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› EL CANDIDATO MAS DURO PUEDE GANAR EN PRIMERA VUELTA
La hora cero de la guerra colombiana
Alvaro Uribe Vélez, candidato antiguerrilla para las elecciones de mayo, logró ayer por primera vez la mayoría absoluta en las encuestas de intención de voto, con un 53 por ciento. La posibilidad de su triunfo se debe al hartazgo de la población con la violencia.
Ayer fue la reunión entre las FARC, el gobierno colombiano y tres de los candidatos a las elecciones de mayo, pero la noticia la volvió a dar uno que faltó: Alvaro Uribe Vélez, candidato antiguerrilla, que por primera vez en su campaña alcanzó un 53 por ciento de intención de voto en las encuestas, tornando más verosímil la posibilidad de que logre imponerse en primera vuelta. Uribe ya estaba a la cabeza en los sondeos anteriores, pero éstos lo distancian aún más del liberal Horacio Serpa, que cayó del 30 al 24 por ciento de los votos, y de la independiente Noemí Sanín, que permanece más o menos estable en un 12 por ciento. El distante cuarto lugar lo ocupa Juan Camilo Restrepo, candidato del gubernamental Partido Conservador, que hereda el fracasado proceso de paz abierto por el presidente Andrés Pastrana con una intención de voto del 1 por ciento.
El ascenso de Uribe, un disidente del opositor Partido Liberal y economista graduado en Harvard que defiende una “línea dura” con la guerrilla, se registró en un sondeo realizado por Invamer y el Centro Nacional de Consultoría, sobre las tendencias para los comicios presidenciales del 26 de mayo. “Yo voy a convencer a más colombianos de que el camino de la paz es el camino de la autoridad, porque cuando los violentos sientan que hay un Estado que los frena tienen que tomar el camino de la paz en serio”, dijo Uribe al conocer los resultados de la encuesta. De corroborarse lo que dicen los sondeos, sería la primera vez desde 1994 que un candidato resultaría electo en la primera vuelta. Por eso, cuando lo interrogaron sobre la encuesta mientras se reunía con líderes de las FARC, la reacción de Horacio Serpa fue de considerable irritación: “Si los colombianos quieren un presidente para hacer la guerra total, yo no soy ese presidente, yo soy el presidente para evitar la guerra total”, dijo.
Exasperada por la barbarie de una guerra de 38 años entre rebeldes de izquierda, paramilitares de ultraderecha y fuerzas estatales, la población civil apoya cada vez más soluciones militaristas que de una vez por todas entierren el conflicto. A la cita, realizada en el enclave desmilitarizado de 42.000 kilómetros bajo control de los rebeldes, asistieron como candidatos Serpa, el izquierdista Luis Eduardo Garzón y la independiente Ingrid Betancourt. Uribe y Sanín se negaron a acudir al encuentro como forma de protesta por la escalada violenta de las últimas semanas, que causó la muerte a más de 120 personas, pese al compromiso de las FARC de acordar con el gobierno acciones de cese al fuego y las hostilidades antes del 7 de abril.
Las principales propuestas de Uribe, de 49 años y cuyo padre fue asesinado por las FARC, son: intervención militar extranjera como cascos azules, anulación del servicio militar obligatorio y distribución entre un millón de colombianos de equipos de comunicaciones conectados a las redes de las fuerzas armadas para transmitir información de seguridad. Uribe, quien ejerció como gobernador del noroccidental departamento de Antioquia, fortín industrial del país, impulsó en la década de 1990 la creación de las llamadas fuerzas Convivir, grupos privados de civiles armados que pretendían defenderse de los abusos y agresiones de las guerrillas izquierdistas. Por eso sus críticos lo asimilan al paramilitarismo.
“Uribe gana no sólo por la beligerancia de las FARC sino también la sensación de debilidad que ha dado el presidente Pastrana”, aseguró Jorge Londoño, gerente de Invamer. “A ojos de la sociedad, los esfuerzos del presidente Andrés Pastrana por lograr la paz a través de una negociación han sido inocuos y esa percepción no va a cambiar antes del 7 de agosto (cuando culmina su gestión)”, explicó la analista política Adriana Delgado. De hecho, los últimos esfuerzos en pos de un cese del fuego para el 7 de abril han dejado a Pastrana en la posición más deslucida de todo su mandato, ya que después de reanudar las conversaciones con las FARC éstas redoblaron su ofensiva con ataques contra las ciudades y la infraestructura. Es por este terremoto político en ciernes que la reunión tripartita en la selva se deslizó en la irrelevancia, con el gobierno y las FARC reiterándose exigencias que resultan inaceptables para el otro, y los candidatos en una posición muy incómoda. La independiente Ingrid Betancourt lo expresó así: “El país le está pasando la cuenta de cobro a las FARC, y lo que se avecina es el infierno”. Y el izquierdista Eduardo Gusmán dijo que el “altísimo costo en vidas (de los errores de las FARC) tiene a los colombianos divididos entre demócratas y fascistas”.