EL MUNDO › HABLA GIANNI VATTIMO, EURODIPUTADO DE IZQUIERDA Y MILITANTE POR LOS DERECHOS HOMOSEXUALES
Las muertes de Chávez y de Thatcher, la elección del papa argentino, la crisis financiera de Europa y la crisis política en Italia fueron algunos de los temas que tocó el filósofo turinés, nacido en 1936, de paso por Buenos Aires.
› Por Angel Berlanga
Eurodiputado de izquierda, comunista, cristiano, militante por los derechos homosexuales, “gran chavista europeo”, referente filosófico de la posmodernidad y teórico reivindicativo del “pensamiento débil”, profesor en la Universidad de Turín, autor de decenas de libros: todo eso es, por ejemplo, Gianni Va-ttimo. Este filósofo turinés nacido en 1936 llegó a la Argentina el 3 de abril y dio a sala llena una serie de conferencias, cuyos títulos dan también una idea de la amplitud de campos sobre los que se pronuncia: “Espiritualidad, trascendencia y política en tiempos de incertidumbre”, “El fin del arte en las obras de arte”, “Adiós a la verdad”, “Democracia, movimientos populares y unidad latinoamericana”, “Filosofía del siglo XX, ser y lenguaje”. Al doctorado honoris causa de La Plata que tenía, sumó, en este viaje, los que le dieron ahora las universidades de Misiones y de Buenos Aires. En estos trajinadísimos días compartió auditorios con el juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni y con el jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina, y se reunió también, el miércoles pasado, con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a quien le regaló uno de sus libros, No ser Dios. Perdió la cuenta de las veces que vino al país; su estadía anterior fue en diciembre del año pasado, invitado por la Universidad de San Martín. “No puedo observar grandes diferencias entre aquel momento y éste –dice Vattimo en la sede de la Asociación de Docentes de la UBA, la entidad que organizó sus presentaciones–. Salvo, claro, que la otra vez no había un papa argentino.”
–¿Qué implicaría eso para el país o para la región?
–Una presencia reforzada, una más. Bueno, esto es algo subjetivo: yo siempre he tenido mucha esperanza en la influencia de Latinoamérica en la política. Sigo estando bajo aquella impresión que tuve en el Parlamento Europeo cuando llegó la noticia de la elección de Lula; había pasado el 11 de septiembre y la Eurocámara estaba bajo la presión de los Estados Unidos para tomar posición respecto de la lucha contra el terrorismo internacional. Nos dieron una lista que incluía organizaciones que ni conocíamos, y teníamos que condenarlas. Hamás estaba ahí, incluso. Lula fue como una resistencia a esta influencia determinante, de estado de emergencia, y eso fue para mí un comienzo de una idea. Conocía la revolución castrista, pero estaba mucho más bajo los prejuicios de la llamada “prensa independiente internacional”: Castro es un dictador, Chávez ni hablar. Luego se dio lo de Evo Morales, Correa, Cristina, se vio que el chavismo era una forma de castrismo con petróleo, con la fuerza económica que Cuba no tuvo, por el embargo norteamericano. Sabemos que con modelos diferentes, pero a nivel internacional veo a Latinoamérica como una unidad con peso global, con un signo generalmente antiyanqui, o no pro yanqui. Un continente, digamos, que balancea el poder norteamericano, que todavía es muy fuerte. Sobre todo en Italia y Europa del Sur, donde Estados Unidos hace pesar su obsesión por la lucha contra el terrorismo, que tiene su epicentro, obviamente, en Irán. En Sicilia, por ejemplo, están construyendo una gran base, de la cual casi nadie sabe nada, un súper radar que incluso hace mal al medio ambiente. Estas presencias militares no son neutras: arruinan.
–¿Qué nota con la ausencia de Chávez?
–Todos estamos a la espera de qué va a pasar después de las elecciones. En cierto sentido, tienen razón los que hablan de una política latinoamericana ligada a líderes carismáticos. A mí esto no me escandaliza nada, porque la política formal en Europa y Estados Unidos no implica jefes así, pero implican bancos que ponen dinero y hacen ganar a uno u otro. Al final prefiero a un carismático que todos conocemos a una entidad como el FMI, de la que se sabe algo cuando el tipo (por Dominique Strauss-Kahn) va preso por razones ético-sexuales: la cara humana del FMI, al final.
–Vuelvo al Papa: habrá leído análisis que plantean que su elección retrasará algunos cambios en la región. La legalización del aborto, por ejemplo.
