro: era la pistola que Saddam lleva siempre junto a él, sobre el asiento vecino. Barre hace memoria, sonríe y cuenta que Saddam –cuya impiedad no niega– es un hombre serio, inteligente. “Fue apoyado por nosotros, sí, pero también por los Estados Unidos durante la guerra con Irán.”
- Arsenal, pertrechos, alimentos, combustibles aliados ascienden a la cifra astronómica de entre mil y dos mil millones diarios en concepto de costo de guerra. Los números suben rápido si se tiene en cuenta que un helicóptero Apache cuesta 40 millones, un misil Patriot 1 millón, el avión Tornado GR4 británico (derribado por error precisamente por un Patriot, el 23 de marzo) otros 40 millones. Mucho y apenas nada comparado con la montaña de dólares que cuesta el bombardero B 2, maravilla de la aviónica y la electrónica. “Suena a locura que un país deficitario en el plano industrial haga una guerra como ésta”, comenta un historiador y demógrafo francés, graduado en Estados Unidos, autor de un libro con título sugerente: “La declinación del imperio americano”. El investigador francés sospecha que la guerra contra Irak es expresión de un “micromilitarismo teatral” y la propia performance militar dispuesta por el grupo Bush, Rumsfeld, Wolfowitz, “mediocre”. Sólo el hundimiento de la Unión Soviética, dice, pudo sostener la ilusión de que esa declinación no existía. “Las dificultades logísticas hicieron reencontrar en el ejército americano el mismo tipo de irrealismo que muestra su economía.” El historiador se llama Emmanuel Todd y es hijo del periodista Olivier Todd, dato soslayable para un sudamericano. Dato insoslayable, en cambio: Emmanuel Todd es nieto de Paul Nizan, el escritor marxista francés muerto en Dunkerke a los 35 años y a quien todos los que fueron jóvenes en los ‘60 agradecieron la frase que los interpretaba e introducía a “Aden Arabia”: “Yo tenía veinte años. No permitiré que nadie me diga que es la edad más hermosa de la vida”. En el prólogo a Aden, Jean-Paul Sartre asumía la deuda que los intelectuales de su generación tenían con Nizan, el mejor de todos, una existencia relevante, escribió, que es todo lo contrario a una vida edificante.
- Los comunicadores europeos, los analistas de la diplomacia y el desarrollo militar han acuñado la versión simétrica de “opinión pública internacional”, es decir, de la fórmula que, por obra y gracia de un editorialista del New York Times, salió del oscuro rincón de las encuestas para instalarse como noción difusa, magmática, difícil de desagregar y válida para ser usada exclusivamente respecto del estado de ánimo (especie de antiamericanismo global) que anima a Occidente ¿Al otro lado qué han hallado? Al otro lado está “la calle árabe”. La “opinión” y la “calle”, dos ideas que bien podrían reinterpretarse como la razón y la pasión, la reflexión y la revuelta, la ciudadanía y la masa, la sociedad civil y vaya uno a saber qué, la corrección política y el odio. Pero más allá de lo que se quiera adivinar en estas construcciones, la calle a la que se alude es más ancha de lo que dicen. Tan ancha que hasta parece absurdo encerrarla en una geografía que no incluye a los centenares de miles de indonesios y filipinos que también han salido a “las calles” para poner su grito en el cielo.