EL MUNDO › COMENZARON LAS TAREAS DE EXHUMACIóN DE LOS RESTOS DEL EX PRESIDENTE DE BRASIL
Vuelve Goulart y con él la trama de agentes de la represión disimulados en la embajada brasileña en Buenos Aires, que entre 1975 y 1976 parece haber sido una base de operaciones ilegales. Su familia cree que fue envenenado.
› Por Darío Pignotti
Desde São Borja
La segunda vida de Jango. Los restos del ex presidente João Goulart comenzaron a ser exhumados ayer en su ciudad natal, São Borja, 37 años después de su muerte, en el exilio, cuando estaba en la mira del Plan Cóndor, como lo prueba una vasta documentación que circuló secretamente entre los agentes de la represión y diplomáticos coludidos para vigilarlo y eventualmente cazarlo en Brasil, Argentina y Uruguay.
Dos veces se pospuso la tarea y la ministra de Derechos Humanos, Maria do Rosario Nunes, dijo que el peritaje continuaba hasta la medianoche. La presidenta Dilma Rousseff, que recibirá a João “Jango” Goulart con honras de Estado en Brasilia, envió a São Borja, además, a José Eduardo Cardozo, titular de Justicia, para rubricar el apoyo del gobierno y enmarcar la dimensión política de un acontecimiento que trasciende la coyuntura.
“Hemos comenzado por la perforación de las paredes de la bóveda para hacer la extracción de gases tóxicos, eso lleva una hora de trabajo, se buscan gases de tres familias toxicológicas y además las sustancias (usadas) históricamente por el Plan Cóndor”, declaró el doctor Jorge González Pérez, titular de la carrera de Ciencias Médicas de la Universidad de La Habana. Junto a los especialistas extranjeros, entre los que hay un grupo de argentinos y uruguayos, estaba el médico João Marcelo Goulart, graduado en Cuba y nieto del ex mandatario.
El cubano Fernández Pérez, perito de parte de la familia Goulart, y Amaury de Souza Junior, de la División de Pericias de la Policía Federal de Brasil, hablaron con la prensa en el acceso al cementerio Jardín de Vida, de São Borja, bajo un sol absoluto. Al mediodía el termómetro de la plaza 15 de Noviembre marcaba 35 grados centígrados.
Hasta el cementerio municipal llegaron varios vecinos “saoborjenses”, como don Anastacio Fonseca, de 90 años, y Luthero Fagundes, de 88, para contar sus vivencias con Jango y reclamar que el cuerpo no debería dejar la ciudad. Celeste Penalvo, viuda del secretario personal de Goulart, y con quien compartió sus años de exilio, dijo a Página/12 que “la exhumación es algo que hay que hacer de una vez por todas. Al doctor Jango ni siquiera le hicieron la autopsia cuando lo trajeron a São Borja... yo estuve con él en Uruguay poco antes de su muerte, estaba muy bien, tomamos unos mates y partió para Argentina, pocos días después nos avisan que había muerto, no lo podía creer”.
El haber retirado de su tumba a Jango probablemente sea una de las pocas iniciativas relevantes del Estado brasileño, otra es la Comisión de la Verdad, en su marcha lenta hacia la recuperación de la memoria y la verdad (el gobierno evita por lo pronto hablar de Justicia, que sí es mencionada por los familiares) de lo ocurrido durante la dictadura más influyente, por ser la que Washington escogió como socia de cabecera, y la menos investigada de América del Sur, dado que aún rige la ley de amnistía promulgada durante la regencia del dictador Joao Batista Figueireido.
Los peritos que supervisaban ayer el desentierro empezaron a desandar efectivamente los pasos del Estado terrorista brasileño: junto con los despojos de Jango, comenzó a salir de su entierro la conspiración urdida por el Cóndor para eliminarlo.
Al hablar en el Centro de Tradiciones Gauchescas de São Borja el martes por la noche, la ministra Maria do Rosario Nunes recordó que el ex gobernante estuvo vigilado cada día de los 14 años que vivió desterrado luego del golpe de marzo de 1964. “Estamos exhumando al Plan Cóndor” resumió la ministra en una entrevista con este diario.
El gobernador de Rio Grande do Sul, Tarso Genro, que también vivió en el exilio, visitó ayer el cordón de policías de ese estado. No hubo, pese a que fue solicitado formalmente, ningún apoyo del ejército, que alegó razones burocráticas para disimular la preocupación militar frente a la repercusión del líder “populista” en esta segunda vida iniciada con la reparación histórica de su gobierno. Goulart no está muerto porque su agenda de transformaciones sociales, reforma agraria entre ellas, aún no perdió vigencia, planteó Joao Vicente, su hijo, en una de sus tantas declaraciones desde que llegó a São Borja.
La resucitación de Goulart, que nada tiene de religiosa o mística, actualiza la indagación acerca de la colaboración de la CIA y el Departamento de Estado en su derrocamiento y, supuestamente, en el complot para asesinar, mediante la adulteración de sus medicamentos, al presidente depuesto. Goulart vuelve, y con él la trama de agentes de la represión disimulados en la embajada brasileña en Buenos Aires, que entre 1975 y 1976 parece haber sido una base de operaciones ilegales, vinculada posiblemente a la desaparición de varios brasileños, como el pianista de Vinicius de Moraes, Francisco Tenorio Cerqueira.
Queda mucho por investigar sobre lo actuado por las dictaduras en ambas márgenes del río Uruguay, sobre las cuales los agentes del Cóndor establecieron bases que se movían complementariamente. Por el mismo puente sobre el río Uruguay, donde pasó el cadáver de Goulart el 6 de diciembre de 1976, desde la provincia argentina de Corrientes hacia Rio Grande do Sul, 4 años más tarde lo hicieron los militantes argentinos Ismael Viñas y el cura Jorge Adur (viajaba a Porto Alegre para denunciar ante el papa Juan Pablo II las violaciones de los derechos humanos del dictador Jorge Videla), ambos secuestrados y desaparecidos en operativos ejecutados por brasileños y argentinos.
Haber recuperado de su muerte política a Goulart trae consigo la posibilidad, incluso, de que avance la causa que investiga su deceso en el Juzgado Federal de Paso de Los Libres, Argentina, frenada debido a la falta de colaboración de su contraparte brasileña. Una fuente judicial dijo a este diario que la exhumación “puede sernos de gran ayuda, porque este caso de Goulart está lleno de cosas extrañas. Un ejemplo: de los 21 testigos de su fallecimiento 19 murieron, algunos por causas naturales, otros por accidentes raros”.
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