EL MUNDO › REPORTAJE AL POLITOLOGO FRANCES GAËL BRUSTIER, AUTOR DE SE BUSCA PUEBLO DESESPERADAMENTE
Brustier analiza el presente de las izquierdas europeas sin hacer concesiones y diferenciándolas de América latina. “La socialdemocracia pretende cambiar Europa al mismo tiempo que adhiere al marco consensual europeo.”
› Por Eduardo Febbro
Desde París
La izquierda europea se diluye. La socialdemocracia del Viejo Continente zigzaguea entre sus propuestas ideales y una acción política híper realista que no se separa de los cánones liberales cuando tiene que gobernar. Consensual, tibia, moralista, apegada a sus conquistas del siglo pasado, pero incapaz de ofrecer una visión alternativa que movilice a la sociedad, la socialdemocracia está en crisis. Las izquierdas de Europa son una sombra de lo que pudieron representar en décadas pasadas. Algunos analistas hasta le atribuyen una suerte de “prolofobia”. En los últimos veinte años, la socialdemocracia europea fue perdiendo sus tradicionales bastiones obreros y populares, al tiempo que ganaba el corazón de los nuevos burgueses urbanos. Esa transformación de la sociología de su electorado también transformó a la izquierda y la relación de fuerzas dentro del juego electoral: los obreros y las clases populares votan a la derecha, los “nuevos modernos” a la socialdemocracia.
El resultado es una indiferenciación cada vez más creciente entre ambos sectores. La socialdemocracia puede ser tan globalizadora, pro ajuste y liberal como la derecha. La ortodoxia financiera no le es indiferente; sí, en cambio, las clases populares que, año tras año, abandonan sus filas. “¡Pero el pueblo existe!”, dice el sociólogo y politólogo francés Gaël Brustier en su libro Se busca pueblo desesperadamente. Este analista político ha escrito varios libros sobre las transformaciones políticas actuales, especialmente sobre el devenir incierto de la izquierda y la derechización de las sociedades europeas. En uno de sus últimos libros, La guerre culturelle aura bien lieu (La guerra cultural tendrá lugar), Brustier define el combate que la izquierda debe llevar a cabo para cambiar ese imaginario colectivo a donde hoy, en Europa, se instaló cómodamente la derecha. Su análisis sobre el presente de las izquierdas europeas no tiene concesiones. Las reflexiones de Brustier se inspiran mucho en las del filósofo italiano Antonio Gramsci. Este pensador imperdible de la izquierda fue uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano. Gramsci fue encarcelado por el dictador fascista Benito Mussolini y murió en 1937, cuando salió de la cárcel. En esta entrevista con Página/12, Gaël Brustier analiza la crisis de la socialdemocracia europea, su penosa falta de iniciativas y su indefinición.
–La división histórica entre la izquierda y la derecha heredada de la Revolución Francesa parece estar llegando en Europa al fin de un ciclo.
–En efecto. Esa división se está reconfigurando, se está reformando mediante otras diferencias. El contenido de la izquierda de 2013 no es el mismo que el de la izquierda de 1981 ni el de 1936. La derecha también ha evolucionado. Las diferencias entre izquierda y derecha están entonces en plena evolución, determinadas a su vez por las evoluciones económicas, la desindustrialización y la ruptura del esquema de clases sociales que golpea a una gran parte de la población. El Partido Socialista francés es hoy un partido de gente que vive en las grandes metrópolis, inclinadas hacia la globalización. La derecha, junto a la extrema derecha, logró conquistar los medios obreros, que fueron durante mucho tiempo electorados cautivos de los partidos de izquierda. En los años ’80 se produjeron dos fenómenos: la ruptura del lazo entre el voto de clase, el voto obrero, a favor de la izquierda; y, paralelamente, la adhesión de cierta tecno estructura de la izquierda a las recetas liberales, a la liberalización de los mercados internacionales. Este sector de la izquierda; está convencido de que es preciso desreglamentar y conducir a Francia hacia el combate de la globalización liberal. Estos dos fenómenos conjugados definen la situación actual.
–Si tuviésemos que tornar visible la línea que hoy separa a la izquierda de la derecha, ¿por dónde pasa?
–Es muy complicado. Pero podemos decir que la línea de fractura pasa por la sociología de los dos campos. Cierta burguesía de negocios permaneció a la derecha, mientras que muchos obreros y empleados se pasaron de la izquierda a la derecha. A su vez, muchos jóvenes con diplomas, la gente que trabaja en el mundo de las ideas, la prensa, la comunicación, que está conectada con la mundialización, toda esta gente conforma la sociología de la izquierda. La fractura entre la izquierda y la derecha ya no pasa tanto por las cuestiones económicas. Hoy, fundamentalmente, en torno de las cuestiones económicas las políticas que la socialdemocracia aplica en Europa no son tan diferentes de las políticas aplicadas por el bloque conservador. En el Parlamento Europeo, por ejemplo, los bloques de la derecha, el PPE, y de la socialdemocracia, PSE, están ligados por el consenso europeo.
