EL MUNDO › WASHINGTON Y PARIS ACUSAN A AL ASSAD DE USAR ARMAS QUIMICAS EN EL ATAQUE LANZADO EN LOS ALREDEDORES DE DAMASCO
Mientras Obama habló del uso de gas sarín, el gobierno de Hollande confirmó que va a desclasificar un informe de Inteligencia que explicaría que las dosis tóxicas empleadas el 21 de agosto estaban dentro de cohetes tipo Grad.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Caja de resonancia de Washington y único aliado europeo, Francia tuvo que dejar en el aire la intervención en Siria a raíz de la decisión del presidente norteamericano Barack Obama de consultar al Congreso antes de lanzar un ataque puntual en Siria. Al mismo tiempo, y a pesar de que tanto los rebeldes sirios como el régimen de Bashar Al Assad llevan meses acusándose mutuamente de utilizar armas químicas sin que, hasta hora, ni uno ni otro hayan suministrado pruebas neutrales, París y Washington se apuraron a poner sobre la mesa pruebas directas de que el régimen recurrió a esas armas en una ofensiva lanzada el pasado 21 de agosto en los alrededores de la capital siria, Damasco. Sin embargo, la presentación de las evidencias sobre ese y otros ataques con gases químicos, las demoras y los regateos a la hora de presentar las pruebas, la ambigüedad con que se trataron las denuncias precedentes de uno y otro campo le restan credibilidad al proceso actual.
En un documento clasificado publicado por el Journal du Dimanche, la Dirección General de Seguridad Exterior de Francia (DGSE) y la Dirección de Información Militar, DRM, aseguran que el régimen de Al Assad detenta “uno de los arsenales químicos operacionales más importantes del mundo”. Ambas fuentes calculan que ese arsenal se eleva a “más de mil toneladas de agentes y precursores”. El documento de cuatro páginas publicado por Le Journal du Dimanche precisa que dicho arsenal está compuesto de “varias toneladas de iperita (gas mostaza), varias decenas de toneladas de VX, el agente químico más tóxico que se conoce, y varias centenas de toneladas de gas sarín”. Luego de estas revelaciones, París confirmó que en los próximos días iba a “desclasificar” ese informe de inteligencia en el cual también se aborda el capítulo del ataque del pasado 21 de agosto. A este respecto, el mencionado informe asegura que el régimen sirio quiso “cambiar de escala” e “instaurar el terror” y que, luego de la presunta ofensiva con elementos químicos, lanzó ataques con la artillería para borrar las pruebas. La síntesis de los servicios de Inteligencia explica también que las dosis químicas empleadas el 21 de agosto estaban dentro de cohetes de tipo Grad.
Siria es uno de los siete países que no ratificó la convención internacional que prohíbe la posesión, el desarrollo y la utilización de armas químicas, que entró en vigencia en 1997. 189 países del mundo la han aceptado, mientras que Corea del Norte, Egipto, Sudán del Sur, Angola y Siria no la aplican. Otros dos estados, Birmania e Israel, firmaron la Convención, pero hasta ahora no la han ratificado. En lo que atañe a las pruebas que se presentan hoy, se trata, según toda evidencia, de un intento ampliado para convencer a la opinión pública nacional e internacional de la legitimidad de un “castigo” al gobierno sirio.
La cronología de los hechos deja pasmados hasta a los más incrédulos. Estamos en septiembre. A finales de mayo dos enviados del vespertino Le Monde a Siria aportaron pruebas sobre la existencia de un ataque químico en el frente de Jobar, en las afueras de Damasco. Un mes más tarde, las muestras químicas traídas de Siria por los periodistas confirmaron el uso de gas sarín en esa ofensiva. Hubo seguidamente otras denuncias del poder sirio acusando a los rebeldes de las mismas prácticas. No se movió ninguna línea. Seguidamente, ocurrió el episodio del 21 de agosto y las horrorosas fotos de las víctimas de ese ataque (1700 según la oposición siria). Ese episodio dio lugar al esquema actual. Londres, París y Washington hicieron sonar de inmediato las sirenas de las represalias sin pasar por una aprobación de las Naciones Unidas. Luego, de manera sorpresiva, Gran Bretaña anunció que sometería a la ONU una resolución sabiendo de antemano que contaría, entre otros, con la oposición de Rusia y China, dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad; la resolución quedaría en letra muerta.
En nombre de la “protección de los civiles” (François Hollande) las tres potencias se mostraron decididas a pasar a la acción sin otro raspado que el de Liga Arabe. Ningún otro país europeo se quiso sumar a la aventura. De paso, la crisis siria volvió a despejar el telón sobre las constantes e insalvables diferencias en el campo de la política exterior que fracturan al bloque de la Unión Europea. Todo parecía listo hasta que Londres se quedó fuera de juego tras el rechazo del Parlamento británico a autorizar la intervención del Reino Unido en esa ofensiva. París y Washington aceleraron los preparativos con declaraciones muy firmes y la ya habitual inclusión de expertos y rumores sobre el perfil que tendría la inminente ofensiva. Pero ya casi al borde de la guerra,
Obama irrumpió con el anuncio de que se sometería la cuestión del ataque al voto del Congreso (ver aparte). En ese momento del proceso y una vez que los inspectores de la ONU ingresaron a Siria para corroborar el empleo de armas químicas aparecieron las pruebas. Pero las mismas fueron expuestas por la Casa Blanca antes mismo de que los expertos de la ONU presentaran su informe final, para lo cual hacen falta más de dos semanas. Resulta poco elocuente como ejercicio de demostración la forma en que, de pronto, las pruebas salen a la luz cuando, en realidad, el tema del armamento químico lleva meses dando vueltas en los medios. Por lo pronto, el inicio de la intervención occidental quedó así supeditado a lo que haga Estados Unidos. El ministro francés de Interior, Manuel Vals, dijo que París estaba “forzosamente obligada, en relación con la capacidad de intervención, a esperar la decisión de Estados Unidos”. Según Vals, “Francia no puede actuar sola”. El presidente francés se quedó con un dossier delicado entre las manos. Hoy es el único aliado de importancia con que cuenta Obama en el seno de Europa para llevar a cabo el operativo represalias. Pero Hollande tiene un frente interno muy adverso. La primera encuesta de opinión sobre la participación de Francia en la guerra en Siria muestra que 64 por ciento de los ciudadanos se opone a la intervención de París en ese conflicto.
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