EL MUNDO
› SADDAM PUEDE HABER CAIDO, PERO SIGUE LA RESISTENCIA CONTRA LOS INVASORES
Sigue la rabia pese al perro muerto
Fuentes militares de EE.UU. dijeron al enviado de Página/12 a Bagdad que creen que Saddam Hussein ha muerto, pero los focos de resistencia persisten en la capital iraquí, y los choques distan de ser livianos o sporádicos. Y un marine fue muerto por un iraquí disfrazado de jardinero.
Página/12, en Irak
Por Eduardo Febbro,Enviado especial a Bagdad
A doscientos metros de la faraónica mezquita construida por Saddam Hussein en la capital iraquí, las llamas se consumieron hasta la madrugada. Ayer, los combates y los bombardeos se extendieron a lo largo de la tarde. En un ballet incesante, los helicópteros norteamericanos sobrevolaron Bagdad durante muchas horas y varios aviones militares surcaron el cielo de la capital. Lejos de haberse sofocado, la resistencia de algunos núcleos activos se mantiene viva, al igual que una parte del aparato político-militar del ex presidente iraquí. Prueba de ello son los combates permanentes y la liberación de uno de los médicos de la ONG francesa MSF, que recién intervino ayer pese a que Bagdad fue liberada “oficialmente” hace cinco días.
Las escaramuzas entre los resistentes y las tropas norteamericanas no se focalizaron en un punto sino en diversos sectores de la ciudad, incluso en torno al más protegido, en pleno centro, es decir, el perímetro donde se encuentran los hoteles Palestina y Sheraton. Los soldados estacionados en torno de los dos edificios se movilizaron repentinamente a media tarde. Desde uno de los balcones del Hotel Sheraton Página/12 pudo corroborar la intensidad de los enfrentamientos, donde se utilizaron armas mucho más potentes que simples ametralladoras. Una unidad entera estacionada en una de las avenidas adyacentes intervino con tanques y cañones livianos a lo largo de un sector ubicado en las orillas del Tigris. Al mismo tiempo, otros dos focos de resistencia eran visibles a lo lejos al este y al norte de Bagdad. “Las operaciones no están terminadas” fue el único comentario hecho por uno de los oficiales de la coalición anglonorteamericana.
La persistencia de los enfrentamientos constituye un ingrediente suplementario de incertidumbre en un contexto confuso en el plano de la seguridad, dramático en el plano humanitario y totalmente nebuloso en el político. Una serie de confidencias recogidas por Página/12 en Bagdad en medios militares norteamericanos refuerza la tesis de que Saddam Hussein está muerto. Un responsable castrense explicó en detalles que el ataque lanzado hace nueve días contra uno de los palacios de Saddam Hussein se hizo con la “certeza” de que el amo de Bagdad se encontraba adentro. Según esa fuente, por más protegido que estuviese el palacio, por más pasadizos secretos que tuviera, la potencia empleada no le hubiera permitido salir con vida, ni a él ni a sus acompañantes. La misma fuente admite que fue extraña la manera en que el régimen pareció “desaparecer de golpe”. Al entrar en Bagdad, las unidades estadounidenses esperaban encontrar una resistencia más férrea, pero terminó ocurriendo todo lo contrario. Los mismos soldados argumentan que la resistencia actual no está protagonizada por militares del régimen, sino por los numerosos voluntarios árabes oriundos de varios países musulmanes.
