Dom 15.07.2012

EL MUNDO  › ESCENARIO

Miedo al futuro

› Por Santiago O’Donnell

A cuatro meses de las elecciones en Estados Unidos, demócratas y republicanos pelean por el sistema de salud. Mejor dicho, pelean por el voto, usando como argumento el sistema de salud, dos candidatos a presidente que piensan parecido e hicieron más o menos lo mismo cuando les tocó actuar.

Esta semana la Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, aprobó un proyecto de ley para anular la reforma sanitaria que el presidente Barack Obama había promulgado en el 2010 con el voto de los demócratas. Pero para anular la reforma haría falta la media sanción del Senado, donde los demócratas son mayoría, y por lo tanto difícilmente vaya a suceder. No importa, chisporroteos de la campaña. Para que se entienda: Mitt Romney, el candidato de los republicanos, dijo que la reforma sanitaria de Obama es un desastre y que lo primero que va a hacer si lo eligen presidente es firmar un decreto suspendiéndola. Inmediatamente después, agregó, se va a poner a trabajar con el Congreso para sacar una ley que la elimine definitivamente.

Pero Romney fue además gobernador de Massachussetts, estado que durante su mandato se convirtió en el pionero de la reforma sanitaria. La reforma del republicano Romney del 2005 luego fue replicada a nivel nacional por el gobierno demócrata en el 2010. Ambas reformas crean un sistema de gerenciadoras-reguladoras (“Exchanges”) a nivel estatal. Esas gerenciadoras obligan a las prepagas a aceptar personas con enfermedades preexistentes y les prohíbe elegir a sus clientes por nivel adquisitivo. Además crean un programa de subsidios progresivos para que la clase media baja (125 por ciento a 400 por ciento por encima del nivel de pobreza) pueda acceder a un plan y un sistema de multas para los empleadores y trabajadores que no se anoten en un plan de salud, ya sea en “Exchange” o para los más pobres el plan Medicaid.. Tanto la reforma de Obama como la de Romney crean paneles para evaluar los aumentos de precios y la calidad de los servicios. En ambos casos las gerenciadoras dividen los planes de salud en tres o cuatro categorías según el nivel de prestaciones, permitiendo que los usuarios comparen y elijan el que más les conviene, abriendo la competencia en un sector que funcionaba casi como una compañía eléctrica, donde el usuario medio tiene pocas posibilidades de elegir.

Para Obama, aprobar la reforma fue el mayor triunfo legislativo de todo su gobierno. Desde hace 75 años que los presidentes demócratas intentan aprobar una reforma como la que aprobó Obama. El último en intentarlo sin éxito fue Bill Clinton en 1993. La reforma sanitaria es también el rasgo distintivo de la gobernación de Romney, un republicano moderado que entonces gobernaba un estado tradicionalmente demócrata, a tal punto que es el bastión de la dinastía Kennedy. Hasta ahora sólo Hawai ha logrado una reforma comparable a la de Massachussetts, aunque no tan abarcativa. Pero ahora que Romney es el candidato presidencial y busca el apoyo de electorados mucho más conservadores, su discurso se acomoda a las circunstancias.

“Desafortunadamente la transformación del sistema de salud impulsado por Obama nos lleva en la dirección equivocada”, explica la página web de Romney. “La ley, de más de 24.000 páginas, depende de una densa red de regulaciones, costos, subsidios, impuestos, gerenciadores y paneles de control de calidad para darle al gobierno federal un control extraordinario sobre cada rincón del sistema de salud. Los costos son conmensurables: el plan de Obama agrega diez mil millones de dólares en nuevos costos médicos. Para pagarlos sube impuestos por cinco mil millones a un arco que va desde familias de clase media hasta innovadores fabricantes de instrumental médico y después recortó cinco mil millones del programa de salud para jubilados (Medicare).”

Pero se sabe, se hicieron muchos estudios al respecto, que el sistema de salud de Estados Unidos es el más caro del mundo y que varios países ofrecen coberturas más completas y mejor servicio a un precio considerablemente menor al que pagan los estadounidenses. También se sabe, porque se hicieron otro montón de estudios que así lo demuestran, que el sistema de salud pública estadounidense iba camino a la bancarrota porque nadie les ponía un techo a los precios que cobraban los prestadores y las aseguradoras. El sistema Medicaid para los pobres sufre por la crisis de desempleo y el desfinanciamiento de los estados, que son socios del gobierno federal. Mientras tanto, el sistema Medicare para jubilados padece el crecimiento en la expectativa de vida y la llegada a la mayoría de edad de su generación más numerosa, llamada “baby boom”, de los nacidos después de la Segunda Guerra Mundial.

