EL MUNDO
› PAGINA/12 EN LA PRIMERA Y MASIVA PEREGRINACION A KERBALA EN 35 AÑOS
Cuando los chiítas se hicieron legión
Es el retorno de lo reprimido, y en gran forma: los chiítas de Irak, el 60 por ciento de la población, peregrinan hasta mañana desde Bagdad hasta su ciudad santa, Kerbala, lo que demuestra su nueva fuerza política. Página/12 los acompañó. Estos son sus testimonios.
› Por Eduardo Febbro
Treinta y cinco años de opresión, un día de repentina libertad. Hamid Hussein tiene los pies doloridos, unas ampollas enormes, cortes en las plantas de los pies y el empeine inflamado como una pelota. El hombre muestra sus heridas con un gesto orgulloso e infantil y recibe la aprobación de los demás peregrinos. Banderas desplegadas, afiches, cantos y la promesa de llegar a Kerbala alivian el dolor del anciano que emprendió ayer la marcha hacia la ciudad símbolo de los chiítas iraquíes. Bagdad-Kerbala son 120 kilómetros a pie caminados día y noche por una impresionante multitud que, por primera vez en muchos años, puede profesar su culto sin que las botas de Saddam Hussein aplasten la fe. Un flujo ininterrumpido de peregrinos sin más prendas que las que llevan puestas se dirige al sur desde hace cuatro días con destino a la ciudad santa de Kerbala a fin de conmemorar el martirio del Imán Hussein, personaje fundador del mito chiíta.
Las escenas que se ven hoy en la ruta entre Bagdad y Kerbala eran impensables hasta hace sólo dos semanas. El régimen saddamista tenía terminantemente prohibida cualquier manifestación y, sobre todo, si era protagonizada por los chiítas. De la multitud de caminantes emerge una fuerza que nace de la reafirmación de una identidad religiosa oprimida por los intereses políticos. A la salida de Bagdad, las rutas están tan colmadas de gente caminando que los autos no pueden avanzar. Sólo avanza la multitud que canta para acercarse a Dios y vencer el cansancio. “Cuando más cantamos y más caminamos, más cerca de Dios estamos”, dice un chiíta. Otro comenta que “estamos viviendo un día histórico. Somos libres de expresar nuestras creencias. En los tiempos de Saddam, venir a Kerbala significaba la muerte. Los hombres de Saddam nos hubiesen matado. Pero ahora, las autoridades religiosas (los ulemas chiítas) nos dijeron que podíamos venir”.
Puentes de la capital, periferia, autopistas, calles, no hay rincón de donde no converjan compactos grupos de peregrinos golpeándose el pecho con el puño. La gran mayoría de los caminantes de Bagdad vienen del suburbio chiíta de Saddam City, hoy llamado Al-Sadr. Pies desnudos para todos, túnicas tradicionales para otros o camisetas de fútbol se confunden en la interminable marea humana. Abdel tiene apenas 19 años y decidió unirse a la gente de su barrio para demostrar que “somos un mismo pueblo. Saddam Hussein nos dividió, fue él quien opuso a los sunnitas contra los chiítas. Pero ahora podemos demostrar que la división no existe, que todos miramos hacia el mismo Dios”. De manera regular, los peregrinos se golpean el pecho y el corazón en signo de duelo y lamento por la suerte del Imán Hussein, asesinado en Kerbala en el año 680 en el curso de una batalla contra el califato de Omeyyade. “Libertad, libertad, eres toda nuestra”, grita una mujer ante los periodistas. Attiya, el joven que va detrás de ella, explica que él decidió hacer el viaje “en nombre de mis padres, que son demasiado viejos para esto”.
Para los dirigentes chiítas, el peregrinaje que concluye este miércoles reviste un valor político en momentos en que los grupos de poder intentan acaparar el mayor espacio posible dentro del vacío que dejó el derrumbe del sistema instaurado por Saddam Hussein. Los dirigentes chiítas vienen reclamando desde hace una semana un lugar preponderante en el nuevo gobierno y exigiendo el fin de “la ocupación norteamericana”. Actualmente, las dos ciudades santas del sur de Irak, Kerbala y Najaf, están bajo el control de la 82ª División Aeroportada del Ejército norteamericano.Estacionada en los suburbios de Kerbala, la división no penetró en ninguno de los lugares santos. Lejos de las consideraciones políticas, los chiítas que salieron por las rutas tienen motivos más terrenales: “Vamos a rezar por el trabajo, la salud y nuestros hijos –dice un comerciante del centro de Bagdad–. El imán Hussein nos protege, alivia nuestros dolores, nos da la energía para continuar y nos guía hacia el futuro”, afirma un joven de 26 años vestido con una camiseta de fútbol.
Los peregrinos duermen bajo las estrellas, allí donde la noche los sorprenda, comen lo que se les da y “nunca estamos cansados”, dice Hamza. Por el camino, muchas de las casas que bordean la ruta se han abierto espontáneamente para recibirlos, lo mismo que las mezquitas. Una tonelada de arroz, una de tomates, tres vacas y dos corderos fueron consumidas a lo largo de un solo día en la cantina abierta a unos 10 kilómetros de Kerbala. “Nunca he visto en mi vida a tanta gente”, reconoce Mohammad Khazal, el dueño de la cantina.
En la inmensa explanada rodeada de palmeras, entre los dos mausoleos sagrados de Hussein y Abbas, una multitud vestida de negro pasea con banderas negras, rojas o verdes, los colores del duelo y del Islam. Adentro del mausoleo de Hussein, los peregrinos gira en torno de la tumba de oro y plata llenando el espacio con llantos o gritos.
Los fieles se observan con cierto asombro, como si no creyeran que están allí. Luego del levantamiento chiíta de 1991, Saddam Hussein había prohibido que los peregrinos fueran a pie hasta los lugares santos. A pesar del duelo que se conmemora, el clima es más de alegría que de pena. Afectada por la guerra al igual que todas las ciudades iraquíes, Kerbala recuperó parcialmente la luz y el agua corriente. Por paradójico que resulte, los chiítas, que piden el fin de la “ocupación norteamericana”, reconocen que “sin ellos toda esta libertad no sería posible”, según dice Ali, un habitante de Kerbala. Sin embargo, el jeque Kaazem al-Nassari, representante de Muqtada al-Sadr, descendiente de una influyente familia de religiosos, asegura que “el peregrinaje a Kerbala debe probar que los chiítas de Irak son mayoritarios y, por ende, que cuentan con derechos para dirigir el Estado. Este año, el peregrinaje servirá para mostrarle al mundo la injusticia de que fueron víctimas los chiítas, a quienes se les prohibió celebrar su rito”. Al-Nassari asegura que “nuestra oposición a la ocupación extranjera se expresará por medios pacíficos. Pero si a partir de un punto la no-violencia no da resultados, entonces se decidirá qué se debe hacer”.
El ejército norteamericano actúa con cierto nerviosismo frente al inédito desplazamiento de más de un millón de personas que convergen en un mismo punto. Ayer, los dirigentes chiítas lanzaron el rumor de que los agentes de Saddam Hussein preparaban atentados en la ciudad. Esos rumores no han llegado a oídos de los peregrinos que aún siguen en la ruta. “No me importaría”, dice uno de ellos, que agrega: “Saddam Hussein nos sacó la libertad de caminar y un hombre que no camina no es libre. Ahora sí. Nunca más nadie se interpondrá entre nosotros y nuestros ritos”.
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