EL MUNDO
› PANORAMA POLITICO
Turnos
› Por J. M. Pasquini Durán
Cuando le preguntaron al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, si la caída de Bagdad significaba el fin de las operaciones militares de invasión, tuvo un rapto de sinceridad: “No, respondió, porque aún no controlamos los pozos petroleros del norte como ya lo hacemos con los del sur”. Según las últimas informaciones oficiales de Washington, la “coalición libertadora” ya está explotando mil pozos de la segunda reserva petrolera del mundo y firmó un contrato de siete mil millones de dólares con la empresa de Dick Cheney, segundo de George W. Bush, para apagar siete pozos que fueron incendiados por los iraquíes en la primera semana de combate. Las energías no le alcanzaron a la misma coalición para distribuir alimentos, agua y medicinas en la población ni para impedir los saqueos ni los delitos en las zonas controladas por sus tropas. Eso sí: los coleccionistas del mundo pueden adquirir algunos de los trofeos saqueados que ya se encuentran en oferta en sitios de Internet. Sólo les falta la pata de palo para completar el estereotipo del pirata depredador.
Los saqueos son una oportunidad para el pillo y un acto de humillación para el desesperado. Varias ciudades argentinas fueron testigos de saqueos en diversas oportunidades, provocados por el hambre que rompe las ligaduras morales y por instigadores interesados en el tumulto. Aprovechando esas desdichadas experiencias, por lo general, hay poderes que buscan ganancias distintas y mayores a las que pueden conseguir los arrebatadores. En el caso de Irak, esa veintena de imágenes repetidas hasta el cansancio con (¿cuántos?) sonrientes saqueadores, en una ciudad de cinco millones de habitantes, es otra manera de probar que ese pueblo de harapientos desgraciados, perdida la estirpe de sus legendarios antepasados, necesitaban ser liberados de sus demonios, así fuera a sangre y fuego.
¿Cuántos argentinos habrán sentido el bochorno de ser exhibidos al mundo a través de las imágenes de los episodios minoritarios de saqueos, en lugar de los millones de historias de hogares que hacen frente a las adversidades cotidianas con entereza, integridad y decencia? No es cuestión de ocultar los hechos, pero hay que guardar equilibrio en la percepción de la realidad a fin de evitar muchas de las maneras solapadas del racismo y comprender que la pobreza es el resultado de un sistema injusto, no una insuficiencia étnica o de género. Tampoco es verdad que la libertad es un ideal exclusivo de alguna elite, porque la historia de la humanidad puede contarse a través de las epopeyas libertarias, desde el rebelde esclavo hasta el combatiente que ofreció hasta la vida para oponerse a tanto déspota. Lo que pasa es que los invasores, y sus propagandistas, ahora tienen que justificarse ante el mundo, ya que hasta el momento no aparecieron las pregonadas armas de destrucción masiva, nucleares, bacteriológicas o químicas que se invocaron para pasar por encima de las Naciones Unidas y de todas las convenciones internacionales. Si fuera por sus efectos letales, el Pentágono debería atacar las cucarachas de ese baldío de Hong Kong que están desparramando el virus de la neumonía atípica.
El pretexto, de todos modos, sigue en pie. Rumsfeld, ayer mismo, explicaba que Siria estaba alojando a los jerarcas de la dictadura de Hussein y ¿quién sabe? acumulando ese arsenal fugitivo. ¿Será Siria, entonces, el próximo objetivo de los corsarios de la ultraderecha republicana de Estados Unidos? Nada se puede descartar porque, al contrario de lo que afirma la Casa Blanca, la aventura de Irak no estabilizará la región sino que desestabilizará al mundo. Además, ¿por qué no?, habida cuenta de las ganancias que obtendrán las corporaciones de la industria militar, petrolera, de telecomunicaciones y otras, y del rédito político que ya embolsó el gobierno de Bush. Nacida ilegítima, sin los atentados terroristas del 11 de setiembre y los planes de revancha, hoy esa administración estaría jaqueada por la recesión económica, el desempleo y la pobreza que taladran a la sociedad norteamericana. En vez de intoxicar a la población con sentimientos de patriotismo mal entendido (la misma artimaña que usó aquí, en vano, la dictadura militar con las islas Malvinas), estaría defendiéndose de las protestas populares.
Los que piensan que esta región está a salvo por la distancia y, peor aún, los que calculan los negocios laterales que podrían realizar con la desgracia ajena, están lejos del tarro por varios metros. En principio, en Colombia hay una base potencial para las fuerzas armadas de Estados Unidos y, por otra parte, la “Operación Libertad” que le aplicaron a Irak tiene varias formas de expresarse. Mientras más crezcan las dificultades en Estados Unidos, mayor será la urgencia para expandir el mercado para colocar sus productos, a fin de sostener aunque sea en parte su capacidad productiva. La “Operación Libertad” en América latina se llama Asociación de Libre Comercio para las Américas (ALCA), que esta semana comenzó a precipitarse con la adhesión de los países centroamericanos. La relación económico-comercial que propone el ALCA es tan desigual como la que existe entre su maquinaria de guerra y la de cualquiera de estos países. No en vano, siendo socio preferencial en el NAFTA, antecedente de la nueva propuesta de integración continental, pueblo y gobierno de México rechazaron seguir a la “coalición libertadora”. Para no abundar en detalles, en la frontera mexicano-norteamericana la industria maquiladora, después del NAFTA, canceló un millón de empleos mexicanos.
Argentina puede evitar ser otra presa fácil para las ambiciones expansionistas, porque tiene el refugio solidario del Mercosur y un aliado del fuste de Brasil. Desde esa alianza sería posible, a lo mejor, una negociación sobre términos más equitativos, pero ante todo es la posibilidad cierta de concertar desarrollos económicos armónicos que permitan reactivar la producción y el consumo. El primer paso, por supuesto, consiste en atacar los factores de la injusticia nacional. Es impensable diseñar un futuro diferente mientras la inflación aumente en un año alrededor del 50 por ciento (promedio) y los salarios sigan congelados, o que la tributación sea compulsiva para los consumos de primera necesidad mientras el 20 por ciento más rico evade el 40 por ciento de las obligaciones impositivas. No existe ALCA con soluciones mágicas, del mismo modo que la acumulación de deuda externa, un recurso fácil para mostrar falsa prosperidad, terminó siendo impagable y una trampa que no deja avanzar al bienestar general. Como lo proponen bien algunas entidades que mañana clausuran una serie de jornadas de debate sobre el ALCA, lo menos que podría demandar la sociedad antes que este o el próximo gobierno tomen una decisión es que sea consultado el ciudadano mediante plebiscito, así de paso tiene la oportunidad, hasta la obligación, de informarse y formar opinión.
Faltan un par de semanas para la elección de la nueva fórmula presidencial. ¿En qué momento los candidatos y los votantes se sentarán a discutir sobre estos temas concretos, sin tanta retórica hueca o de resignada indiferencia? El mundo entero está al borde de decisiones terminales y, mal que les pese a los indiferentes, nadie podrá escapar a la propia responsabilidad.