EL MUNDO › LAS COMPAñíAS MULTINACIONALES SUMINISTRARON TECNOLOGíA DE AVANZADA A LOS REGíMENES DE LIBIA, EGIPTO Y SIRIA
La comunidad internacional adoptó medidas contra Damasco, pero le provee recursos para espiar los celulares. Otros casos de doble juego: Narus en Egipto, Nokia-Siemens en Irán y Bahrein; la francesa Bull y la china ZTE Corp en Libia.
› Por Eduardo Febbro
Las democracias occidentales tienen grandes dificultades para esconder la cola del diablo. Las potencias que en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU promueven resoluciones en defensa de los derechos humanos o para condenar al régimen sirio, al egipcio, al libio o al iraní son las mismas que le vendieron a esos regímenes –y a otros– el material tecnológico necesario para vigilar y reprimir a la oposición. La hipocresía es una regla de oro: la comunidad internacional invoca los valores, por un lado, y, por el otro, entrega llaves en mano los instrumentos tecnológicos con los que se aplastan a los pueblos. Narus –una filial de Boeing– en Egipto, Nokia-Siemens en Irán y Bahrein, la francesa Bull, la china ZTE Corp y la sudafricana VASTech en Libia, las norteamericanas Cisco y Nortel en China, la lista y la relación de las multinacionales tecnológicas con los gobiernos que trastornan las libertades o condenados en la ONU es extensa. Y como nunca falta una nueva oportunidad de hacer jugosos negocios, a esa lista se le viene ahora a agregar Siria. La comunidad internacional adoptó un paquete de medidas contra Damasco donde figura la prohibición de la venta de armas, pero ese paquete excluye las tecnologías de punta que permiten, entre otras violaciones, controlar Internet o espiar los teléfonos móviles. La empresa italiana Area SPA le vendió a Siria un conjunto de programas de origen norteamericano, francés y alemán para realizar un escáner tanto de las actividades de los usuarios en Internet como de sus comunicaciones telefónicas. El contrato, por un monto de trece millones de euros, contó con la participación de la empresa Californiana NetApp, la alemana Ultimaco Safeware AG y, según el portal de investigaciones económicas Blomberg, hasta Hewlett-Packard entró en la entrega de componentes. El cuarto participante en esta estructura es Qosmos, una empresa basada en París y cuya tecnología permite analizar las comunicaciones a través de las redes móviles por medio de la inspección de paquetes (DPI, Deep Packet Inspection). Se trata del mismo dispositivo que la empresa norteamericana Narus le había vendido al derrocado Hosni Mubarak en Egipto.
La democracia empresarial no tiene fronteras. Las ONG defensoras de los derechos humanos y de las libertades asimilan con justa razón esas tecnologías a “complicidad con crímenes de guerra” porque, a través de ellas, se espía a la disidencia, se persiguen individuos, se los localiza, se los arresta, se los mata y se coarta toda forma de libertad. Qosmos detalla con eximia concisión la capacidad de sus productos. En su página web puede leerse esta presentación: “Qosmos suministra una tecnología de inteligencia de la red que identifica y analiza en tiempo real los datos que transitan en la red”. En lo concreto, es perfectamente posible “reconstruir” todo lo que pasa por la pantalla de una computadora. Los correos electrónicos o Skype dejan de ser lugares de privacidad. Así, las compañías occidentales colaboran estrechamente con los gobiernos autoritarios. Doble lenguaje, doble juego: condena en la ONU, por un lado, suministro de tecnología de avanzada, por el otro. En el caso sirio, la astucia consistió en importar el material hacia Italia y no directamente a Siria. Area SPA hizo así de intermediario entre Damasco y el resto del mundo. El material de vigilancia fue instalado en el barrio Mouhajireen, donde una sala especialmente preparada para ello controlaba las comunicaciones a través de 40 terminales. La operación es conocida bajo el nombre de código de “Asfador”. En un comunicado emitido a finales de 2011, Qosmos explicó que su “oficio no es la venta de material de vigilancia”. Según Qosmos, “la sociedad vende a empresas o asociados que integran nuestros componentes a sus propias aplicaciones y asumen la comercialización. Eso es lo que ocurrió con el proyecto sirio”.
El ejemplo de Siria no es más que el último de una interminable serie de colaboraciones entre las empresas que manejan tecnología de punta y las autocracias o regímenes autoritarios que hacen del espionaje de los ciudadanos la mejor arma de represión. Nokia-Siemens se ilustró a partir de 2007 con la venta al régimen iraní de un sofisticado dispositivo de espionaje global: Internet, e-mails, VoIP, Twitter, MySpace, Facebook, comunicaciones por móvil, SMS, nada escapaba a la joyita vendida por la multinacional finlandesa. La Libia del difunto coronel Khadafi fue otro campo sembrado con las semillas tecnológicas de Occidente, esta vez, paradójicamente, oriundas de Francia. El presidente Nicolas Sarkozy fue el principal promotor de la resolución de las Naciones Unidas que autorizó el uso de la fuerza en Libia. Los primeros aviones que bombardearon el territorio libio fueron también franceses. París fue también al primer país que reconoció al Consejo Nacional de Transición libio –la oposición– como el “interlocutor legítimo del pueblo libio”. Y, sin embargo, Khadafi espiaba, perseguía y arrestaba a los opositores que Francia respaldaba con tecnología vendida por la empresa francesa i2e/Amesys, una filial de Bull. El principio es el mismo: el famoso y temible Deep Packet Inspection, por medio del cual todo lo que atraviese una pantalla deja de ser un secreto. El DPI es el arma más eficaz para aplastar cualquier resistencia. Cuando el bunker donde Khadafi había montado el sistema de vigilancia fue bombardeado, los opositores encontraron entre los escombros copias de los mensajes que los activistas se enviaban entre sí. Más ilustrativo aún, en la puerta del bunker estaba pegado el logo de Amesys. Narus, la filial de Boeing que le vendió a Mubarak el mismo producto, cierra este cínico capítulo de doble filo: en 2011, mientras las bombas caían sobre Libia y neutralizaban parte del material que Occidente le había vendido a Khadafi, Narus negociaba en secreto en Barcelona con el régimen del animoso coronel nuevos contratos tecnológicos para perfeccionar su propia sistema, complementario al de Amesys. El diablo sacude la cola por debajo del manto de la democracia occidental.
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