EL MUNDO › OPINION
› Por Eric Nepomuceno
En Brasil se dice que Luiz Inácio Lula da Silva anda comentando con amigos que está un tanto arrepentido por haber adelantado la campaña política para las elecciones que, en octubre de 2014, decidirán si Dilma Rousseff permanece en la presidencia o si es sucedida por algún opositor.
En Brasil –bueno, en realidad, en todas partes– se rumorea mucho sobre lo que dicen que andan comentando los políticos. Pero la verdad es que hay una cierta lógica en lo que se rumorea. El ambiente está tenso, y ya empiezan a ser trazadas las estrategias con la mirada puesta en 2014, principalmente en la oposición.
Acorde con la legislación electoral, la campaña empieza en julio del año que viene, tres meses antes de las elecciones. ¿Por qué Lula se anticipó un año y medio? Para terminar con otro rumor, que decía que él sería el candidato del Partido de los Trabajadores, el PT. Frente al riesgo de que tal rumor debilitara al gobierno de Rousseff, Lula da Silva quiso aclarar el escenario. Resulta difícil imaginar que con su habilidad y, principalmente, intuición, Lula no haya sopesado los riesgos. Quizá por esa experiencia acumulada en décadas del quehacer político siga aparentando tranquilidad frente a la tensión que impera entre los partidos de la esdrújula y muy desigual alianza de gobierno, de un lado, y la presidenta de otro.
Tampoco aparenta inquietud por la contundencia del postulante del Partido de la Social Democracia Brasileña, el mismo PSDB del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, el senador Aécio Neves, único hasta ahora declaradamente candidato.
Neves parece dispuesto a realizar lo que el sociólogo y ex presidente Cardoso viene defendiendo desde hace tiempo, hasta ahora en vano: entender que su PSDB no tiene cómo disputar con el PT el electorado más pobre. Sus propuestas son mejor digeridas y defendidas por las clases medias. Son su mejor platea. Cualquier intento de conquistar el voto de los pobres resultará inútil.
Ahora bien: a lo largo de los últimos 10 años Brasil experimentó una extraordinaria ola de inclusión social. Alrededor de 50 millones de brasileños ingresaron en la clase media. Es verdad que integran la llamada “clase C”, o sea, la baja clase media, el último peldaño. Pero ya no se sienten pobres. Tienen otras demandas, otras exigencias y expectativas.
Son el resultado de un intenso programa social llevado a cabo por el PT, primero con Lula y ahora con Dilma. Los estrategas del PSDB pretenden lanzarse a un juego tan osado como arriesgado: dejar claro, a la clase C, que el PT es perfectamente capaz de solucionar los grandes dramas sociales del país, pero muy poco capaz de dar los pasos siguientes.
Es decir: incapaz de asegurar crecimiento económico y desarrollo, neutralizar el dragón de la inflación, garantizar las conquistas alcanzadas por esos mismos millones de brasileños. El PT es bueno para emergencias, pero malo para asegurar lo conquistado.
El liberal PSDB tiene a su favor la estabilidad monetaria alcanzada en 1994: fulminó el fantasma de la hiperinflación y llevó a Cardoso a la presidencia por dos veces consecutivas. Pretende mostrar ahora que tiene mejor capacidad de gestión que el PT, y que está mejor habilitado para retomar el crecimiento de la economía, mantener y ampliar la oferta de empleos y proyectar el futuro con bases sólidas.
Es una apuesta de altísimo riesgo. La popularidad de Rousseff sigue por encima del 60 por ciento de la población, acorde con las encuestas más recientes. Lula continúa siendo un formidable transferidor de popularidad. El carisma que falta en Dilma sobra en Lula. La estrategia de Dilma pasa por varios puntos. Todo dependerá, en buena medida, de la economía. Este año hay consenso: el crecimiento será pequeño, inferior al 3,5 por ciento del PIB inicialmente proyectado. Y la inflación podrá, una vez más, situarse alrededor de 6 por ciento anual.
No es el mejor cuadro. Crecimiento flojo e inflación fuerte son el plato favorito de la oposición. Por esa razón Dilma dio un giro fuerte en su política económica: decidió dar combate abierto contra la inflación y esperar que la retoma de la economía empiece a ganar impulso a partir del cuarto trimestre del año, avanzando con fuerza en 2014, el año clave.
El PSDB parece dispuesto a apostar todas sus fichas en un escenario que sea el inverso del previsto por Dilma y el PT. Queda, entonces, la gran duda: ¿cómo reaccionará la nueva clase media? ¿Esos 50 millones de brasileños defenderán el proyecto que los sacó de la pobreza o defenderán los intereses de los que siempre les pidieron que esperasen un poquito más porque su hora ya llegaría? Bueno, su hora ya llegó, ¿y ahora, qué?
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