Jue 05.12.2013

EL MUNDO  › ENTREVISTA A MARCO ENRíQUEZ OMINAMI, EX CANDIDATO DEL PARTIDO PROGRESISTA

“A Bachelet no le doy un cheque en blanco”

El candidato centroizquierdista que obtuvo el tercer lugar en la primera vuelta en Chile no duda de que la candidata de la Nueva Mayoría será electa presidenta. Aunque escéptico, MEO espera que ella “le gane a los poderes fácticos de su coalición”.

› Por Mercedes López San Miguel

El pasado 17 de noviembre todo cambió para Marco Enríquez Ominami. En su segundo intento de llegar a La Moneda, el candidato independiente del Partido Progresista (PRO) obtuvo el 11 por ciento de los votos –en 2009 consiguió casi el doble–, por detrás de Michelle Bachelet (47 por ciento) y Evelyn Matthei (25 por ciento), y él pasó a sentirse como el niño rebelde que “mamá Michelle” quiere tener cerca. Pero el ex diputado socialista se proyecta en el rol de opositor constructivo.

Hijo biológico del guerrillero Miguel Enríquez, asesinado por la dictadura; hijo adoptivo del ex senador Carlos Ominami, este político de 40 años, cineasta, se muestra inflexible con Matthei. “Qué le pasa a la derecha que elige a una verdadera fan de Pinochet”, se pregunta en diálogo con Página/12 a su paso por Buenos Aires camino a Rosario. Al mismo tiempo, Enríquez Ominami señala que no le entregará un cheque en blanco a la coalición Nueva Mayoría que lidera Bachelet, de quien no duda será la nueva presidenta de Chile.

–¿A qué le atribuye la merma de votos respecto de las anteriores elecciones presidenciales?

–Nosotros tenemos una muy buena evaluación poniendo las cosas en contexto. En 2009 irrumpimos con un voto de protesta. El de 2013 es un voto de propuesta, nuestras banderas son más complejas y el nivel de abstención, inédito en la historia de Chile. Con un 50 por ciento de ausentismo electoral, con Bachelet que no es precisamente Eduardo Frei, con nueve candidaturas. Nosotros tenemos una sensación inversa, de que el 11 es más que el 20, aunque matemáticamente no lo sea. Somos la tercera fuerza y eso es muy importante.

–¿Por qué no apoyó explícitamente a Bachelet para esta segunda vuelta y sí lo hizo con Frei?

–Por dos cuestiones. No hay ninguna posibilidad de que la derecha gane. En 2009 no me equivoqué porque la derecha iba a ganar y así fue. Con lo cual no soy profeta, pero hice un buen análisis. Y segundo, porque Bachelet se declaró ganadora la noche del domingo electoral. De hecho, creo que es la presidenta electa de Chile. Yo parto de esa base y de que la segunda vuelta no es entre Bachelet y Matthei, sino entre el cambio y el casi cambio. Entre la reforma tributaria y la casi reforma tributaria. Entre el matrimonio igualitario y el pacto de unión civil. Te podría mostrar 10 ejemplos dicotómicos entre la Asamblea Constituyente y la nueva Constitución. Esa es la segunda vuelta electoral. El péndulo está entre lógicas de poder, y yo en eso no me pierdo. Voy a votar por la Asamblea Constituyente.

–Gran parte del electorado del PRO vota por ella...

–Nuestros alcaldes van a ir a votar por su candidatura. Lo han dicho públicamente. Yo tengo la gran esperanza de que Bachelet les gane a los poderes fácticos de su coalición. Ella es una gran candidata y ganó por lejos. No es un fallo fotográfico, es un triunfo, aunque menor de lo que ella anunció. De la abstención soy también responsable, no quiero hacer un comentario oportunista. Fui candidato y no convoqué al 50 por ciento de Chile. Dicho esto, que ella es la presidenta electa y una gran candidata, no voy a darle un cheque en blanco a su coalición y no voy a votarla. Ellos han repetido el pequeño vicio de quedarse dormidos cuando hay que votar las leyes más importantes de Chile. Ocurrió hace una semana, no han llegado a votar el final del sistema electoral. Veinticuatro años que se quedan dormidos y no votan la ley del binominal. Bueno, la derecha había dado los votos esta vez. Oh, sorpresa, ¿adivina quién no llegó a la sala? Yo fui parte de esa coalición, conozco las lógicas de poder y no voy a firmar un cheque en blanco.

