Mar 17.04.2012

EL MUNDO  › DURANTE LA CAMPAñA NO FUE TEMA LA DURA REALIDAD DE LOS BARRIOS POPULARES, QUE VIVIERON REVUELTAS EN 2005

De los suburbios se olvidaron en París

Desempleo, inseguridad, ausencia de infraestructuras adecuadas, pobreza, exclusión social y racial: los suburbios son otra Francia. En la periferia, la abstención va de la mano de la desatención de los políticos.

› Por Eduardo Febbro

Desde París

Hace mucho que no tenía noticias. La última vez que los vio pasar fue hace poco más de uno año, en marzo de 2011, cuando se celebraron las elecciones cantonales que ganó la izquierda. Ni antes ni después tuvo noticias concretas de que, para la clase política, los suburbios existían. Por eso se sorprendió cuando, hace unos días, encontró colgado en el picaporte de la puerta de su departamento un volante que decía: “Vote François Hollande 2012”. Samir vive desde hace unos 10 años en uno de esos monoblocks depresivos que llenan el paisaje de los suburbios de París y las grandes ciudades de Francia. “Los políticos –dice– son como los perros malos: se vuelven mansos cuando tienen hambre.” En su suburbio de Antony, los políticos no hacen muchas paradas. Entre cinco y ocho millones de personas, desempleo, inseguridad, ausencia de infraestructuras adecuadas, pobreza, exclusión social y racial, los suburbios son un país dentro de otro, una realidad aparte, otra dimensión que, en París, empieza después de cruzar el famoso Boulevard Periférico. “Aquí vivimos en un apartheid disfrazado”, dice Georges Rahdam mientras muestra con un amplio gesto del brazo las torres y los monoblocks de La Cité des 4000, en la localidad de la Courneuve, uno de los suburbios calientes de la capital francesa. En estas semanas de campaña electoral para las presidenciales de finales de abril y principios de mayo, los candidatos dieron una vuelta por los suburbios. El resto del trabajo lo hacen los militantes, que operan “puerta por puerta” en la pesca de los votos. “Pero somos invisibles. En 2007, el tema de los suburbios estuvo presente en la campaña. Ahora somos los olvidados de la fiesta democrática”, constata Samir.

Basta con dar una vuelta por Clichy-sous-bois, el suburbio desde donde partió en 2005 la revuelta de los barrios, para sentir que el tiempo se ha detenido: nadie ha venido a mejorar la vida de esta localidad donde la mitad de los 30.000 habitantes tiene 35 años y en donde el desempleo afecta al 40 por ciento de la población. Escaleras sucias, ascensores rotos, buzones destrozados y los muros cubiertos con una interminable letanía de pintadas e insultos ofrecen una radiografía instantánea del estado de la población: “Sarko, Marine (Marine Le Pen, la candidata de la extrema derecha), Hollande, todos podridos”, dice un graffiti pintado en negro. Aziz, un vecino de Clichy, dice, lleno de cólera: “Ellos se van a comer al Ritz (hotel de cinco estrellas), nosotros comemos arroz”. En francés, es un juego de palabras entre Ritz y Riz –arroz–. Hace unas semanas, la asociación AC-Le Feu ocupó un hotel parisiense para instalar allí “el ministerio de la crisis de los suburbios”. Mohamed Mechmache, presidente de esta asociación que agrupa a los habitantes de los suburbios, explicó que si “los candidatos a la elección presidencial no cruzan el Periférico, nosotros venimos hasta donde están ellos”.

Selma Merabtine, una habitante de Clichy-sous-bois y militante en AC-Le Feu, reniega por “la escasa importancia que nos dan. La abstención en los suburbios nace de esa indiferencia de los políticos. Como nadie atiende nuestros pedidos y nuestra situación, entonces no votamos”. La ocupación del hotel alcanzó su meta: el candidato socialista François Hollande visitó el local ocupado y Nicolas Sarkozy, presidente en ejercicio y candidato a su reelección, envió dos emisarios. AC-Le Feu pidió lo mismo que todos los suburbios: “Trabajo, escuelas, transportes y una política habitacional coherente”, explica Mohamed Mechmache. El responsable de AC-Le Feu lamenta que el tema de los barrios populares haya sido dejado totalmente de lado en la campaña. Fatima Hani, secretaria general de AC-Le Feu, reconoce que, por lo general, cuando se “habla de los barrios populares es para mirarlos como lugares inseguros, donde hace falta represión y no desarrollo. Después, la tentación de mezclar inmigración con inseguridad gana terreno. Así convierten una tema central de la agenda política en una mera cuestión de oportunismo electoral”.

La gente oriunda de los suburbios sufre una discriminación brutal. “El hecho de tener un nombre árabe y de estar domiciliado en un suburbio con mala fama basta para que nos rechacen en un trabajo”, cuenta Albert Rahmed, un joven vecino de Clichy que hace un año estrenó su diploma de ingeniero en sistemas sin encontrar trabajo. “Mucha gente se consigue un domicilio falso en París o en un lugar con mejores referencias”, dice Rahmed. Aquí, la vida es dura, solitaria, aislada. La inseguridad se palpa a cielo abierto. En las entradas de los edificios un montón de jóvenes pasan el día vendiendo droga, provocando a los transeúntes, buscando pelea con el primer perro que pasa. “No hay trabajo ni nada que hacer. Es un ghetto de miseria”, dice Ahmad Chibil. Apenas 27 años, un cuerpo de atleta, un diploma de analista financiero de primera categoría pero sin trabajo. “Vivir en un suburbio malafamado es una condena. En el tren te para la policía, en la calle te para la policía, en moto te para la policía. Y si te preguntan qué hacés y decís que tenés un diploma y estás buscando trabajo, nadie te cree. Te toman por un ladrón. El mes pasado, a las seis de la tarde, unos policías me dijeron: ‘No tenés cara de diploma’.” Las asociaciones que agrupan a los habitantes de los llamados “barrios populares” están cambiando su posición. “Esta vez será distinto”, asegura Ahmad. Con AC-Le Feu a la cabeza, otras tantas asociaciones se lanzaron en un tour por toda Francia para hacer aprobar las 23 propuestas que les sometieron a los candidatos. Después de las elecciones piensan convertir las asociaciones en un movimiento político específico de los suburbios. “Tal vez sea mejor así –dice Ahmad–. Hemos perdido todas las esperanzas, sólo nos queda la acción colectiva como horizonte.”

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