Lun 02.09.2013

EL MUNDO  › OPINION

Muchas fotos y pocas nueces

› Por Alfredo Serrano Mancilla *

La VII Cumbre de Unasur dejó a todos los fotógrafos más que satisfechos. Las instantáneas deseadas fueron tomadas prácticamente sin mucho esfuerzo: Maduro posó con Cartes, Dilma con Evo, Correa saludó a todos, Ollanta cedió la presidencia pro témpore a Surinam y, como siempre, el cuadro escolar de todos juntos. Mucha prensa acudió a la cita ansiosa por ver cómo se dirimían ciertos conflictos bilaterales que habían venido produciéndose en la región. No obstante, fue otro hecho el que centró la máxima atención: la decisión de Obama de declarar la guerra contra Siria fue rechazada. Unasur oficialmente condenó “las intervenciones extremas que sean incompatibles con la Carta de las Naciones Unidas”. Así, de esta forma, este espacio geográfico vuelve a mostrar al mundo que no acepta supremacía hegemónica de los de siempre en contra de los pueblos. Unasur, con esta declaración, se postula como un polo algo más activo en la transición sistémica geopolítica. Aunque, para que realmente esto suceda como tal, aún con mayor solidez y vitalidad, con más voz y voto en el tablero geopolítico mundial, Unasur ha de dar un paso al frente cuanto antes.

Huelga detallar las significativas acciones que esta organización ha realizado desde su inicio. Unasur fue impulsada muy por arriba dando respuesta a una demanda real de todos los de abajo. Era necesario, más que nunca, que América del Sur tuviera un órgano conjunto de toma de decisiones, de convergencia política, que participara como región, sin complejos, en el mundo del siglo XXI. Chávez, Kirchner y Lula fueron los principales impulsores de este ambicioso proyecto. Han pasado pocos años, y no es un dato menor que ninguno de estos tres presidentes ya no estén al frente de esta complicada labor. Los dos primeros desgraciadamente ya no están físicamente con nosotros, y esto se nota y mucho en la dinámica de construcción regional permanente. Por otro lado, está Lula, quien continúa más dedicado a Africa, hasta el punto de declinar la invitación como secretario general para este envite.

Aunque éstas no son ni por asomo las únicas razones que permiten argumentar los porqué de una Unasur blanda, más acorde con la arquitectura imperante en el espacio internacional en el que las organizaciones se basan en consensos de mínima, de declaraciones pseudo vacías. Esto es realmente lo más inquietante de la aparente mutación que se viene dando en el seno de Unasur. Por ello, Venezuela, Ecuador y Bolivia, siendo muy conscientes de este intento de muerte lenta por pasividad, han elevado el tono de voz para pedir que Unasur no sea el lugar que mire para otro lado cuando se viola el derecho internacional contra Evo Morales en Europa, o que tolere las fechorías de algunas transnacionales contra la soberanía de los estados. Es positivo que Unasur sea espacio de divergencias, donde estén todos los países de esta emergida región en el plano económico mundial, pero este hecho no puede ser a costa de una merma potencial de dirección, de liderazgo, y de lo que es aún peor, de una pérdida de política regional capaz de defender a ultranza el cambio de época a favor de una democracia más real. En Unasur, ahora conviven –al menos– dos formas de entender el proceso de integración: la Alianza Pacífico, que aboga por una lógica neoliberal, y por otro lado Mercosur (con mucho ALBA adentro), que defiende una integración posneoliberal –en algunos casos, poscapitalista–. Esta concomitancia no puede ser plácida, porque si lo fuese será en detrimento de los logros de una década ganada. En otras palabras, si la Alianza del Pacífico logra suavizar/reducir el rol de Unasur en la región y en el mundo, habrá que estar preocupados por si se viene otra larga noche de agresión de capitalismo neoliberal.

Por todo esto, es momento de exigir un regreso a las raíces de Unasur, a la Unasur de Chávez, de más protagonismo en casos donde existen atentados contra la democracia, y a la vez de un papel proactivo para seguir avanzando en los retos pendientes. Es romántico bautizar a los nuevos edificios de Unasur con los nombres de Kirchner y Chávez. Pero mucho más trascendente será que se conforme el Centro Regional de Resolución de Controversias que permita más independencia; que se cuente con un organigrama más ágil para la toma de decisiones; que el consejo energético implemente una política que asegure su soberanía; que se logre un Banco del Sur como actor clave para la emancipación financiera; que se lleven a cabo políticas económicas de intercambio comercial con monedas diferentes del patrón dólar, y –claro que sí– que se elija a un nuevo secretario general que se dedique juiciosamente a estas tareas para una Unasur fuerte de verdad.

* Doctor en Economía.

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