–¿En cuánto cambia la presencia en el Congreso de Camila Vallejo y los otros tres ex dirigentes estudiantiles que se sumaron a la coalición de Bachelet? Hay analistas que señalan que ellos van a ejercer presión para que se voten los cambios estructurales.

–En 2006 yo entré a la Cámara de Diputados y muchos analistas dijeron que los 10 diputados que veníamos, no cuatro, íbamos a lograr empujar las cosas. Yo ya hice ese recorrido. Fui diputado del Partido Socialista con primera mayoría; a los 32 años les gané a todos los partidos que compitieron conmigo. A los 35 llegué a la convicción de que por razones normativas del Parlamento y culturales no había cómo cambiar de raíz. Yo creo que ese territorio está en disputa y muchos analistas voluntaristas omiten que el Parlamento está organizado para el empate. Salió un estudio hoy día en la revista chilena Qué pasa que muestra cómo votarían los parlamentarios. No están los votos para las banderas que dicen defender. Hoy no están, con el Congreso nuevo. Por tanto, en esta segunda vuelta es momento de seguir empujando una causa a esta altura emblemática: la educación, la energía, la salud. La Asamblea Constituyente se está convirtiendo en el icono de cómo se ejerce el poder en Chile.

–¿Tiene alguna expectativa de que Bachelet realice las reformas que promete: tributaria, educativa y constitucional?

–No va a poder hacerlo si no les gana a los poderes fácticos de su coalición. ¿Tú crees que cuatro diputados de 70 van a cambiar una realidad? Los mismos que están hoy en el Parlamento, los reelectos, no llegaron a votar la ley de presupuesto. No están los votos en su coalición para aprobar las grandes causas. En estos seis años que estoy en política busco correr los límites un poquito más, abrir las puertas. Las puertas que abrieron antes los estudiantes, los pingüinos.

–Sí, en 2006.

–En 2006 los pingüinos derriban una puerta. Yo la sigo derribando. En 2011 salen los universitarios y en 2013 se produce un nuevo síntoma, porque hay nueve candidaturas. Una democracia que ya no es de dos, es de nueve. En este momento siento que soy el arquitecto de ese escenario, porque yo fui el que a los 35 años mostró que se puede competir contra esos dos grandes bloques. Te puedo demostrar con los hechos que son los que bloquean los cambios. Es un cambio con freno de mano. Hay una lógica de síndrome de Estocolmo, de amor por el secuestro. Si tú llamas como periodista y preguntas a los diputados “¿usted votaría por lo que usted hizo campaña?”, te responden que no. Yo creo que a lo mejor van a estar los votos para una reforma tributaria, en educación una parte y en jubilación probablemente otra parte. También sobre el aborto terapéutico. Para todo lo demás no están los votos.

–Una parte del electorado joven que se movilizó por el tema estudiantil votó por Bachelet y no por su candidatura. ¿Qué cree que pasó?

–Yo creo que no votó. El ausentismo es un voto de malestar. Todas las encuestas nos daban 15 o 16 por ciento, incluso a dos puntos de Matthei, por eso el optimismo. Todas las encuestas suponían una participación del 70 por ciento. Ningún sondeo decía que iba a votar el 50 por ciento. Por eso los resultados los vivimos como un éxito, porque a mayor ausentismo electoral nuestra elección era más frágil. A mayor participación, nosotros crecíamos. De 24 a 35 años nosotros somos fuertes. Donde no somos tan fuertes es en la franja de los 50 para arriba y de 18 a 24. Se desmovilizó la gente. Creo que hay varios factores. La oferta política; la sensación de que Bachelet ganaba de todas maneras; la falta de debates; la despolitización de la elección. En 2009 había más debate cuando éramos cuatro candidatos.

–Matthei, que quedó 20 puntos abajo, celebró como un triunfo haber pasado a segunda vuelta.

–Como en el cine, la política y las expectativas son un matrimonio. Bachelet tenía la idea de que iba a arrasar y no arrasó y la derecha logró pasar a segunda vuelta. Bachelet y también nosotros supusimos siempre que iba a votar más gente. Cuando hablas de ausentismo electoral, se esconde una agenda detrás, que es tratar de decir que esa presidenta no es legítima. Yo no me sumo a ese coro.

–Era la primera vez que se ponía en juego el voto voluntario.

–Yo sostengo que Bachelet y Matthei comenten un error: desactivaron los debates. ¿Qué discuten? Nada. Quedan diez días para la elección y a nadie le importa. Un dato sintomático. En las últimas dos semanas, los políticos éramos todos trending topic diariamente. En estos días se desconectó aún más el electorado.

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