EL MUNDO
› HABLA THEOTONIO DOS SANTOS, CREADOR DE LA TEORIA DE LA DEPENDENCIA Y CRITICO DE LULA DESDE LA IZQUIERDA
“Argentina puede negociar hoy mejor que Brasil”
Dice que no hay que tenerle miedo al default. Y que el default no trae la crisis, sino al revés. Uno de los arquitectos de la “teoría de la dependencia”, el economista Theotonio Dos Santos, se ubica en la línea crítica hacia Lula. Aquí explica su posición a Página/12.
› Por José Natanson
Economista y politólogo, Theotonio Dos Santos es, junto a Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, uno de los creadores de la teoría de la dependencia, que a mediados de los ‘60 rompió con la visión hegemónica en las ciencias sociales para plantear el subdesarrollo latinoamericano en función del sistema capitalista mundial. A casi treinta años de aquellos planteos, el economista brasilero continúa defendiendo la búsqueda de un camino económico autónomo para Latinoamérica, lo cual lo lleva a cuestionar la política económica de Lula, de quien fue asesor, y de su amigo Cardoso. De paso por Buenos Aires, donde presentó La teoría de la dependencia, balance y perspectivas (Plaza & Janés), el libro en el que actualiza la vieja teoría, Dos Santos accedió a un largo diálogo con Página/12.
–¿Qué opina de la gestión económica de Lula?
–Me parece equivocada. El gobierno asumió en un contexto de consenso, como parte de un bloque histórico en favor del crecimiento económico, de retomar el desarrollo y de una cierta redistribución del ingreso. Y con el apoyo de la burguesía, todo en favor de un apoyo suficiente para oponerse a las políticas liberales que generaron el agotamiento de un amplio sector productivo.
–¿Y por qué entonces esa línea de continuidad con las políticas económicas de Cardoso?
–Es que el grupo financiero tiene un apoyo grande en los medios de comunicación, y un manejo internacional fuerte, a través del Fondo y de otros mecanismos de presión internacional, que fueron activados para crear la impresión de que un gobierno de Lula traería una crisis externa grave. Fernando Henrique, frente a la crisis que existía, que exigía una renegociación de los pagos de la deuda de este año y de parte del año pasado, porque no había recursos para pagar, hizo una gestión con el FMI de 30.000 millones de dólares que alivió la situación durante este año. Y, aprovechando cierta desesperación del grupo que rodeaba a Lula, consiguió que ellos apoyaran esa gestión. Comprometió a Lula con la política del FMI.
–Pero Lula podría aprovechar el alto nivel de apoyo que conserva para plantear una política distinta.
–Podría, pero la verdad es que se dejó conmover por las presiones del mercado financiero, por las presiones de ciertos intereses financieros que, todo hay que decirlo, entraron también en la campaña de Lula. Optó por gestionar la economía fundamentalmente no con los economistas históricos del PT, ni con los economistas de los partidos de izquierda, sino con muchos economistas que estuvieron ligados a Fernando Henrique, que asumieron esa orientación de la política económica. Puso de ministro de Economía a un médico que no entiende nada de economía. Y ese grupo quedó articulado desde EE.UU., desde Chicago. Y Lula se dejó llevar.
–¿Brasil debería rediscutir la deuda?
–Sí.
–El argumento es que, entre otras cosas, esto expondría a la economía a una corrida contra el real como la que ocurrió durante la campaña.
–Yo no creo que sea posible una corrida de este tipo. Lo que pasó a fines del año pasado y principios de éste con la devaluación del real es que Brasil aumentó mucho las exportaciones, disminuyó las importaciones, generó superávit comercial bastante razonable. Si este superávit se quedara en Brasil en lugar de pagar los compromisos, como se hace ahora, tendríamos al final de este año unos 20.000 millones de dólares, contra 5 o 7000 que teníamos de reservas cuando se fue Fernando Henrique: era una situación dramática. Pero ahora sería diferente, tendríamos 20.000 millones de reservas. Y con eso podríamos negociar en ciertas condiciones.
–¿Usted plantea directamente suspender los pagos?
–Se hace mucha cosa con el default, pero es un comportamiento normal en la economía. Cuando tienes una imposibilidad de pagar no pagas.
–Supuestamente tiene una serie de consecuencias: se cortan las inversiones, se acaba el crédito, se frena cualquier posibilidad de crecimiento.
–Pero se trata de inversiones puramente financieras. Es un sistema muy negativo. El problema sería si nosotros no tuviéramos superávit comercial.
