EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Philippe Schmitter duda. La crisis europea lo confunde. “¿Se trata de una crisis buena o una crisis mala?” repite, cual latiguillo provocador, este profesor emérito del Instituto Universitario Europeo (foto) a lo largo de nuestra entrevista. ¿Y cómo puede ser buena esta crisis? A ver, Schmitter parte de la base de que la Unión Europea (UE) es algo bueno para Europa porque a lo largo de su historia han sido sus miembros más pobres quienes más se han beneficiado con el proceso de integración regional.
Entonces razona: “En general, las crisis no han sido malas para la Unión Europea. La historia demuestra que tanto la Comisión Europea como sus países miembro han sido muy hábiles para explotar las crisis con el objetivo de expandir su alcance económico, político y geográfico. Con esta crisis, no sabemos todavía si se va a expandir o a contraer. El Acta Unica Europea de 1985 (que creó el mercado único) nació de una crisis, de la percepción de que Europa no crecía lo suficiente y había perdido competitividad ante Estados Unidos y Japón. Hay dos clases de crisis, las que derivan de problemas internos, como pueden ser el comercio, la migración o el tráfico de drogas, y las crisis que vienen de factores externos a la UE. La crisis del ’85 fue sobre todo interna, pero también tuvo un componente externo que fue el colapso de la Unión Soviética. Si bien la Unión Soviética no era parte del proyecto de integración, les puso presión a los países de Europa occidental de generar mecanismos que sirvan para marcar una diferencia con los países de Europa oriental. La presente crisis también es una mezcla de factores internos y externos, pero fundamentalmente internos, porque fue disparada por la aplicación de una moneda única en países con distintos niveles de competitividad y desarrollo económico. Es parecido a lo que sucedió en la unificación de Italia, cuando se adoptó una moneda única para el norte rico y el sur pobre. La crisis italiana se resolvió con inmigración del sur hacia el norte. Pero ahora nadie quiere inmigrar por las barreras sociales e históricas que existen. Los españoles no se quieren ir a Suecia ni los italianos se quieren mudar a Alemania ni los griegos a Inglaterra, por decir. Pero, como decía, esta crisis también tiene un componente externo y es que fue generada por el colapso financiero que empezó en Estados Unidos, un proceso global que la Unión Europea no puede controlar.”
Entonces volvemos a la pregunta: ¿por qué sería ésta una crisis buena?
“Porque basado en el ejemplo anterior, y hay muchos más, sabemos que la Unión Europea necesita de las crisis para cambiar sus expectativas y, más importante, la cultura común de la UE es que sus miembros deben alcanzar un acuerdo. Existe una fuerte presión para que acuerden algo, aunque sea cualquier cosa. Si no deben retirarse, como hicieron Gran Bretaña, Suecia y Dinamarca con el tema de la moneda única.”
¿Entonces se trata de una crisis buena? No necesariamente, contesta Schmitter.
“Casi todos los economistas están de acuerdo en que ésta es una crisis mala porque tienden a manejarse en un contexto político muy rígido, pero por suerte no soy economista. La adopción del euro como moneda única abarató mucho el costo de endeudamiento para países como Italia, España y Grecia, que de un día para el otro empezaron a pagar tasas similares a las de Alemania, lo cual dio lugar a un festival de endeudamiento a corto plazo, altas tasas de crecimiento y empleo en los países del sur. En algunos casos se llegó al empleo pleno, como pasó con el boom inmobiliario en España. Cuando se pinchó la burbuja, con el colapso iniciado en Estados Unidos, la reacción inicial fue: ‘a nosotros no nos va a pasar porque somos más inteligentes, regulamos mejor a nuestros bancos y no somos tan estúpidamente neoliberales, no nacionalizamos todo’. Pero la crisis resultó peor que en Estados Unidos, porque ellos pudieron apelar a la Reserva Federal para reactivar la economía mientras el Banco Central Europeo, por mandato, sólo se puede ocupar de controlar la inflación, que no es un problema en Europa, y no les puede prestar a los gobiernos. Recién a partir de la crisis y la creación de una ‘gobernanza económica’, Europa pudo responder. Con la crisis, la expectativa cambió y los mismos expertos que decían que la crisis no golpearía a Europa ahora dicen que si colapsa el euro colapsa la UE. Yo no creo que sea así, ya ha ocurrido que se revirtieron políticas de la UE, como en pesca, por ejemplo, y no se vino abajo la UE, aunque reconozco que el tema monetario es más serio que una reglamentación de pesca.”
