EL MUNDO › AYER LAS BANDERAS ITALIANAS TUVIERON UN JIRON NEGRO POR LOS MUERTOS EN LAMPEDUSA
Las polémicas una vez más estallaron en el mundo político, a favor y en contra de una ley del gobierno de Berlusconi –la ley Bossi-Fini de 2002– que puso mil vallas a los inmigrantes para entrar y poder trabajar en Italia.
› Por Elena Llorente
Desde Roma
Mientras Italia vivía ayer una jornada de luto por la tragedia de Lampedusa, donde tal vez cerca de 300 migrantes –las cifras no han sido confirmadas definitivamente– murieron ahogados en el Mediterráneo cuando trataban de llegar a Italia, las polémicas una vez más estallaron en el mundo político, a favor y en contra de una ley del gobierno de Silvio Berlusconi –la ley Bossi-Fini de 2002–, que puso mil vallas a los inmigrantes para entrar y poder trabajar en Italia. Al mismo tiempo, trascendía que tres barcos pesqueros habían pasado cerca de los inmigrantes que estaba en el agua y no los habían ayudado. Porque ayudarlos puede significar para ellos, a causa de esa mentada ley antiinmigración, problemas serios con la Justicia y el secuestro de la nave, explican los expertos. Por suerte no todos reaccionaron de la misma manera. Una señora muy elegante y su compañero, que habían salido en barca a navegar, contó a la televisión italiana que en un cierto momento escucharon gritos pero no sabían muy bien de dónde venían. Al asomarse, la cantidad de cabezas que salían del agua eran innumerables. Salvaron cerca de 40.
Muchos le echan la culpa a Europa y es cierto que muchos países europeos no tienen la disponibilidad que se requeriría para recibir, por ejemplo, a quienes piden asilo político. Según la comisaria europea para la Inmigración, Cecilia Malstrom, los países europeos “pueden hacer mucho más”. Italia, por su parte, ha recibido de la Unión Europea 232 millones de euros en 2010-2012 y 137 millones para 2013 para afrontar el problema. Pero, en realidad, no se entiende muy bien dónde ha ido a parar ese dinero, la mayor parte entregado a la península durante el último gobierno de Berlusconi. A pedido de Italia, dijo ayer el ministro del Interior Angelino Alfano en el Parlamento, el tema inmigración sería incluido en la agenda de la próxima reunión del Consejo Europeo el 24 de octubre.
Los progresistas quieren la derogación de la ley Bossi-Fini, los moderados hablan de reformarla. Los de la Liga Norte, cuyo líder, Umberto Bossi, fue uno de los artífices de esa ley, querrían todavía ser más duros. Ayer, en un municipio liguista del norte de Italia que como todo el país debía respetar la jornada de luto nacional y poner, como se acostumbra, un jirón negro en la bandera italiana, el alcalde bajó la bandera y le sacó la tira negra. Por suerte quedó “inmortalizado” por una cámara fotográfica fantasma. “El luto nacional es un deber pero que no sea una hipocresía –comentó por su parte el líder de Izquierda, Ecología y Libertad, Nichi Vendola–. Tenemos que interrumpir esta matanza, fruto de las leyes fascistas que Italia ha querido promulgar a causa de un populismo que siembra venenos e intolerancia. Tenemos el deber de derogar esas leyes. Acoger a la gente es un deber, es un modo inteligente de afrontar los problemas de la globalización.”
Mientras tanto, el papa Francisco, que el jueves había hablado de la tragedia de Lampedusa como de “una vergüenza”, ayer en Asís, donde estuvo visitando y orando en los lugares por los que pasó San Francisco, patrono de Italia y el santo por el cual eligió su nombre de pontífice, volvió sobre el drama de los muertos en el Mediterráneo. “Hoy, muchos de vosotros –dijo– habéis sido despojados por este mundo salvaje que no da trabajo, que no ayuda. No importa si en el mundo hay niños que mueren de hambre. No importa si tantas familias no tienen qué comer, no tienen la dignidad de llevar pan a casa. No importa que tanta gente tenga que escapar de la esclavitud, del hambre y huir buscando la libertad y con cuánto dolor tantas veces vemos que encuentran la muerte, como sucedió ayer en Lampedusa. ¡Hoy es un día de llanto!”
“La sociedad, desgraciadamente, está envenenada por la cultura del descarte, que es opuesta a la cultura de la acogida. Y las víctimas de la cultura del descarte son las personas más débiles, más frágiles”, añadió el pontífice, que en Asís estuvo acompañado por los ocho cardenales del G-8, el grupo que lo asesora en los cambios por hacer en la Iglesia y con el que estuvo trabajando esta semana.
En sus mensajes de ayer, en las frases que improvisó ante los fieles como suele hacer, el Papa volvió sobre el tema de la paz. “No seamos instrumentos de destrucción. Respetemos a todo ser humano: que cesen los conflictos armados que ensangrientan la tierra, que callen las armas y en todas partes el odio ceda el puesto al amor, la ofensa al perdón y la discordia a la unión. Escuchemos el grito de los que lloran, sufren y mueren por la violencia, el terrorismo o la guerra, en Tierra Santa, tan amada por San Francisco, en Siria, en todo el Medio Oriente, en el mundo”, dijo. Y sobre Italia, le pidió al santo “para que cada uno trabaje siempre por el bien común, mirando más lo que une que lo que divide”. Una referencia tácita a las trifulcas sin fin que han caracterizado la política italiana en los últimos meses.
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