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› BUSH ADMITIO LOS ERRORES SOBRE IRAK, PERO DEFENDIO LA INVASION
Tienen razón, pero marchen presos
George W. Bush y Tony Blair, los jefes de la guerra a Irak, salieron a defenderse ayer de las evidencias en su contra en la presentación de la amenaza de Saddam Hussein, en momentos en que ambos gobiernos enfrentan un serio problema de credibilidad.
Por Javier del Pino *
Desde Washington
En una rueda de prensa casi improvisada, George W. Bush aceptó ayer por primera vez que la responsabilidad final de todo lo que dice es suya, aunque le escriban los discursos. El reconocimiento de culpa hacía referencia a la acusación falsa contra Irak sobre las supuestas aspiraciones nucleares de Saddam Hussein. Aunque Bush reconoce haber cometido ese error, saltó por encima de las consecuencias “porque lo importante es que el mundo es más seguro sin Saddam”. También prometió capturar al ex presidente iraquí y encontrar pruebas sobre su programa de armas de destrucción masiva “para convencer a críticos y cínicos”.
Un editorial publicado el lunes en The Washington Post lamentaba la falta de interés del presidente de EE.UU. por conceder ruedas de prensa y demostraba con cifras que Bush es el presidente más reacio a enfrentarse abiertamente a los periodistas. Un día después, la Casa Blanca organizó repentinamente una comparecencia de Bush montada como despedida vacacional, aunque de nuevo el presidente llevaba con él una lista con los nombres de los periodistas a los que se les permitía preguntar. Según Bush, Saddam será capturado, aunque reconoció su incapacidad para predecir cuándo: “Estamos más cerca de él que ayer, supongo. Pero no lo sé. Todo lo que sé es que estamos tras él”, aseguró Bush. El presidente se mostró abiertamente satisfecho de que los hijos del ex presidente iraquí “no hayan escapado a la justicia”. La CIA, a todo esto, ha confirmado que la voz que aparece en el último mensaje atribuido a Saddam es auténtica.
Su secretario de Estado Colin Powell mostró la misma incertidumbre sobre la captura de Saddam Hussein pero estuvo más original en su valoración: “Saddam ya sólo es una basura a la espera de ser recogida”, dijo Powell. Bush mostró un creciente dominio en el arte del desvío. Repitió machaconamente una serie de afirmaciones (“Saddam Hussein era una amenaza”, “El mundo es ahora un lugar más seguro”, “La desaparición del régimen iraquí ayudará a estabilizar la región”) y con ellas logró pasar por encima de las cuestiones más polémicas. Sólo hizo una concesión, cuando le preguntaron si era suya la responsabilidad de haber acusado falsamente a Irak por sus supuestas intenciones nucleares: “Asumo la responsabilidad de todo lo que digo, por supuesto. Absolutamente. También asumo la responsabilidad de tomar decisiones sobre guerra y paz. Analicé una recopilación minuciosa de información, buena, sólida y consistente, que me permitió llegar a la conclusión de que hacía falta quitar a Saddam Hussein del poder”, dijo Bush. Con tono de resentimiento, reconoció que siente la necesidad de aportar pruebas sobre el supuesto arsenal iraquí “para apaciguar a los críticos y a los cínicos sobre las intenciones de EE.UU. Y tengo confianza en que nuestra búsqueda demostrará aquello en lo que creo con firmeza: que Saddam tenía un programa de armas”. En varias ocasiones abogó por la vía diplomática para el conflicto con Corea del Norte y por la presión internacional para el otro vértice de su “eje del mal”, Irán.
En política interna, defendió sus recortes de impuestos y se mostró convencido de que esa reducción fiscal no es una de las razones en el déficit desorbitado al que se enfrenta este país. Al contrario, Bush pareció sugerir que la culpa de los males económicos que sufre EE.UU. está en buena medida en el ambiente belicoso del último año. Ese parecía ser el objetivo real de la rueda de prensa: establecer un punto de inflexión. Así puede regresar sin reparos a las dos únicas actividades que espera realizar en agosto, las dos que mejor domina: descansar en su rancho de Texas y recaudar fondos para su campaña a la reelección presidencial.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.