Vie 06.06.2003

EL MUNDO  › COMO SE PRESIONO A LA CIA Y AL MI5 PARA QUE MINTIERAN SOBRE SADDAM HUSSEIN

Ultimas armas de desaparición masiva

Por Enric González *
Desde Washington

El vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, realizó el pasado año numerosas visitas a la CIA para interesarse por la información disponible sobre armas de destrucción masiva en Irak. La presencia del vicepresidente, altamente inusual, hizo que los analistas del servicio de espionaje se sintieran presionados y, en algunos casos, creyeran entender que el gobierno exigía de la CIA unas conclusiones que respaldaran la guerra. El presidente George W. Bush afirmó ayer que las presuntas armas iraquíes seguían siendo buscadas y prometió que diría “la verdad”, aunque no dijo cuándo. Todo esto se supo mientras un ataque dejaba un norteamericano muerto y 7 heridos en Bagdad, y el mando estadounidense afirmaba que prohibirá toda incitación a la violencia en el país, incluyendo las que provengan de las mezquitas.
La presión ejercida por Cheney sobre la CIA fue revelada ayer por The Washington Post. El vicepresidente y su jefe de gabinete, Lewis Libby, asumieron en agosto pasado un papel protagónico en la campaña de acusaciones contra Saddam Hussein, que desembocó en guerra en marzo de este año. Mientras Cheney y Bush hablaban en sus discursos de la amenaza iraquí, de que Saddam podía disponer de una bomba atómica en poco tiempo, de que almacenaba cantidades industriales de armas químicas y biológicas y de que sus aviones teledirigidos tenían a “Estados Unidos como objetivo”, afirmaciones falsas o al menos muy dudosas, el vicepresidente pedía a los analistas de la CIA que avalaran su mensaje belicista. Cheney y Libby “enviaron señales, intencionadas o no, de que esperaban de nuestra parte unas conclusiones determinadas”, dijo al Post, bajo condición de anonimato, un alto funcionario de la CIA. A esto se sumaron las revelaciones de David Shayler, un ex agente del MI5 británico, que dijo a la BBC que los servicios de su país consideraban “injustificada” una guerra contra Irak.
El Pentágono, insatisfecho ante las reservas y las dudas de la CIA, creó por su parte un grupo de espionaje propio que, basándose en declaraciones de exiliados y desertores, avaló las posiciones a favor de la guerra del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y del subsecretario Paul Wolfowitz.
George W. Bush, que ayer sobrevoló Bagdad en su viaje de retorno a Washington, se desentendió durante una breve escala en Qatar de la polémica sobre la veracidad de sus afirmaciones previas a la guerra. “Seguimos buscando (las presuntas armas prohibidas) y revelaremos la verdad”, dijo. En una arenga a las tropas estadounidenses estacionadas en Qatar, el presidente habló poco de armas de destrucción masiva, aunque comentó que Irak ya no serviría nunca “como arsenal para terroristas”, y se refirió al hallazgo de dos camiones potencialmente utilizables como laboratorios móviles, aunque sin rastro de productos prohibidos, como “prueba” de la veracidad de las afirmaciones de su gobierno. Bush habló mucho más de la liberación de los iraquíes, el argumento que prefiere esgrimir ahora como justificación de la guerra. “El mundo está descubriendo las fosas comunes y las cámaras de tortura. Gracias a ustedes –dijo a los soldados–, la dignidad de una gran nación ha sido restaurada”.

* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.

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