Según la Oficina Presupuestaria del Congreso, la reforma de Obama le va a ahorrar 138 mil millones de dólares al gobierno federal en los próximos diez años. ¿Cómo? Al extender la cobertura a 30 millones de estadounidenses agranda el mercado. Al generar competencia y regular los aumentos, se bajan los costos. Al imponer impuestos a los planes de salud más caros, a las empresas de salud que facturan más de cinco millones de dólares, y a los tratamientos de belleza estética como el bronceado artificial, se recauda más.

Entonces, ¿qué están discutiendo Obama y Romney? El mes pasado la Corte Suprema confirmó la legalidad de la reforma, puesta en litigio por 26 estados y numerosos individuos y representantes del Partido Republicano. Según explicó el presidente de la Corte, John Roberts, al anunciar el fallo, el principal tema a resolver había sido el poder del Estado de obligar a las personas a comprar cobertura médica a través de multas impositivas. Los litigantes dijeron que ninguna autoridad puede obligarlos a realizar una transacción comercial, como es la compra de un seguro médico privado. El gobierno contestó que necesitaba que las personas pudientes y saludables participen, para ayudar a las más necesitadas. Por cinco votos a cuatro, la Corte decidió que sí se podía cobrar la multa porque la multa era como un impuesto. Y como el gobierno puede cobrar impuestos y es el Congreso y no la Corte quien regula el comercio entre los estados, entonces la Corte decidió que, salvo algunas cositas, la reforma era legal, concluyó Roberts.

Mientras tanto algunos aspectos de la reforma entraron en vigencia. Por ejemplo, entró en vigor la prohibición a las prepagas de fijar un tope anual o de por vida a las prestaciones cubiertas por el seguro de salud. También rige la prohibición de rechazar clientes por condiciones preexistentes. Según la congresista demócrata Nancy Pelosi 19 millones de madres embarazadas ya se han beneficiado.

Pero acá viene el chiste. Las partes más importantes de la reforma, como el sistema de gerenciadoras estatales, recién arranca en el 2014. Por lo tanto hasta la fecha el único estado (además de Hawai) que goza de los beneficios de un “Exchange”, de libre competencia con topes, planes universales y cobertura obligatoria, con subsidios progresivos y una tasa de cobertura de cerca del 90 por ciento, es el estado de Massachussetts. gracias a la reforma que impulsó y promulgó Romney.

Pero nadie habla en la campaña de las similitudes y las diferencias entre la reforma de Romney y la reforma de Obama. Lo que se discute es la intervención del estado para subsidiar a los pobres en un país que les hace culto a las libertades individuales. Para Romney, no es lo mismo hacer algo en el pequeño estado de Massachussetts que extenderlo a lo largo y lo ancho del país. Lo explica así: “El plan de Obama era impopular cuando se aprobó y sigue siendo impopular, porque los ciudadanos estadounidenses reconocen que si el gobierno toma el poder sobre el sistema de salud, ese es el enfoque equivocado. Mientras el plan de Obama podrá generar nuevos derechos para los usuarios del sistema, solo empeora los problemas existentes. ¿Cuándo fue la última vez que un programa estatal masivo bajó costos, mejoró eficiencia o mejoró la consistencia de un servicio? El plan de Obama viola el principio básico de la medicina: No Harás Daño. (La reforma) hará de Estados Unidos un lugar menos atractivo para practicar la medicina, desalentará inversiones de innovadores en tecnología que salva vidas, y restringirá la libertad de elección de los consumidores”.

El plan de Obama no será del gusto de los innovadores empresarios y sus lobbistas en el gobierno que gestaron el sistema de salud más caro del mundo y lo ordeñaron hasta dejarlo a un paso de la bancarrota. Pero algo había que hacer por los millones de estadounidenses que no tienen seguro médico, por los millones que aún con seguro médico se funden porque la prepaga no cubre sus remedios y tratamientos, y por los millones en riesgo de perder su cobertura por el descalabro financiero en las cuentas de Medicare y Medicaid.

Este viernes en el New York Times, Peter Baker escribió que en esta campaña Romney y Obama se la pasan discutiendo el pasado. Obama hurga en el pasado empresario de Romney y Romney revive la batalla por la reforma sanitaria, esa que ya había ganado Obama, redondea el analista. Puede ser. No es un momento fácil para Estados Unidos, después de las guerras y la recesión. Se vienen tiempos difíciles, de decisiones complicadas para un país adicto a ganar. Por eso demócratas y republicanos se pelean reviviendo viejas peleas, como dos amantes que se aferran al pasado porque el futuro se abre y les da miedo.

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