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› EL EJERCITO IRAQUI ENTREGO MOSUL Y REINAN LA ANARQUIA Y EL ROBO
Alí Babá y el 1.000.000 de ladrones
Mosul, la principal ciudad del norte de Irak, era ayer un infierno de vandalismo tras la rendición del V Ejército iraquí.
Por Juan Carlos Sanz *
Desde Mosul
Decenas de miles de soldados, todo el V Cuerpo del Ejército, se rindieron ayer y abandonaron al amanecer Mosul, la principal urbe del norte de Irak. Unos pocos centenares de milicianos del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) controlaron poco después los accesos por carretera, mientras un puñado de “comandos” de las fuerzas especiales de Estados Unidos se acantonaba en la periferia sin dejarse ver. El centro de Mosul era al mediodía de ayer una ciudad sin ley donde la vida no valía nada.
La barbarie de los saqueadores se cebó en los edificios públicos, como el Banco Central o la sede del gobierno provincial, pero también alcanzó a bibliotecas, hospitales, teatros y universidades. A falta de un despliegue efectivo de fuerzas de la coalición, las calles cayeron en manos de incendiarios e integristas de toda calaña, que aprovecharon el vacío de poder para ajustarse las cuentas a tiros. La caída de Mosul –más de un millón de habitantes; dos tercios de ellos árabes y el resto, kurdos, turcomanos y cristianos– deja sólo en manos del agonizante régimen iraquí la ciudad de Tikrit, lugar de nacimiento y feudo de Saddam Hussein. Vestidos de civil y con las manos en los bolsillos, los soldados de reemplazo del V Cuerpo caminaban en dirección al sur del país. La cadena estadounidense CNN mostró imágenes de centenares de militares descalzos por la carretera que lleva a Bagdad, a 400 kilómetros. Muchos sonreían, a pesar de todo, por haber logrado escapar con vida de un infierno de bombardeos aéreos masivos que ha durado tres semanas, y ha dejado su huella de destrucción en el cuartel general del ejército situado en la margen izquierda del río Tigris. Frente a la alegría que mostraban la víspera los habitantes de Kirkuk tras la entrada de los “peshmergas”, en Mosul no parecía que nadie tuviera nada que celebrar después de la marcha de los soldados iraquíes. Por eso las continuas detonaciones de armas automáticas resultaban más bien inquietantes. El miedo era patente en los barrios árabes, donde todos los locales de negocios tenían los cierres echados. “Por favor, denúncielo usted, los ‘peshmergas’ me han robado a punta de pistola mi camioneta marca Toyota, matrícula Diala-13.278”, se quejaba el granjero Mohamed Yasin, de 26 años, en el distrito de Dawasa Harch.
En la plaza del gobierno provincial, el corazón de la ciudad, las oficinas de la compañía eléctrica ardían en medio de una densa humareda después de haber sido desvalijadas. Saqueadores de seis o siete años se disputaban el cambio chico en el Banco Rashid, mientras tipos mal encarados se paseaban en coches robados con el cañón del Kalashnikov asomando por la ventanilla. La cadena de televisión árabe Al-Jazeera informó que algunos valiosos incunables de la biblioteca de la Universidad de Mosul habían ardido, mientras los responsables de dos hospitales denunciaban que los milicianos kurdos habían robado varias ambulancias a punta de fusil. El caos era tal que los saqueadores se arrebataban unos a otros billetes de dinares del régimen de Saddam Hussein que ya no tienen valor. Para evitar otra “caravana de Alí Baba” como la que el día anterior llevó desde Erbil hasta Kirkuk a miles de ladrones, los milicianos del PDK establecieron severos controles en la autopista a Mosul, lo que no impidió que numerosos civiles y “peshmergas” llegaran a la mayor ciudad del norte de Irak en taxi para regresar después a la capital del Kurdistán iraquí en “coche propio” cargado con, por ejemplo, muebles, ventiladores o la heladera del minibar de un hotel de lujo.
En Kirkuk, mientras tanto, las fuerzas estadounidenses enviadas para tomar el control de ciudad ocupada por milicianos kurdos, y azotada por una ola de saqueos, decidieron desplegarse primero en los pozos de petróleo que la rodean, según informaron ayer de forma coincidente las agencias France Presse y Reuters. Un batallón, unos 500 soldados, de la 173ª Brigada Aerotransportada de EE.UU. tiene la misión de ocupar Kirkuk (700.000 habitantes) tras la salida de los “peshmergas” de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) que, como aseguraba anoche la cadena británica BBC, empezaban a regresar ya hacia Suleimaniya. Los yacimientos de petróleo de Kirkuk producen unos 900.000 barriles de crudo diarios, un 40 por ciento de la producción total de Irak, que cuenta con las reservas de petróleo más importantes del planeta después de Arabia Saudita. Salvo un par de pozos que siguen ardiendo con densas columnas de humo negro tras los bombardeos aéreos de EE.UU. sobre la zona, los yacimientos del norte de Irak, incluidos los de Mosul, y los del sur parecen seguir intactos al final de la guerra. Para Turquía, que va a enviar observadores militares a Kirkuk y Mosul con el visto bueno de EE.UU., una caída de los pozos de petróleo del norte de Irak en manos de las milicias kurdas sería considerada como una amenaza para su “seguridad nacional”. Por ahora, no parece que los “peshmergas” vayan a disponer de “oro negro” para financiar un Kurdistán independiente. Pero ni el gobierno ni los generales de Ankara han podido evitar que los 12 millones de kurdos que viven en Turquía hayan visto por televisión las imágenes de la celebración de “liberación” de Kirkuk por unos milicianos que se retiraban ayer hacia sus bases con cañones, lanzacohetes y todo tipo de armas y vehículos capturados al ejército de Irak.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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