EL MUNDO › ENTREVISTA A CECILE KYENGE, ACTUAL MINISTRA ITALIANA PARA LA INTEGRACIóN
Pese a ser ella víctima de una campaña xenófoba en Italia, la ministra de origen congoleño presentó un plan para combatir la intolerancia y acabar con los estereotipos que reproducen los medios de comunicación.
› Por Elena Llorente
Desde Roma
Difícilmente una ministra de un gobierno europeo haya sido tan maltratada e insultada, por el color de su piel y el rol que ocupa, como lo ha sido la actual ministra italiana para la Integración, Cecile Kyenge. Y ella, aunque dolida, no ha devuelto con la misma moneda. Dijo que no tomaba los ataques a nivel personal sino contra su rol institucional. También se habló de la triste figura que Italia estaba haciendo ante el mundo. El papelón, es cierto, lo estaba haciendo todo el país, aunque fueran pocos los racistas que la agredían, la mayoría de la Liga Norte, aliada de Silvio Berlusconi. Sólo por nombrar algunos: Roberto Calderoli, uno de los vicepresidentes del Senado, la llamó públicamente “orangután”. El ex líder y fundador de ese partido, Umberto Bossi, acaba de decir que “el país tiene las p... llenas de Kyenge”. Una militante invitó en un sitio de Internet a violar a la ministra, mientras otros le habían tirado bananas en un acto público y un dirigente leguista comentó: “Mejor bananas que coco. Duele menos, puede estar contenta”.
Pese a toda la campaña racista, Cecile Kyenge, 48 años, médica oculista, casada con un italiano, dos hijas, nacida en la República Democrática del Congo pero que vive en la península desde la década del 80, presentó por estos días su plan para combatir “el racismo, la xenofobia y la intolerancia” a todos los niveles, y fomentar así la integración multicultural en Italia. Un país que ha dado millones de inmigrantes al mundo entero, empezando por Argentina, Uruguay, Venezuela, Brasil, Estados Unidos, entre otros, y que parece haber olvidado qué significa ser inmigrante. Es cierto, antes eran los italianos los que se iban a buscar el trabajo que aquí no encontraban. Pero desde fines de la década del ’80 las cosas cambiaron en la península. Los pobres de Africa y de Asia, principalmente, pero también de Latinoamérica, empezaron a ver a Europa como una luz en el horizonte, el lugar de la esperanza, la oportunidad para cambiar la propia vida. E Italia fue uno de los países predilectos y de más fácil acceso. Esto trastrocó la sociedad italiana, les guste o no a los racistas, y la sigue trastrocando. Son las leyes de la globalización que mal o bien el mundo ha aceptado. En enero de este año, según el Istat (Instituto de Estadísticas de Italia), había casi 3,8 millones de extranjeros no comunitarios en Italia. Un mundo que trabaja, paga impuestos, hace aportes jubilatorios y tiene hijos, rejuveneciendo la anciana población italiana. Pero esa cifra se refiere a los inmigrantes legales, mientras hay que agregar entre 500.000 y 750.000, dicen los expertos, de residentes ilegales. Y cada verano llegan miles por mar desde Africa.
En su oficina del ministerio, a pasos del Parlamento y de la sede del gobierno, la doctora Kyenge habla pausadamente de sus proyectos. Sonríe, explica con lujo de detalles. Militante del Partido Democrático desde principios del milenio, fue elegida diputada en las últimas elecciones, pero ha desempeñado otros cargos a nivel regional. No le ha faltado la solidaridad del gobierno de Enrico Letta por todo lo sucedido.
–Ministra, ¿cuáles son los puntos principales de este plan?
–Se trata de un plan trienal contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia. No se refiere sólo a los extranjeros sino también a los italianos de origen extranjero. Quiere eliminar diferencias. El plan comprende una campaña educativa de sensibilización y de divulgación. Trabajaremos sobre los medios de difusión y sobre Internet, aunque no es para controlarlos sino para luchar contra los estereotipos. Es decir, se quiere impulsar a comunicar de una manera nueva, a contar la diversidad a través de otro lenguaje. Me refiero al fenómeno migratorio que ha sido presentado de modo diferente de lo que en realidad es: diversidad, un recurso, una riqueza. Se trabajará a nivel jurídico pero también en el sector de la salud, el deporte, la vivienda, donde la discriminación es muy fuerte. El plan envuelve a la sociedad civil, a las instituciones, pero también a los ministerios, cada uno de los cuales deberá dar su aporte.