–Sería una situación más parecida a la de Argentina.
–La Argentina tiene hoy un crecimiento de la producción mayor que Brasil. Argentina tiene un poder de negociación mayor que Brasil, que lo único que está haciendo es recetando lo que manda el Fondo. Nuestro ministro de Economía dijo que él no aceptaba imposiciones del Fondo, que el Fondo no exigía más de 3,6 por ciento de superávit primario y que él lo llevó a 4. Si eso es la independencia, es el tipo de independencia que le gusta al Fondo. Si uno le dice a Lula que está aplicando una política similar a la de (Carlos) Menem o Cardoso se pone nervioso o se enoja, pero es la verdad. No lo quiere reconocer.
–Otro de los argumentos de Lula es que se trata un período de transición.
–Es cierto, se habla de bajar la tasa y retomar una política de crecimiento. Pero lo que tenemos hasta ahora son acuerdos firmados con el FMI por dos o tres años, que marcan este tipo de políticas. Se habla de bajar la tasa de interés.
–También se dice que, si se baja la tasa de golpe, hay riesgo inflacionario.
–Es una locura pensar eso. No entienden nada de inflación. Son tonterías.
–Entonces, ¿el default no tiene ninguna importancia?
–Lo que tiene importancia es la gran crisis que atraviesa Brasil, como la que atraviesa Argentina. Es la crisis, el estancamiento, la falta de reservas lo que lleva al default. No es que la crisis viene por el default, sino al revés.
–Usted plantea el camino de rediscutir la deuda. Sin embargo, hay un país latinoamericano –Chile– que no renegoció la deuda, ajustó la economía, aplicó un esquema neoliberal y hasta negoció una integración con Estados Unidos. Y tuvo un crecimiento sostenido.
–En primer lugar, hay que decir que Chile tuvo un apoyo internacional especial. El régimen de Pinochet hizo el ajuste en 1973 con mucha ayuda internacional, con préstamos en condiciones muy favorables. Pero para mí la gran ventaja fue haber hecho la reforma agraria con la Unidad Popular, lo cual permitió una distribución más favorable del ingreso. Y la otra fue la nacionalización del cobre, que le permitió a la economía chilena disponer de los recursos de las exportaciones y usar esos recursos para una política de crecimiento. Lo que tiene de positivo el período de Pinochet es exactamente lo contrario a lo que se dice: haberse apoyado en una estructura económica reformada, producto de la UP. Pero la economía chilena no tuvo una gran recuperación económica en los ‘70, salvo una pequeña mejoría en la segunda mitad. Después entró en una crisis brutal.
–Pero después se recuperó y generó un crecimiento parejo y sostenido.
–Es cierto, comenzó a recuperarse en 1986, cuando se estaba produciendo la transición. Desde entonces tuvo una mejoría significativa, pero hay que tener en cuenta que esa mejoría está muy ligada a la exportación del cobre y a su precio en el mercado internacional. Es una economía muy dependiente del cobre. Eso que se dice que Chile es un gran exportador... es verdad que la reforma agraria generó un empresariado moderno y que Chile tiene una capacidad de ajuste al comercio mundial y a la exportación muy razonable. Es una parte de la economía, pero no tan significativa. En la década del ‘90 se generó una sobreproducción de cobre que está reflejándose en la baja del precio y en una situación crítica de Chile. El superávit se terminó y la presión inflacionaria aumentó. La tasa de crecimiento bajó. El gobierno chileno no tiene realmente este carácter tan positivo que se planteaba. Está en crisis, en una situación muy difícil. Está perdiendo control de la economía, con posibilidad de perder las elecciones. Es una posición difícil la de Chile.
–¿No es entonces el modelo que plantean los neoliberales?
–Brasil fue un modelo, México también, Corea, Argentina. Hasta Bolivia fue un modelo en una época. La invención de modelos es permanente, pero tienen que ir cambiándolos porque entran en crisis.
–¿Cómo explicaría en pocas palabras la teoría de la dependencia?
–Fue un movimiento intelectual que apuntó a entender que el origen de los problemas latinoamericanos no reside en un atraso económico sino en la manera en que nos insertábamos en la expansión del capitalismo mundial. Fue una manera subordinada, con una posición desventajosa en la división internacional del trabajo, especializándonos en productos con poca creación de valor y teniendo como principal instrumento para ajustarse a esa situación la sobreexplotación del trabajo, que es el centro de nuestra propuesta de inserción en la economía mundial. Son formas que mantienen a nuestra población en un nivel bajo de desarrollo, acentúan la debilidad de nuestro mercado interno y, por lo tanto, de nuestra capacidad de crecimiento, y aumenta la exclusión social y la concentración. Profundiza más la dependencia a través del endeudamiento y otros mecanismos, en lugar de permitirnos salir.
