EL MUNDO › OPINIóN
› Por Immanuel Wallerstein *
En 2012 habrá dos muy importantes y competidas elecciones presidenciales. En Francia, el 22 de abril, y en Estados Unidos, el 6 de noviembre. Virtualmente los mismos puntos están siendo debatidos en cada uno de estos países y casi de la misma manera. En ambos, los presidentes son las figuras políticas más poderosas. Pero hay una gran diferencia entre esas elecciones: no es una de ideología, sino de las reglas de la elección en sí. Diferentes reglas producen tácticas electorales sorprendentemente diferentes.
En ambos países existen dos partidos importantes que históricamente se presentan a sí mismos como una centroderecha que se opone a una centroizquierda. Los observadores de casi todas las convicciones políticas concuerdan en que las políticas reales de cada uno de estos partidos, una vez en el poder, no son muy diferentes. No obstante, existen algunas diferencias que cada uno considera cruciales, y éstas motivan que cada grupo puje ferozmente por las elecciones presidenciales.
En ambos países existe lo que podría llamarse una extrema derecha y una izquierda radical. La extrema derecha y la izquierda radical denuncian a los dos partidos centristas como compadres gemelos y llaman a formar plataformas políticas que sean realmente de izquierda o de derecha. Esto juega en cada país de modo bastante diferente, debido a los muy distintos sistemas electorales.
En Estados Unidos, la elección ocurre en cincuenta unidades separadas –los estados–, sobre la base de que el ganador en cada estado se lleva todo el estado, que cuenta para un número de votos específicos en lo que se conoce como colegio electoral. Este sistema hace muy difícil que un tercer partido tenga un impacto real en la decisión de quién resulta electo. Sin embargo, hay quienes no se inmutan con esto y lanzan candidatos de todas maneras. Algunas veces hacer esto afecta los resultados en unos cuantos estados, y como tal los resultados finales. Por ejemplo, en 2000 algunos analistas arguyeron que la candidatura de Ralph Nader robó los votos suficientes al candidato demócrata Al Gore, lo cual lo privó de la victoria en dos entidades. Por tanto, se ha dicho algunas veces, la candidatura de Nader tuvo como efecto que Bush saliera electo.
En el pasado, la extrema derecha en Estados Unidos tendía a abstenerse de participar a nivel electoral alegando que el Partido Republicano era demasiado liberal para su gusto. Pero hace unos veinte años este grupo decidió que el modo de afectar el resultado era entrar en el Partido Republicano y forzarlo, confrontando a los republicanos que eran demasiado centristas en las elecciones primarias al interior del partido, para que eligieran candidatos más conservadores. En los tiempos que corren, este grupo es ampliamente conocido con el nombre de Tea Party. Esta táctica de entrar ha sido bastante exitosa y el Partido Republicano se ha movido, de hecho, significativamente a la derecha en los últimos doce años, más o menos.
En Francia las elecciones funcionan de modo muy diferente. Por una razón: son nacionales, no hay subunidades electorales. Una segunda razón es que a menos que un candidato reciba más del 50 por ciento de votos, siempre hay una segunda vuelta electoral, en la que los dos partidos con los porcentajes más grandes en la primera votación son la única opción a elegir.
El sistema permite y de hecho alienta que grupos de todas las variedades políticas presenten un candidato presidencial en la primera ronda, dado que los votantes saben que pueden otorgar su voto a alguno de los dos partidos principales. La primera vuelta sirve como demostración de fuerza popular y afecta primordialmente, eso esperan, a las políticas del partido ganador después de la segunda ronda.
El sistema francés tiene una falla. Ambos partidos importantes tienen que contar con los suficientes votos para pasar al ballottage. En 2002, lo que fue algo excepcional, el partido de centroizquierda, los socialistas, quedó apenas atrás del partido de extrema derecha, el Frente Nacional, y fueron eliminados. Por tanto, este año los socialistas están enfatizando la importancia del vote utile (voto útil) para que no les vuelva a pasar. El trauma de 2000 para los demócratas en Estados Unidos es semejante al de 2002 para los socialistas en Francia.
¿Dónde nos deja esto? En Estados Unidos, el eventual candidato republicano se presentará como muy conservador gracias a las presiones del Tea Party y, por tanto, corre el riesgo de perder los votos de los llamados moderados, quienes son más centristas. El candidato demócrata, que será el presidente Obama, ha desilusionado a muchos de sus más ardientes simpatizantes al moverse contundente a la derecha durante su primer período. Ahora intenta ganarlos de nuevo con una plataforma más populista, pero preocupa que, en el proceso, pueda perder a alguno de los moderados republicanos desilusionados. En 2012 no se avizoran candidatos significativos de partidos menores.
En Francia, la situación es más complicada. Las encuestas actuales muestran que los dos candidatos de los partidos importantes –Nicolas Sarkozy, del partido de centroderecha, el UMP, y François Hollande, del partido de centroizquierda, los socialistas– van bastante parejos en la primera vuelta. Sin embargo, cada uno tiene poco menos del 30 por ciento de votos. El restante 40-50 por ciento se repartirá entre otros tres candidatos primordialmente: Marine Le Pen, del Frente Nacional, de extrema derecha; François Bayrou, del partido de centro-centro (que condena al UMP y a los socialistas por no ser lo suficientemente centrista), y Jean-Paul Melenchon (foto), del Frente de Izquierda, quien se las ha arreglado para convocar a la mayor parte de los votos de la izquierda radical, pese a la participación de un número de otros partidos de extrema izquierda en la elección.
Le Pen, Bayrou y Melenchon, hasta el momento, tienen en las encuestas entre 14 y 18 por ciento de votos cada uno. Entonces, ninguno parece probable para la segunda vuelta. El desempeño de Melenchon ha sido la gran sorpresa en las elecciones. Pero también existe la predicción de que si las encuestas muestran que Hollande baja demasiado, tal vez la mitad de sus actuales simpatizantes voten por Hollande en vez de por él para no arriesgar a que Le Pen o Bayrou saquen de la jugada a Hollande.
Sin embargo, si Melenchon consigue una gran votación y Hollande queda de todos modos en el ballottage, dos cosas serán ciertas. Una, esto será un claro mensaje a los socialistas de que se tienen que mover a la izquierda. Segundo, casi todos los que votaron por Melenchon sufragarán por Hollande en la segunda ronda. En la derecha, sin embargo, la mayoría de los votantes de Le Pen serán renuentes a votar por Sarkozy, y el Frente Nacional no lo recomendará. Si lo hicieran, minaría la base misma de su existencia.
El sistema francés parece funcionar mejor para la izquierda radical. El estadounidense, para la extrema derecha. Pero esto es, sobre todo, por las diferentes reglas electorales que poseen.
* De La Jornada de México. Especial para Página/12.
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