La crisis humanitaria y el desorden violento que imperan en la capital iraquí exasperan a los habitantes hostigados por la falta de productos de primera necesidad y los incesantes saqueos. “Esto es el Irak libre y democrático que nos prometieron”, dice Salah, un habitante de Chorja, un barrio popular de Bagdad. Los habitantes denuncian la actitud deliberadamente pasiva de las tropas norteamericanas estacionadas en la capital. Lo menos que puede decirse es que, sin consignas precisas, los soldados de Bush cierran los ojos ante todos los abusos que se puedan imaginar. Comercios amurallados, edificios incendiados, vidrieras rotas, montañas de basura por la calle, ladrones emboscados y armados, la capital iraquí parece haber sido tomada por sorpresa por un huracán. “Irak es un barco a la deriva y nadie hará nada para impedir que se hunda”, protesta un comerciante del mismo barrio. “La gente se ha vuelto loca”, grita otro:”O bien roban o bien queman lo que antes pertenecía al régimen. ¡Esto es un desastre y la culpa la tienen los Estados Unidos! Tomaron la ciudad pero nos dejaron sin Saddam y sin protección para que enfrentemos a los peores demonios”. Una buena parte de la población de Bagdad acusa a Estados Unidos de proteger a los saqueadores e incluso de haberles facilitado las cosas. Hamar Hattab todavía se sigue frotando los ojos luego de ver cómo, el viernes, un tanque norteamericano destruía la puerta del Rafidain Bank mientras los soldados asistían impávidos al saqueo. El hombre asegura que a Bush le conviene que haya la mayor cantidad de destrucciones posibles, porque “así las empresas norteamericanas tendrán mucho trabajo para reconstruir todo lo que ha sido saqueado o quemado”. Los llamados hechos por las autoridades religiosas no calmaron la situación. Samir Fahed advierte que si en las próximas semanas los “yanquis no hacen algo para poner término a este desastre, los vamos a expulsar de la ciudad. Destruyeron Bagdad para derrocar al régimen y ahora ni siquiera se ocupan de proporcionarnos un mínimo de seguridad”. Adnan, un médico de 64 años, afirma que nunca estuvo a favor de Saddam Hussein pero hoy le toca reconocer que “Bush nos engañó a todos”. Escuchando las quejas de su abuelo, su nieta de apenas 11 años dice: “Si los norteamericanos querían derrocar a Saddam está muy bien, pero ¿por qué hicieron de Bagdad una ciudad herida?”.
Magro consuelo político para las tropas de la administración Bush, el ejército norteamericano y lo que queda de decente de la policía iraquí anunciaron este sábado que se llegó a un acuerdo a fin de formar patrullas conjuntas y restablecer el orden en la ciudad. Mohammed Zaki, un coronel de la policía iraquí, precisó que las patrullas empezarían a funcionar dentro de uno o dos días. La medida llega al cabo de cuatro días de discusiones entre los marines y la policía iraquí y podría incluir un toque de queda cuyas condiciones se están negociando en este momento. El anuncio estuvo precedido por un episodio rocambolesco protagonizado por un coronel iraquí, Ahmad Abdelrazzak Saïd, y seis policías que acudieron al hotel Palestina –allí se hospedan los militares de alto rango– para ofrecer sus servicios a Estados Unidos. La escena de la llegada de los policías y el coronel Ahmad Abdelrazzak Saïd es digna de una película cómica. Ahmad Abdelrazzak Saïd, vestido con uniforme verde oliva y acompañado por los otros seis policías, se presentó en el hotel, pero como nadie sabía quién era fue tratado como un ilustre desconocido. Los marines le revisaron hasta la boina y, como no le creían, se burlaron de él. “¿A este quién lo conoce?”, decía un soldado. El coronel presentó su tarjeta de visita y otro soldado le preguntó. “¿Por qué viniste en uniforme?”. El hombre no respondió, pero uno de los policías que lo acompañaba reiteró la pregunta. Seco y erguido, el coronel dijo: “Porque así es más noble. Vengo aquí a hacer mi trabajo”. La conversación entre el coronel iraquí y los marines estaba traducida por un kuwaití vestido con el uniforme del ejército norteamericano y “decorado” con unos anteojos de sol exageradamente ostentosos. Hacia el final de la tarde y por primera vez desde la ocupación de Bagdad por Estados Unidos, un auto de la policía iraquí con tres funcionarios adentro circuló por las calles de la capital.