–¿Qué actualidad tiene hoy?
–Mucha, por tres aspectos. El primero es pensar los problemas latinoamericanos en el cuadro de la expansión del capitalismo y del desarrollo del sistema económico mundial. Hay condiciones como para profundizar el análisis de nuestra realidad en el contexto del sistema mundial, hegemonizado por el capital financiero, de tal forma que con eso ganamos mucho en la capacidad de entender lo que pasa en cada una de las regiones, que tiene un rol determinado en la división internacional del trabajo, en el sistema de intercambio y el movimiento de capitales. El segundo aspecto es que la teoría de la dependencia es una conquista del pensamiento social latinoamericano. Es una gran avance para el conocimiento en general, pero tuvo como punto de partida las especificidades de Latinoamérica. Esto es fundamental, sobre todo frente a la hegemonía del pensamiento neoliberal, que impuso la idea de que existe una sola economía, que es igual en todas partes. El tercer elemento es que representó una integración de las ciencias sociales. Permitió unir lo político con lo económico y con lo social.
–Uno de los supuestos de la teoría era que no se podían sostener democracias consistentes en una situación de dependencia económica. Sin embargo, a partir de fines de los ‘80 y principios de los ‘90 la mayoría de los países latinoamericanos dejaron atrás los regímenes militares y las nuevas democracias hoy parecen consolidadas.
–Este ha sido el gran debate contra Fernando Henrique. El piensa que el único camino para la democracia es abandonar un intento de transformación económica más radical. Nosotros creemos que no y que hay dos elementos claros: de un lado hay un evidente rechazo a las políticas neoliberales y del otro hay una debilidad muy grande de las elites políticas en dar consecuencia a los planteos populares. Se usa ese artificio de decir que la economía es una sola, que no hay alternativas. Pero lo más grave es que eso aparece como un golpe de Estado electoral. Se cambia de posición una vez en el gobierno. Y eso está minando la confianza de la gente en la posibilidades de lograr transformaciones positivas en democracia.
–Pero las democracias se mantienen.
–Sí, porque la gente no ha desistido. Después de haber pasado por dictaduras militares existe la conciencia de que las dictaduras profundizan aún más estos procesos. Esto no impide que las democracias se debiliten, asuman formas delegativas, de crisis entre las elites y el pueblo. A la larga es peligroso.
–Simplificando, la teoría de la dependencia señala la imposibilidad de que los países del Tercer Mundo se desarrollen si no rompen la subordinación económica. Sin embargo, hay casos de grandes saltos de desarrollo bajo el sistema capitalista en los últimos 20 o 30 años. Por ejemplo, España e Irlanda, aunque por su ubicación geográfica tuvieron ventajas evidentes. Pero hay también otros casos: el establishment académico neoliberal suele mencionar a los tigres del Sudeste de Asia.
–Es cierto que los tigres alcanzaron un desarrollo importante, básicamente Corea. Pero hay que considerar el rol que tuvieron durante la Guerra Fría. Estaban frente a Corea del Norte y China, que eran modelos de revolución agraria, de transformaciones profundas. Estados Unidos no pudo contener y hasta favoreció la reforma agraria en estos países, lo cual los favoreció mucho. También favoreció la entrada de sus productos en Estados Unidos, tuvo una actitud de apertura hacia ellos, que no tuvo ni tiene con otros países. Todo esto les permitió expandirse, generar un superávit comercial, y los exceptuó de entrar por ejemplo en el endeudamiento. Mientras nosotros teníamos que generar grandes excedentes para pagar la deuda, ellos usaban sus excedentes para inversiones y crecimiento. Escaparon del cuadro de la dependencia que afectó a Latinoamérica.
–¿Cuál es el modelo a seguir?
–No es una cuestión de modelos. Lo que hay ver es que este camino de capitalismo ajustado al sistema mundial es el peor posible, entonces tenemos que buscar un camino que nos conduzca a una fuerte rediscusión de la deuda, a un desarrollo económico orientado al mercado interno, que nos sitúe en una perspectiva no subordinada ni dependiente.