–¿Acaso Europa mató a la izquierda?
–El problema de la izquierda europea radica en que siempre se remitió al ideal para justificar la Europa real. Cuando se construyó el mercado único la izquierda dijo: “La próxima vez vamos a construir la Europa social”. Pero esa Europa social nunca se hizo realidad. La izquierda dijo también que las instituciones europeas eran bastante oligárquicas y prometió que, mañana, se construiría una Europa democrática. Pero tampoco se hizo realidad. En suma, la vocación de una Europa ideal siempre sirvió para justificar la existencia de la Europa real. Hoy llegamos al final de esa contradicción. La socialdemocracia pretende cambiar Europa al mismo tiempo que adhiere al marco consensual europeo. Observemos lo que ocurrió con el presidente francés, François Hollande. Antes de ser electo, Hollande prometió que iba a renegociar el famoso pacto fiscal europeo firmado por el ex presidente Nicolas Sarkozy y la canciller alemana Angela Merkel, el pacto conocido como Merkozy. Pero no lo hizo y eso no permitió que se reorientara la política económica europea. En resumen, las izquierdas de Europa perdieron la batalla ideológica. Europa funcionó durante mucho tiempo como un mito de sustitución.
–Esta situación deja un esquema muy claro: se usan los ideales para ganar una elección, pero se gobierna exclusivamente con las realidades financieras. Esto forma parte del consenso europeo.
–El problema radica en saber quién es capaz de romper ese consenso. El Partido Socialista francés es, por ejemplo, el más potente de Europa: tiene la presidencia, las regiones más importantes, las dos Cámaras del Parlamento. Pero esto no ocurre con los demás partidos socialdemócratas de Europa. Por eso no pueden ni aceptar ni aplicar un proyecto socialdemócrata alternativo. La izquierda europea podría empezar a proponer un plan radicalmente distinto al de la derecha. Pero no lo hace.
–La izquierda europea es incapaz de operar una verdadera mutación y también de proponer una alternativa.
–La izquierda no ha muerto, la izquierda es un gigante herido. Hasta los sindicatos, que siempre fueron el sostén de la izquierda, están debilitados. Después de un siglo de socialismo, la izquierda se ha vuelto incapaz de imprimir en la sociedad una verdadera visión movilizadora, un proyecto claramente identificable. La socialdemocracia, está en crisis. La izquierda radical también está en crisis, porque no llega ni a sustituir la socialdemocracia ni a desempeñar un papel de contrapeso eficaz frente a los desvíos de los socialdemócratas. Por paradójico que resulte, hoy es mucho más simple ser de derecha que de izquierda. La derecha navega sobre las olas del pánico moral, sobre el miedo al ocaso. Es muy simple. Pero es obvio también que, a la izquierda, no se realizó un trabajo crítico sobre la ideología dominante. No hay que engañarse más: la izquierda forma parte de la ideología dominante. La izquierda no consigue transmitir un imaginario alternativo. Esa es su gran dificultad. Si observamos lo que ocurre en Francia, las protestas más fuertes no vienen de la izquierda, sino de la derecha.
–Esta crisis y estas nuevas fronteras que usted describe son propias de la izquierda europea, no se dan tanto en las izquierdas latinoamericanas.
–Desde luego. Las izquierdas latinoamericanas son muy diferentes a las izquierdas europeas. En primer lugar, las izquierdas de América latina asumieron y plasmaron un proyecto geopolítico. Hace quince años nadie hubiera pensado que América latina alcanzaría la autonomía de hoy. Es una conquista mayor. Estados Unidos ya no puede dar órdenes con tanta facilidad como antes ni tampoco considerar que América latina es su coto privado. Kirchner en Argentina, Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador, Morales en Bolivia o Lula en Brasil ganaron espacios enormes, imprimieron la afirmación de una autonomía enorme con respecto a Estados Unidos. Estos presidentes tuvieron una visión geopolítica y un programa de acción social. La situación con las izquierdas europeas no es comparable. Las izquierdas latinoamericanas impusieron sus agendas, conquistaron electores, desarrollaron su visión del mundo. Ese esquema funciona porque esa izquierda es capaz de movilizar a la sociedad. Comparadas con las de Europa, las izquierdas latinoamericanas son mucho más dinámicas.
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