O sea, Schmitter argumenta que la crisis puede ser buena si sirve para que la Unión Europea se haga cargo de las economías nacionales con ánimo integrador, para mitigar las asimetrías y desigualdades que las separan.
“La UE respondió a las nuevas expectativas de una manera en que, si sale bien, crearía un sistema de gobernanza económica para toda la Eurozona. La UE está basada en tratados, no en una Constitución. Con una Constitución podés cambiar las reglas sin necesidad de la aprobación afirmativa de cada uno de los ciudadanos. En cambio, si la UE quiere cambiar una regla necesita el voto de cada uno de los 17 gobiernos miembro, y muchos de esos gobiernos requieren una consulta popular a toda la ciudadanía para dar el voto afirmativo. Eso hace prácticamente imposible cambiar cualquier norma. El acuerdo de gobernanza no es un tratado, y especifica que las decisiones se tomarán por mayoría simple, esto es por el voto de nueve de sus 17 miembros. Y los que votan son los estados, no los individuos, y por lo tanto no requiere de una consulta popular y los gobiernos deben acompañar las decisiones por más que hayan votado en contra. Están cerca de lograrlo. Es lo que llamo ‘un momento hamiltoniano’ porque es similar, con las diferencias históricas del caso, a lo que pasaba con esos Papeles Federales que escribió Alexander Hamilton, que sirvieron de base para la Constitución estadounidense.”
Bueno, muy bien profesor, pero ¿para qué quiero un gobierno europeo fuerte si va a aplicar políticas de ajuste, que hambrean a los países de Europa del sur mientras los banqueros de Europa del norte se llevan la plata?
“Por eso digo que puede ser una crisis mala porque por primera vez una crisis europea provoca una fractura clara entre los países ricos del norte y los pobres del sur, entre los cuales incluyo a Irlanda. Es la primera separación nítida entre ganadores y perdedores. En Europa del Norte la percepción es que tienen que pagar por la corrupción y la ineficiencia de Europa del sur, y no es el caso. Europa del sur fue víctima de fuerzas económicas que no pudo controlar.”
Insisto: ¿entonces por qué aplican las mismas recetas de ajuste que fracasaron en América latina en los ’90 por las razones que ya conocemos?
“Si fuera un economista con hielo en las venas te diría que sirve para deshacerse de estructuras ineficientes y garantizar el flujo de capitales externos.”
¿Puede darme algún ejemplo en que este esquema haya funcionado?
“Holanda en los años ’70 era la economía enferma de Europa y se dio vuelta con un programa de austeridad consensuado con todos los actores sociales para repartir el costo con la mayor equidad y achicar el impacto entre los más vulnerables. Una de las innovaciones que introdujeron fue el impulso al trabajo por horas (part-time), para incorporar a más mujeres al mercado laboral. Empezó como una cuestión de género pero tuvo un fuerte impacto en la economía. Los holandeses tuvieron que bajar salarios, redistribuir beneficios sociales y previsionales y flexibilizar el mercado laboral, pero en cinco o seis años salieron adelante. Algo similar ocurrió con Irlanda a fines de los ’70 y principios de los ’80.”
Pero en los ’70 la Unión Europea no se metía en las negociaciones entre los gobiernos y los actores sociales y por eso los acuerdos fueron posibles. Ahora Bruselas acaba de bocharle a España la posibilidad de achicar el déficit un poquito menos de lo establecido, para poder atender demandas internas. Es muy difícil negociar con la burocracia de Bruselas, sobre todo porque la sección económica está colonizada por tecnócratas formados en la banca internacional.
“¡Por eso digo que puede ser una crisis mala!”, contesta con su vozarrón de Coco Basile. “La UE carece de legitimidad democrática. Es una autocracia semiprivada de tecnócratas. Los acuerdos sociales se hacen más improbables bajo los estrictos parámetros de la gobernanza económica europea. Por primera vez aparece un quiebre entre el norte y el sur. La percepción y la confianza son muy importantes para la UE. Y sí, puede ser una crisis mala...”
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