EL MUNDO › OPINIóN
› Por Iván Borcoski González *
Ni el más osado analista político pudo prever la masiva participación ciudadana en las primarias presidenciales. Las primeras elecciones primarias legales realizadas en Chile. En efecto, tanto los dirigentes políticos, las encuestadoras y los medios de comunicación, señalaban que las participación no superaría el millón y medio de votos, de un electorado potencial con derecho a sufragar de 13 millones de personas. Y había razones justificadas para pensarlo. Basta recordar que en las municipales de 2012 hizo su estreno en sociedad el voto voluntario. Votaron cinco millones y medio de chilenos, con una abstención del 57 por ciento, lo que dio pie a una serie de análisis sobre el grave divorcio entre los políticos y la ciudadanía.
En las Primarias del 30 de junio se midieron las fuerzas opositoras con la candidata socialista Michelle Bachelet, el radical José Antonio Gómez, el democristiano Claudio Orrego y el independiente liberal Andrés Velasco. En el oficialismo se enfrentaron el pinochetista Pablo Longueira, de la Unión Demócrata Independiente, que compitió con Andrés Allamand, del partido Renovación Nacional.
El triunfo de Michelle fue holgado. Obtuvo el 73 por ciento de los votos de su sector. La sorpresa fue el segundo lugar que logró el liberal Velasco, ex ministro de Hacienda de Bachelet, quien con un 13 por ciento de los sufragios relegó a un amargo tercer lugar al democristiano Orrego que, con un 9 por ciento demostró el difícil momento que vive la Democracia Cristiana, uno de los partidos políticos más gravitantes de las últimas décadas.
Pero ¿qué nos muestran esos tres millones de electores que votaron el domingo 30 de junio? Primero, que Bachelet se lleva, sola, el 52 por ciento de la votación nacional y que la oposición, reunida ahora en la llamada Nueva Mayoría, casi triplica al oficialismo, dejando para algunos la sensación de que la candidata socialista podría ganar la presidencial en primera vuelta. Segundo, que desafectados de la política y de los partidos, los votantes que concurrieron a las urnas sintieron que estaban eligiendo a la futura presidenta de Chile.
Bachelet demostró lo que vienen señalando las encuestas: su popularidad está muy por sobre la reputación de los partidos que la sostienen, como si se elevara más allá del bien y el mal, en un liderazgo casi sobrenatural. Incombustible a las críticas y a la andanada de ataques que recibe constantemente.
Tercero: interesante es observar que la participación de los sectores de altos ingresos en las Primarias superó la media nacional y en algunos casos pasó el 50 por ciento. Esto indica el temor de esos estratos frente a la supuesta izquierdización de la oposición, que esta vez incluye, en su seno, al Partido Comunista y a la Izquierda Ciudadana.
Cuarto: con Bachelet, la política chilena pareciera estar jugándose su última oportunidad frente a la ciudadanía. Post primarias se inicia una etapa nueva que culminará el 17 de noviembre, oportunidad en la que se elegirá presidente de la República, senadores, diputados y consejeros regionales. Este período está signado por el desafío de la candidata opositora de conducir la diversa Nueva Mayoría social y política, que deberá representar ampliamente a la sociedad chilena que necesita desarrollar un sistema de educación pública gratuita y de calidad; que precisa construir un país más justo, inclusivo e igualitario, teniendo como herramienta la reforma tributaria; que requiere profundizar la democracia a través de una nueva Constitución política; que debe responder a las esperanzas y demandas de los ciudadanos que se han expresado en las movilizaciones de estudiantes secundarios y universitarios y en las protestas de una ciudadanía cansada de los abusos, de las injusticias, de los graves problemas ambientales y de la desigualdad territorial como han sido los casos de las protestas vividas en las ciudades de Calama, Freirina, Aysén y Punta Arenas.
Si el esperado gobierno de Michelle Bachelet no enfrenta los grandes desafíos del Chile del futuro, frustrará las expectativas y las esperanzas de millones de chilenos. Y ya sabemos que, como alguna vez dijo la presidenta Cristina Fernández, lo que no son capaces de resolver los dirigentes políticos, lo termina resolviendo el pueblo en la calle.
* Dirigente nacional del Partido Socialista de Chile, Secretario Nacional de Desarrollo Regional y Local de esa colectividad.
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