EL MUNDO › RECORTE EN GRAN BRETAÑA
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
Cuando la economía no crece y el déficit fiscal aumenta, el ministro de Economía del Reino Unido, George Osborne (foto), reacciona con la previsibilidad de un reflejo pavloviano y anuncia un drástico recorte de los gastos. En la Cámara de los Comunes, este miércoles indicó que la poda será de entre un ocho y un diez por ciento en promedio para los distintos ministerios y representará una eliminación de 144 mil empleos públicos.
La austeridad de Osborne es como la paradoja de Zenón en la carrera entre Aquiles y la tortuga: por más que recorte el gasto con la velocidad del héroe griego, el déficit fiscal seguirá aumentando porque el crecimiento tortuga se devora todos los sacrificios. En 2010, Osborne prometió que con el primer recorte –unos 140 mil millones de dólares en cinco años– se lograría un equilibrio fiscal para el fin del período gubernamental en 2015. El año pasado tuvo que reconocer que esta meta no se cumpliría por la “crisis de la Eurozona” y estiró la meta del equilibrio fiscal a 2017-2018.
Los nuevos recortes, de alrededor de 18 mil millones de dólares anunciados ante la Cámara, son un intento de cumplir esta vez con este escurridizo objetivo, pero el prestigioso e independiente Instituto de Estudios Fiscales ha anticipado que en 2017-2018 habrá que continuar con la poda a gran escala. El Instituto calcula que el gobierno tendrá que recortar unos 40 mil millones de dólares adicionales, equivalentes a todo lo que se gasta en transporte o una cuarta parte del presupuesto en educación. El problema de fondo es que la tortuga apenas ha crecido desde 2010: el Fondo Monetario Internacional acaba de recortar su proyección para este año a un 0,7 por ciento. Igualmente, datos tan genéricos como el Producto Interno Bruto (PIB), casi abstractos para la población, esconden, en lugar de revelar la debilidad de la economía.
Una investigación de la Resolution Foundation mostró que para más de la mitad de la población el crecimiento será nulo, mientras que los directores de las cien empresas más importantes han aumentado sus ingresos un diez por ciento el año pasado, en promedio unos siete millones de dólares adicionales.
Lejos de estas alturas, el salario promedio ha caído de un cinco por ciento de aumento anual en 2007 a un pálido 0,9 por ciento en el último trimestre, mientras que la inflación se encuentra en un 2,8 por ciento: la disparidad con los precios se está comiendo los salarios. La respuesta de Osborne ha sido eliminar el aumento automático del salario de los empleados públicos y recortar los beneficios sociales, como el del desempleo, que roza hoy el ocho por ciento. Una de las medidas suena a insólita: los desempleados tendrán que esperar una semana antes de poder recibir el seguro de desempleo. “Esos primeros días tienen que dedicarse a buscar trabajo, no a ir a registrarse como desempleado”, dijo Osborne. Según el ministro, con la austeridad “el Reino Unido está saliendo de cuidados intensivos y moviéndose hacia una recuperación”.
El líder laborista Ed Miliband condenó los anuncios. “Nos dicen que la economía se está saneando, pero la realidad es que las cosas están peor para la familia común y corriente. Lo que necesitamos es un plan para crecer, mejorar el nivel de vida y bajar el déficit”, señaló. El agregado final sobre el déficit es la clave de su respuesta. Y es que la semana pasada el mismo Miliband prometió que mantendría las restricciones del gasto que impulsan los conservadores si ganan las elecciones de 2015.
La aparente paradoja laborista es más fácil de explicar y entender que la de la tortuga y la liebre. Créase o no, a cuatro de años de austeridad y estancamiento, los británicos todavía les dan más crédito a los conservadores en el manejo de la economía y consideran que la prioridad es bajar el gasto público. Al mismo tiempo –paradojas de la opinión pública– una encuesta en mayo mostró que un 58 por ciento piensa que el actual plan ha fracasado y que votaría a la oposición. El laborismo, que hace mucho que prefiere no arriesgarse con nada, decidió hacer la plancha hasta las elecciones y prometer la cuadratura del círculo: seguir con la austeridad y crecer económicamente.
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