–La enseñanza del italiano a los inmigrantes es un aspecto importante...
–El manejo del idioma –italiano en este caso– es una necesidad para un inmigrante, es un instrumento que puede ayudar a la integración pero también para la búsqueda de un trabajo.
–¿Qué significa el trabajo sobre los medios de difusión incluido en el plan?
–Es una de las prioridades, sobre todo porque los medios hacen una tarea muy importante. De ellos depende la presentación del fenómeno migratorio y cómo viene contada la diversidad. Los medios de comunicación tienen un impacto muy fuerte en la población. Son importantes también los demás instrumentos del plan, como los jurídicos, pero la comunicación es prioritaria.
–¿Cuándo será aplicado?
–El plan debe ser aprobado por el Consejo de Ministros y se supone que lo será en noviembre. Después de lo cual puede ser aplicado.
–¿En qué punto está en el Parlamento la propuesta de ley ius soli (ciudadanía dada por el lugar donde se nace) que usted y otros parlamentarios han presentado, en oposición al actual ius sanguinis (es italiano quien es descendiente de un italiano hasta la séptima generación)?
–Nuestra propuesta de ius soli temperato se diferencia del ius soli eco que autorizaría a ser italiano a un bebé nacido de una mujer apenas llegada a Italia. En cambio el temperato dice que los padres, o al menos uno de los padres, tiene que tener una ligazón con el territorio, es decir, tener residencia de un cierto número de años. Y esta propuesta se está discutiendo en una comisión del Parlamento desde junio. Se discute sobre todo la cantidad de años de residencia que se requerirán.
–¿El tema también toca a los italianos residentes en el exterior?
–Sí. Un hecho positivo es que para analizar esta propuesta de ley es necesario rever toda la legislación que tiene que ver con la ciudadanía, cosa que también interesa a los italianos que viven en el exterior. Entre éstos hay casos de gente que ha perdido la ciudadanía italiana, a veces por casarse con un ciudadano del país de residencia o porque el país de residencia no acepta la doble ciudadanía. Son todos temas que entran en esta discusión. Desde el punto de vista de los números, creo que en Parlamento hay un gran interés por cambiar esta ley que es de 1992.
–En definitiva, ¿usted dice que hay una apertura mental de parte del Parlamento italiano hacia los inmigrantes? ¿Y también del pueblo italiano?
–Sí, es un hecho.
–¿Por qué?
–Porque después de más de 20 años de inmigración hoy el fenómeno no es más invisible. Los niños que nacieron en esa época tiene 20 años o más y forman parte de las escuelas, de las universidades, del mundo del deporte. Muchos jóvenes italianos son amigos de hijos de inmigrantes, han crecido con otra mentalidad, se reconocen iguales, y nosotros debemos acompañar esto con normas adecuadas. Y no sólo con normas...
–¿Qué les dice a los racistas italianos que la siguen insultando? Esto vale para todos los racistas desparramados por el mundo...
–Yo creo que es un problema cultural, de falta de instrumentos para comprender a otras personas. Hablar con ellos quiere decir pedirles que tengan un poco de curiosidad. Pero una curiosidad sin ideologías, sin prejuicios, pensando que se está frente a una persona. Pido simplemente a todos tener la humildad de conocer a quien se tiene enfrente.
–¿Cómo se ha sentido como ser humano después de todas las cosas horribles que le han dicho?
–No es agradable. Yo de alguna manera he desarrollado un modo mío de reaccionar, de ver las cosas. No ha sido simple para mí pero he tratado de dar a entender que aquí no se trata de la persona sino de la ministra, de un cargo institucional. Lo más difícil era explicar que se trata de un problema cultural que nos atañe a todos. Por ese motivo trato de no tomarlo a nivel personal. Trasladarlo a nivel personal querría decir también banalizar una causa como es la del multiculturalismo, de la integración.
–Pese a todo, ¿vale la pena seguir luchando por Italia?
–Sí, exacto.
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