EL MUNDO › LLEGARON A MADRID DESDE EL NORTE PARA PROTESTAR CONTRA EL AJUSTE
Los doscientos mineros regresaron a sus hogares tras la represión y sin ser recibidos por el ministro de Industria, Energía y Turismo. Reclaman que sigan llegando las ayudas al sector y que no se implemente el recorte del 64 por ciento.
› Por Adrián Pérez
Madrid arropó por veinticuatro horas a doscientos mineros que peregrinaron a la capital para protestar contra la tijera del gobierno de Mariano Rajoy, que recorta en un 64 por ciento la ayuda al sector. La solidaridad y el entusiasmo que despertó en esa comunidad la #marchaminera, que llegó desde Asturias, Castilla y León y Aragón, fue sometida en el mediodía español a la brutalidad policial. El abrazo a los mineros se partió cuando la Guardia Civil reprimió la manifestación, dejando un saldo de 76 heridos leves (43 manifestantes, 32 policías y un fotógrafo asturiano, según Emergencias Madrid). La Jefatura Superior de Policía de esa ciudad, por su parte, confirmó que tras los incidentes hubo siete detenidos. Dos fotos inundaron las redes sociales, como un virus, denunciando el ensañamiento: la de una mujer detenida por la policía, con la cabeza ensangrentada por los bastonazos, y una niña de diez años que llevaba tatuada en la espalda la marca de un pelotazo de goma, lanzado por un miembro de la Guardia Civil. A las piedras y los petardos que volaron contra la fachada del Ministerio de Industria, los antidisturbios contestaron con sus cachiporras. Los mineros regresaron ayer a casa, desde el epicentro político de España, sin ser recibidos por el ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria.
Cristian Menéndez, integrante de la Marcha Negra –como se bautizó a la caminata minera que comenzó hace más de dos semanas en el norte de la península ibérica–, señala en diálogo telefónico con Página/12 que el balance es positivo por el compañerismo cosechado en las calles de Madrid. Pero, por otro lado, se molesta porque no obtuvieron respuesta del gobierno. “Los compañeros siguen encerrados y no sé hasta qué punto llegaremos”, se pregunta el joven de 24 años. En rechazo al ajuste de Rajoy, tres mineros se recluyeron bajo tierra en el pozo Candín, yacimiento ubicado en la cuenca de Nalón; otros tres se aislaron en el pozo Santiago, en la cuenca del Caudal. Los obreros del carbón están enterrados, hace 45 días, a 750 metros de profundidad. La comida baja en dos o tres jaulas y una vez al día son visitados por un médico.
Hace dos años y ocho meses que el joven asturiano es minero de la empresa estatal Hunosa, donde comparte tareas con otros 2000 mineros. El sueldo promedio es de 1200 euros por siete horas diarias de trabajo. Heredó el amor por la minería de sus abuelos y de su padre. “Vamos a seguir realizando cortes de carreteras y para el 19 de julio haremos una huelga general en toda España”, anuncia Menéndez, y protesta por la campaña orquestada desde el Ejecutivo español para mostrarlos como violentos. “Ellos dicen que somos terroristas, nosotros sólo impedimos el paso de vehículos en los cortes. Cuando llega la policía –explica– comienza a lanzarnos botes de humo y pelotas de goma y nosotros les respondemos con voladores (un palo de madera que en su extremo lleva un petardo) o arrojándoles piedras con tirachinas (gomeras) de plástico o madera.”
El minero despega a sus colegas de los incidentes en Madrid y afirma que los trabajadores no tuvieron nada que ver. “No hubo detenidos mineros”, sostiene. Una de sus compañeras fue golpeada en una oreja por una pelota de goma. En el hospital donde fue atendida le dijeron que podía perder el tímpano. La violencia del Estado se trasladó en los últimos días al mismísimo corazón del carbón. “Como la policía no consigue agarrar a nadie en los cortes de carreteras, intenta meterse a los pueblos y cazar al primero que pasa”, denuncia el joven asturiano. Cinco de sus vecinos, “que no tienen nada que ver con la minería, pero que están a favor de la protesta”, fueron detenidos el viernes. Hace una semana y media los guardias del orden lanzaron pelotas contra otros vecinos, las que hirieron a una niña de diez años en la mandíbula y a su madre. “En Ciñera, León, se están librando las batallas más duras, donde la Guardia Civil ingresa a las casas sin ninguna autorización”, completa.
Antes de despedirse de Madrid, Rafael López confiesa estar “un poco cansado”, pero “muy bien de ánimo”. Hace quince años que trabaja en la explotación del carbón, en la cuenca aragonesa de Mequinenza. Como bandera, López remarca que la principal demanda es que sigan llegando las ayudas que se firmaron durante el anterior gobierno socialista, consensuadas a nivel europeo, y que no se implemente el recorte anunciado del 64 por ciento. “Tuvimos dos o tres reuniones en las que el ministro Soria quiso hablar con empresas y sindicatos, pero nunca se llegó a ningún acuerdo. El gobierno de Rajoy no plantea nada, sólo quiere imponer los recortes y nada más”, lanza el minero de 40 años y apura: “Si no podemos llegar a una negociación, seguiremos reivindicando nuestra pelea y llevando adelante nuestra lucha”.
Hace dos meses que los trabajadores no llevan dinero a sus casas. Sin embargo, el apoyo de las mujeres del carbón fue clave para mantener el reclamo minero. “En Asturias y Aragón nuestras esposas se han unido a la lucha”, comenta López. “¡Joder, que son las que nos quieren!”, agrega. “Imagina que en donde tú vives, todo el mundo depende de la minería, y que a todo el mundo le llega la noticia de los recortes y de las empresas que cierran”, pide a este cronista. Y demanda comprensión cuando dice que “algunos creen que somos privilegiados porque nos jubilamos antes de los 50 años. En España hay muchos empleados de Telefónica, de Endesa, trabajando con gente a su lado, con luz solar, mientras nosotros lo hacemos en un agujero donde el techo se nos puede caer en la cabeza en cualquier momento”, concluye.
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