EL MUNDO › VEINTISEIS MUERTOS EN LA TOMA DE UN HOTEL POR PARTE DE UN COMANDO TALIBAN
El comando talibán estaba fuertemente armado con lanzagranadas y ametralladoras y atacó el hotel en el momento en que se estaba celebrando una fiesta privada. Se negó a rendirse pese a verse rodeado por cientos de efectivos de la OTAN.
Un comando talibán realizó ayer una toma de rehenes en un hotel ubicado en las afueras de Kabul y se negó a rendirse pese a verse rodeado por cientos de efectivos de la OTAN y policías, lo que generó un violento enfrentamiento armado que provocó 26 muertes, entre ellos 15 civiles. El jefe de policía de la capital, Ajub Salangi, informó que entre los muertos se cuentan los siete atacantes, 15 civiles, tres militares de la OTAN y un policía.
Según las autoridades, en el momento del ataque, que se produjo durante la noche, había entre 350 y 400 personas en el hotel Spozhmai, ubicado junto a un lago en Qargah. El comando talibán estaba fuertemente armado con lanzagranadas y ametralladoras y atacó el hotel en el momento en que se estaba celebrando una fiesta privada. Muchos de los huéspedes escaparon del hotel saltando por la ventana hacia el lago que rodea el complejo recreativo, pero algunas de las víctimas que no lograron hacerlo fueron ejecutadas a sangre fría.
Salangi informó que cuando el comando talibán entró al hotel Spozhmai al principio la policía no atacó por miedo a dañar a los huéspedes. Por eso, numerosas personas quedaron atrapadas y tuvieron que esperar horas para ser rescatadas, algunas de las cuales fueron tomadas como rehenes. “Los insurgentes usaron a los civiles como escudos humanos”, dijo un portavoz del Ministerio del Interior.
“En un balcón con vista al lago había una torta de cumpleaños medio comida, rodeada de una docena de sillas vacías. En el suelo yacía un joven con el pecho acribillado a balazos que ya había lanzado su último suspiro. Como numerosas víctimas, estaba vestido a la moda occidental”, afirmó una periodista. En el interior del hotel Spozhmai, el establecimiento más lujoso de la región, manchas de sangre y vidrios rotos cubrían el piso de la principal sala de fiestas, donde yacían los cuerpos de tres jóvenes, muertos a balazos cuando se aprestaban a beber unas gaseosas.
Un hombre, por su parte, lloraba junto al cuerpo de su sobrino: “Ayer me dijo que vendría aquí para pasar una tarde agradable. Ahora está muerto”, gritaba. “Me arrojé al piso, pero vi cómo las balas derribaron a un hombre, su esposa y su hijo, que estaban en una mesa próxima a la mía. No creo que hayan salido con vida”, dijo un sobreviviente, que se identificó como Sharifulá.
La acción de las fuerzas armadas comenzó al amanecer y en el enfrentamiento hubo un duro intercambio de disparos de los talibán con fuerzas afganas y de la OTAN. Un portavoz de la misión internacional ISAF confirmó que los afganos recibieron apoyo de los soldados extranjeros, pero que ellos estuvieron al mando.
El comandante de las tropas estadounidenses de la OTAN en Afganistán, el general John Allen, acusó ayer en un comunicado a la red Haqqani, con sede en Pakistán, de haber organizado este ataque. “Las fuerzas de seguridad nacional afganas y fuentes de la coalición militar reconocen que este ataque lleva la firma de la red Haqqani, que continúa atacando y matando a afganos inocentes y violando descaradamente la soberanía afgana desde la seguridad de Pakistán”, afirmó. “Es un crimen contra la Humanidad porque atacaron a mujeres y niños que estaban en una fiesta. Allí no había ni un solo soldado”, declaró el jefe de la Unidad de Investigación de la Policía, Mohammad Zahir, a la agencia de noticias Europa Press.
Los talibán afganos reivindicaron la autoría del ataque. Zaibhulá Mujahid, un portavoz de los insurgentes, declaró que “sus mujaidines habían atacado ese hotel porque personas de alto nivel procedentes de las embajadas, de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad de la OTAN) o de la administración de Kabul se reúnen allí todos los jueves para celebrar ‘fiestas desenfrenadas’ con bebidas y prostitución”.
Qargah es un destino popular para excursiones por su ubicación junto a un lago, a unos 20 kilómetros al oeste de Kabul, y la clase alta afgana suele pasar sus vacaciones allí. Sus hoteles y restaurantes son frecuentados por funcionarios, políticos y empresarios, sobre todo los jueves por la noche. Los ataques suicidas son uno de los recursos habituales que emplean los insurgentes talibanes en su lucha contra el gobierno afgano y las tropas internacionales desplegadas en el país, aunque muchas de las víctimas son civiles. La violencia recrudeció en Afganistán en los últimos años con la retirada de la OTAN, en julio pasado, en un proceso que concluirá en 2014, cuando el ejército afgano tome el control de la seguridad en todo el país, según el plan previsto.
El ataque de Qargah es una nueva bofetada para las autoridades afganas y la coalición. Demuestra que los talibanes pueden atacar donde y cuando quieren, incluyendo a los alrededores más prestigiosos de Kabul, pese a la protección de los policías que se encuentran allí durante todo el año.
El miércoles un suicida detonó su carga explosiva en un mercado en el este del país junto a una patrulla de la OTAN y mató a tres soldados estadounidenses y a numerosos civiles afganos y, a principios de junio, murieron al menos 25 personas en un doble atentado en la sureña Kandahar.
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