Mar 14.08.2012

EL MUNDO  › EL VATICANO ENJUICIARá AL MAYORDOMO DE BENEDICTO Y A UN TéCNICO INFORMáTICO

“Cumplí el rol del Espíritu Santo”

El mayordomo del Papa, promotor del escándalo en el Vaticano, dijo que reveló documentación secreta inspirado en el Espíritu Santo y será juzgado por robo al igual que el técnico informático Claudio Sciarpelletti.

› Por Elena Llorente

Desde Roma

El ex mayordomo del Papa Paolo Gabriele, arrestado en mayo por haber presuntamente sustraído documentos secretos del departamento de Benedicto XVI, será juzgado por la Justicia vaticana bajo la acusación de “robo agravado”. Pero lo que causó más sorpresa ayer durante la rueda de prensa, en la que el portavoz del Papa, padre Federico Lombardi, explicó todos los particulares de esta decisión de la Justicia vaticana, fue que otra persona, de la que nunca se había tenido muchas noticias hasta ahora, también será procesada. Se trata de un técnico informático que trabajaba en la Secretaría de Estado Vaticana –sede del virtual primer ministro vaticano, cardenal Tarcisio Bertone–, Claudio Sciarpelletti, acusado de encubrimiento, por haber ayudado a su amigo Gabriele.

Nada sucederá, en cambio, se dijo en la rueda de prensa, al “padre espiritual” de Gabriele nombrado sólo con la letra B, presuntamente un sacerdote, a quien Gabriele entregó una caja con varios documentos, pero que B “destruyó sin leer porque se dio cuenta de la gravedad del hecho”, es decir que se trataba de un hecho ilegal, explicó Lombardi. El portavoz vaticano destacó asimismo “la voluntad de transparencia y de autonomía de la magistratura vaticana”.

No pocos en ambientes periodísticos daban por seguro que Paolo Gabriele sería juzgado como el único culpable, transformándolo en un chivo expiatorio de un asunto mucho más grande que él, y que se habría puesto así un punto final al llamado Vatileaks, que ha dado que hablar a medio mundo y provocado unos cuantos dolores de cabeza a la Santa Sede. Pero después de casi tres meses de investigaciones, a las que colaboró una especial comisión de cardenales nombrada por el Papa, el juez de instrucción del Vaticano, Piero Antonio Bonnet, decidió que Gabriele y Sciarpelletti serán los dos primeros enjuiciados, pero que la investigación no termina aquí. Esto hace suponer, aunque Lombardi no lo dijo expresamente, que personajes como el periodista Gianluigi Nuzzi, que gracias en gran parte a esos documentos publicó su último libro, Su Santidad. Las cartas secretas de Benedicto XVI, podría estar incluido en la lista de los personajes contra los cuales en los próximos meses apuntará el Vaticano. Claro, en el caso de Nuzzi, siendo ciudadano italiano –a diferencia de Gabriele que es ciudadano vaticano–, se requiere una rogatoria internacional dirigida a las autoridades italianas, que podría incluir un pedido de extradición o, al menos, la posibilidad de interrogarlo.

En una concurrida conferencia de prensa y luego de que se hubiera entregado a los periodistas la copia de los documentos oficiales de los jueces vaticanos, Lombardi explicó que en un primer momento los testigos –varios de ellos aparecen nombrados en los documentos sólo con una inicial por cuestiones de privacidad– fueron interrogados por el secretario privado del pontífice, Georg Ganswein, uno o dos días después de que apareciera publicado el libro de Nuzzi en mayo. Así se concentraron las sospechas sobre Gabriele que luego, por decisión judicial, fue arrestado. Su departamento, dentro de los muros vaticanos, fue allanado, así como su oficina en Castel Gandolfo, la residencia veraniega del Papa fuera de Roma y donde él pasaba también temporadas acompañando al pontífice. Allí se encontraron numerosas fotocopias de documentos, además de un cheque a nombre del Papa por valor de 100.000 euros, una pepita de oro y un libro del siglo XVI, todos regalos hechos a Benedicto XVI y que él supuestamente debía colocar en el lugar correspondiente. Algunos días después, Gabriele brindó una confesión voluntaria, reconociendo haber fotocopiado esos documentos para entregarlos a Nuzzi, pero no por dinero. “Aun cuando la posesión de esos documentos es ilícita, creí que era importante hacerlo, empujado por varias razones”, dijo Gabriele en la confesión citada en los documentos vaticanos. “Consideraba que el Sumo Pontífice no estaba correctamente informado sobre algunos hechos”, añadió. Y más adelante: “Viendo que el mal y la corrupción se difundían por todas partes dentro de la Iglesia, estaba seguro de que un shock, incluso en los medios de difusión, habría sido saludable para colocar a la Iglesia en el justo camino... Yo pensaba que en la Iglesia ése era el rol del Espíritu Santo, por el cual me sentía en cierta forma invadido”.

Tal vez esta confesión, en la que se autodefine casi como un enviado del Espíritu Santo, llevó a los jueces a pedir la opinión de algunos peritos, psicólogos y psiquiatras sobre el estado de salud mental de Gabriele. Entre las consideraciones de los expertos se destaca que el ex mayordomo “no es un sujeto socialmente peligroso”, pero sí inestable, sugestionable, con sentimientos de grandeza, con una personal idea de justicia y necesidad de ser estimado. Por lo cual el promotor de Justicia vaticano, Nicola Picardi, a cargo del cual estuvo la primera parte de la investigación, considera que teniendo en cuenta además que era “muy crítico” de algunos personajes y asuntos dentro del Vaticano, podría estar motivado para seguir cometiendo el mismo delito. Lo que deja suponer que, cualquiera sea el resultado del proceso que deberá enfrentar Gabriele, muy probablemente no podría jamás volver a ser miembro de la “familia pontificia”, como se llama a los más estrechos colaboradores del pontífice. Testigos interrogados y que conocían a Gabriele desde hace mucho tiempo, lo definieron, en cambio, como muy creyente, comprometido, inteligente y capaz de cumplir con sus obligaciones con discreción.

En cuanto a Sciarpelletti, al parecer sus declaraciones a los jueces fueron contradictorias, mezclando en la historia a otros personajes que los documentos vaticanos sólo mencionan con iniciales, y reconociendo haber recibido fotocopias de documentos secretos de Gabriele, que fueron encontrados en un cajón de su escritorio.

Las acusaciones de “robo agravado” contra Gabriele y de “encubrimiento” contra Sciarpelletti podrían no ser las únicas, aunque lo son por ahora, en tanto los jueces sólo han podido encontrar pruebas en estos dos campos. Pero no está dicho que cuando se reabran las investigaciones, no antes del 20 de septiembre, puedan surgir otras cosas.

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