–Sí, es un punto. Con un poco de humor, provocativamente, digo que cuando uno deviene papa no puede no devenir también reaccionario, porque hay una tradición realmente pesada, con responsabilidades de una herencia incluso financiera: el Vaticano sigue siendo uno de los más grandes dueños inmobiliarios del mundo. El problema es que no se puede imaginar una revolución tan rápida, sobre todo en un organismo como la Iglesia, que sigue siendo una gerontocracia, un dominio de personas viejas, y hombres. Yo me dispongo, más bien, a perdonar mucho al Papa. Un estudiante con el que discuto me dice: “Pero, ¿tú quieres que el Papa predique el uso del preservativo?” No, digo, pero que no hable siempre de esto, por lo menos. Se espera de la Iglesia una política un poco más cristiana y menos católica, menos jerárquica, menos dogmáticamente cerrada en torno a la sexualidad, a la familia.
–¿Cómo observa hoy la situación europea?
–Europa es un gran fenecimiento. Es una cosa que no funciona. El problema es: ¿la destruimos o intentamos reconstruirla? Es como estar en medio de la montaña: ¿hay tiempo para volverse o tenemos que llegar a la cima? Creo que no podemos hacer otra cosa que intentar perfeccionar la UE añadiendo lo que falta, sumar a la moneda común una política económica y financiera común, y compartir los problemas, además. Todos estamos incómodos: en el Norte tienen la impresión de que nos pagan los problemas, y en el Sur pensamos que esta es una situación colonial. Intentan tratarnos como peones. Esto se ve en los sacrificios excesivos que nos imponen, con la reducción hasta del poder industrial de nuestros países. Hoy trabajamos para una madre patria que está en otra parte.
–¿Qué expectativas tiene ante las trabas para conformar en Italia un nuevo gobierno y qué opina de Giuseppe Grillo y su Movimiento Cinco Estrellas?
–Es muy simpático, obviamente. Grillo representa muchas ideas de renovación del sistema y de destrucción de la corrupción. El problema es que rechaza toda negociación con las otras fuerzas para armar un gobierno parlamentario. Nada se mueve, entonces. ¿Cuál sería su expectativa? Que el Partido Democrático de Bersani –que alguna vez fue de izquierda– pacte con Berlusconi y que ambos terminen destruyéndose. Grillo espera ganar una mayoría absoluta en las próximas elecciones. Creo que este es un cálculo muy arriesgado y probablemente falso. Yo me pondría de acuerdo con Bersani, aunque no tenga mucho que compartir. Hay muchas personas valiosas en el Movimiento de Grillo. Es un momento difícil en Italia, y si llegara a nombrarse otro gobierno técnico, como el de Monti –que no funcionó–, probablemente siga el deterioro económico, el crecimiento de los conflictos sociales y de la violencia en la calle.
–Fenómenos como el de la Guardia Húngara o Amanecer Dorado, en Grecia, ¿le hacen temer algún rebrote xenófobo?
–Decimos que son fenómenos locales, por ahora. No sé si es un fascismo europeo que está empezando. Cuando ganó Haider, en Austria, hubo mucha preocupación, pero finalmente no prosperó tanto. En períodos de crisis el fascismo tiene muchas chances de desarrollarse, obviamente. Espero que no ocurra.
–Acaba de morir Thatcher, ¿cómo se lo tomó?
–Sí, la pobrecita. Aprecié mucho el título de Página/12, “Galtieri la espera en el infierno”. Obviamente, siempre es malo, cuando alguien se muere, decir “ay, estoy contento”. Pero, efectivamente, si se murieran sobre todo sus ideas. Se muere Chávez, se muere Thatcher: personas que significan sistemas. Veremos en Caracas quién gana las elecciones el domingo: para mí, el lado que merece ganar es el lado de Chávez. Pero el lado de Thatcher no está tan destruido, porque en Inglaterra los conservadores siguen dominando. E Inglaterra es incluso un problema para Europa, en el sentido de que es como el agente de los Estados Unidos allí. Siempre me pregunto si Churchill diría hoy aquello de que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto todos los otros. Porque cuando la dijo estaban Hitler, Stalin, Mu-ssolini. Ahora que la democracia ganó, que es el fin de la historia, como dice Fukuyama, ¿qué diría Churchill? Estas dos figuras, Thatcher y Chávez, siguen siendo la polaridad viva de este mundo. Todavía hay una lucha que continúa.
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