EL MUNDO › SARKOZY OFICIALIZó SU CANDIDATURA PARA LA REELECCIóN
Sarkozy, a quien una fuerte mayoría de franceses había apodado “el presidente de los ricos”, hizo caso omiso de su pasado y de las incontables medidas que adoptó y con las cuales favoreció a la gran burguesía.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Nicolas Sarkozy oficializó ayer su candidatura a la elección presidencial de abril y mayo próximo con una intervención sorprendente en la cual se presentó ante la sociedad como el candidato “del pueblo”. El presidente francés aspira a su reelección y para ello movilizó todos los resortes del arte de comunicar. Sarkozy, a quien una fuerte mayoría de franceses había apodado “el presidente de los ricos”, hizo caso omiso de su pasado y de las incontables medidas que adoptó y con las cuales favoreció a la gran burguesía, empezando por el ya famoso “escudo fiscal” con el que limitó el volumen de impuestos que pagaban las clases más pudientes. El ahora autoproclamado “candidato del pueblo” dijo en el canal TF1 que anhelaba permanecer en el poder porque “en cinco años no se puede hacer todo”. El eje de su naciente campaña electoral gira en torno de un dispositivo que Sarkozy aborreció en el pasado, el referéndum. El mandatario prometió restaurar “la voz a los franceses” y se presentó de paso como un gran padre que protege al país de una “crisis sin precedentes”. Como es su costumbre en casi todos los casos, Sarkozy no se privó de recurrir a su estilo confrontativo y advirtió que Francia no podía “terminar como Grecia o España”.
Pese a que la configuración electoral y el curso que ha tomado la campaña lo contradicen, el hoy candidato Sarkozy aseguró que “los conceptos de derecha e izquierda son anticuados”. Asimismo, en medio de una Europa debilitada por las crisis sucesivas, el jefe del Estado, a través del slogan de su campaña, promete “una Francia fuerte”. Los políticos son una raza de artistas elocuentes, pero Nicolas Sarkozy les gana a todos. A lo largo de sus cinco años de mandato, el referéndum que ahora propone como eje de su propuesta fue una palabra prohibida. Ni se le ocurrió recurrir a él cuando, en 2010, forzó la reforma del sistema de jubilaciones a la cual se oponía una aplastante mayoría de franceses. Pero ahora, el referéndum es la base de las nuevas reformas que el presidente piensa emprender, en particular la muy delicada transformación del seguro de desempleo al que la derecha rebautizó con el concepto de “asistanato”. Con el referéndum como arma, Sarkozy apunta a pasar por alto la oposición de los sindicatos y el debate parlamentario. Pero lo cierto es que en cinco años, Francia sumó más de un millón de desempleados suplementarios y en los últimos meses perdió la célebre triple A que otorgan las agencias de calificación norteamericanas. Nicolas Sarkozy pasó por encima de ello y, más que un programa propiamente dicho, apareció como el portador de una sola ambición: su reelección. “Desde hace 30 o 40 años, el trabajo ha sido desvalorizado. Mi proyecto consiste en poner el trabajo en el centro de todo”, dijo.
El mandatario saliente tiene 66 días para convencer y dar vuelta la dinámica extremadamente favorable de que goza su rival socialista, François Hollande. El candidato del partido de la rosa le lleva varios puntos de ventaja en la primera vuelta, 28 por ciento contra 24 por ciento, y mucho más en la segunda del 6 de mayo, 57 por ciento contra 43 por ciento. Sarkozy salió ayer a la arena oficial antes de lo previsto, forzado por la robustez de la candidatura socialista, los sondeos negativos, la impopularidad inamovible y la perplejidad de su propio campo, que veía instalarse en la sociedad la certeza de que François Hollande ya tenía la presidencia en el bolsillo. Sarkozy reveló que ya tenía desde hacia varias semanas la decisión de presentarse a la reelección, pero que no lo anunció antes porque “habría sido como abandonar al país, como si el capitán de la nave se fuera del barco en mitad de la tormenta”. De ahora en más comienza una batalla cuyos protagonistas se conocen. Fiel a su estilo, Nicolas Sarkozy cuenta con crear un “electroshock” en la opinión con la repetición de propuestas nuevas y, por consiguiente, la saturación del espacio público.
Sin embargo, esta vez, su mensaje carece de la originalidad de 2007. La idea motor del sarkozysmo, que consiste en “terminar con el asistencialismo”, no es otra cosa que el viejo objetivo conservador de derrumbar de una vez por todas el ejemplar Estado de bienestar en Francia y en el resto de Europa. Los próximos días serán decisivos para el futuro de Sarkozy. Uno de sus consejeros reconocía en off, en las páginas del vespertino Le Monde, que si no recuperaba por lo menos dos o tres puntos en un par de días, “Sarkozy está jodido”. En lo inmediato tiene cita con desafíos fuertes: dar vuelta la dirección de los sondeos, dejar en las sombras su pésimo balance y propulsarse con credibilidad como para encarnar una propuesta nueva, unir a su campo y salir indemne de los ataques y las contradicciones que su rival socialista, ahora que ya no es más sólo presidente sino también candidato, no se privará de sembrar en su agitado camino.
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