EL MUNDO
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Una historia de dos Bagdades
Por E. F.
Desde Bagdad
”Ni Bush, ni Saddam. Queremos las paz y un gobierno iraquí”, gritaban los manifestantes delante de dos tanques norteamericanos y un grupo de soldados que observaban nerviosos el desarrollo de lo que ayer fue la primera manifestación iraquí contra la presencia norteamericana. Sin embargo, la escena, a la vez surrealista y violenta, dista de expresar una verdad definitiva. A apenas 50 metros del lugar en donde se reunieron unos 300 manifestantes, otro grupo hacía cola para todo lo contrario.
Respondiendo al llamado lanzado por los norteamericanos que, entre otras cosas, buscan ingenieros para restablecer el suministro de agua y electricidad en la capital iraquí, unos 150 iraquíes acudieron para prestar sus servicios. Funcionarios, profesores, ingenieros, policías, hombres de negocios, informáticos, cocineros o de profesiones liberales
vinieron a fin de “ayudar a los norteamericanos a formar un nuevo gobierno y poner fin al caos”, según decía Jalal Amhat, un ingeniero expulsado hace unos años de una dependencia municipal. Los militares emitieron el viernes un mensaje por la radio solicitando la cooperación de la población. Los voluntarios se presentaron en el denominado “centro operacional civil y militar” instalado por Estados Unidos en el hotel Palestina. “El régimen no me dejó alternativa. Ahora tengo que aprovechar. Vengo a buscar trabajo porque me hace falta y porque quiero servir a mi país. Antes, los iraquíes sólo servíamos a Saddam Hussein. En adelante podremos servir a Irak”, argumenta un informático de 45 años.
A 50 metros de ahí, los manifestantes que escupían en la cara de los soldados tienen la idea contraria. “Todo lo que hagamos en el futuro servirá a los intereses de Washington y no a los de Irak. Ellos han venido a robarnos el petróleo con el pretexto de derrocar a Saddam Hussein”, dice un hombre de 60 años. Curiosamente, en el grupo hay mujeres que gritan más que los hombres. En todo momento, la situación amenaza con desbordarse pero nadie da el paso inicial: los manifestantes no agreden a los soldados y estos no reprimen. Sólo quienes hace la cola para brindar sus serviciosobservan la escena con desconfianza. Un ingeniero dice: “En cuanto vean que las condiciones son mejores que antes dejarán de protestar. Yo estoy de acuerdo con ellos cuando dicen ni Bush ni Saddam. Pero como está todo destruido, por algún lugar hay que empezar”.