Lun 28.01.2013

EL MUNDO  › OPINIóN

Sobre las olas del continente

› Por Fander Falconí *

El Ecuador navega firme porque tiene en el horizonte un puerto muy claro: la Patria Grande. Desde el año 2007, luego del triunfo de la Revolución Ciudadana, la historia ecuatoriana tuvo un golpe certero de timón, que recuperó la dignidad y el verdadero sentido de la política, mediante la decisión genuina de su pueblo. Hoy más que nunca, el país ha logrado constituir, con su proceso y experiencia democrática, una fuerza que aporta a la construcción de la identidad y la unidad de América latina. Han transcurrido seis años y el presidente Rafael Correa Delgado se encuentra en este momento en una nueva campaña por la reelección presidencial; lo reemplaza temporalmente, mientras dure la lid electoral, su vicepresidente.

Los principios de la Revolución Ciudadana se mantendrán, bajo la premisa de que el 17 de febrero se produzca un nuevo triunfo electoral en las urnas. El Programa de Gobierno 2013-2017 de Alianza País –movimiento político que lo llevó al triunfo– así lo garantiza, para consolidar la transformación radical del Ecuador. “Gobernar para profundizar el cambio: 35 propuestas para el Socialismo del Buen Vivir” es el lema que resume el nuevo proyecto presentado a la ciudadanía. “La altivez del Sur” es el nombre de una de sus propuestas (la número 30), cuyo planteamiento es el avance en la construcción de un mundo multipolar, el fortalecimiento de la soberanía nacional y la integración de los pueblos del Sur. Para el nuevo período de gobierno, la propuesta 31 (“La Patria Grande”) pone énfasis en la profundización de la integración regional, el uso de los mecanismos regionales de financiamiento del desarrollo productivo, la nueva arquitectura financiera regional y la cooperación Sur-Sur.

El pasado neoliberal, o el capitalismo salvaje, ha quedado atrás. En 2007 Ecuador tenía una sociedad sin sueños y hastiada de la política, una ingobernabilidad (siete presidentes en una década, sin contar con los autoproclamados), una economía lisiada por el peso de la deuda externa y un Estado que sólo protegía a los más ricos. Ahora existe un gobierno al servicio del pueblo, un Estado democrático y una sociedad digna. Se recuperaron finalmente los recursos del Ecuador. Esto implicó renegociar los contratos petroleros y obligar a pagar los impuestos a los que siempre evadieron su pago. Fueron redistribuidos los ingresos y se redujeron la pobreza (un millón cincuenta mil ecuatorianos dejaron de ser pobres por ingresos entre diciembre de 2006 y diciembre 2012) y la desigualdad; hubo un incremento significativo en la cobertura y la calidad de la salud, la educación y la protección social. Según los datos del informe “Panorama Social de América Latina 2012”, publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el Ecuador es el país que más redujo desigualdades en América latina entre el 2007 y 2011 (8 puntos).

Pero lo que llama la atención a los latinoamericanos es cómo el Ecuador ha conducido sus relaciones internacionales. Además de haber puesto a la deuda externa en el lugar en que siempre debió estar, ha recuperado el sentido de soberanía. En la época anterior, los acreedores externos lograron que el país inclinara su cabeza para responder a sus exigentes y puntuales requerimientos. Fue el gobierno actual el que tuvo las agallas para denunciar la ilegitimidad de la deuda externa y el coraje para usar los mecanismos de los mercados financieros que redujeran el stock de la deuda (un ahorro de alrededor de 8 mil millones de dólares). Es muy ilustrativo comparar que en el año 2006 el servicio de la deuda externa representó el 24 por ciento del presupuesto del Estado y, en 2012, sólo el 4 por ciento. Esta estrategia, audaz e insumisa, nunca será perdonada por la burguesía bancaria del Ecuador, acostumbrada, desde la segunda mitad de la década de los ochenta del siglo pasado, a colucrar de la deuda externa.

Ya no existen tropas extranjeras en su suelo, tras la salida de la base estadounidense de la costa central del Pacífico. No sólo se han ampliado sus lazos fraternos latinoamericanos, marcados siempre por la sangre, la historia y la cultura, sino que ahora nadie le impone sus relaciones exteriores y decide de manera soberana a qué naciones y culturas acercarse. No se han firmado oprobiosos y entreguistas tratados de libre comercio: un país latinoamericano cuestionó la doble moral de un mundo industrializado que pregona el libre comercio, mientras mantiene mecanismos de discriminación comercial prohibidos por la Organización Mundial del Comercio (OMC), en un afán de favorecer su propia producción y la de sus ex colonias.

En el momento actual el desafío es levantar el edificio del gran cambio. Este es el objetivo central del Programa de Gobierno. Para ello, se advierte que solamente un gobierno estable estará en capacidad de defender ese cambio e impulsarlo aún más. En las elecciones de febrero de 2013, el apoyo popular permitirá, precisamente, lo que afirma el lema del Programa: “gobernar para profundizar el cambio”. Alianza País se declara amiga de la naturaleza, propone un Estado plurinacional y laico, moderno, descentralizado y democrático.

Esta es una muestra más de cómo un continente que ayer estaba resignado a ser el patio trasero de la superpotencia hemisférica, hoy se levanta por sus propios medios y con sus capacidades gana la credibilidad de sus pueblos y construye la convergencia histórica en un proyecto de soberanía, dignidad y bien común para la Patria Grande.

* Miembro de la directiva nacional del movimiento Patria Altiva y Soberana (País) y es el actual secretario nacional de Planificación y Desarrollo del gobierno del Ecuador.

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