EL MUNDO › EX VECINOS DE MANDELA
› Por Andrew Buncombe *
En la calle próxima a una choza de una sola habitación en la que Nelson Mandela había vivido cuando llegó por primera vez a Johannesburgo, un grupo de personas vestidas de blanco y negro estaban formadas en una fila. Margaret Msipi y los demás estaban allí para despedir a un amigo, Khali Mufiwa, que murió el jueves pasado. Mientras esperaban el almuerzo de arroz y pollo tras volver del cementerio, servido en cajas de poliestireno, también reflexionaban sobre la pérdida de Mandela, que había fallecido el mismo día, y lamentaron cuán poco habían cambiado algunas cosas desde que el hijo más famoso del barrio era un vecino.
Cuando Mandela se trasladó hacia la barriada pobre (town-ship) de Alexandra en Johannesburgo en 1940 y alquiló una habitación en la Avenida 46, no había electricidad ni agua corriente. Sin embargo, más de 70 años después, para muchos en Alexandra y en otros lugares similares en todo el país la situación en algunos aspectos no es muy diferente. Y a medida que millones de sudafricanos continuaban celebrando ayer los logros de Mandela, en los barrios marginales todavía la gente insistía en que la revolución iniciada por el primer presidente negro del país aún está inconclusa. “El nos dio las escuelas gratuitas y las clínicas, pero no disponemos de casas. Todos estamos todavía viviendo en chozas”, dijo la señora Msipi, de 69 años, cuyo marido murió hace 15. “Y no hay trabajo. Los jóvenes no consiguen trabajo. Tengo cuatro hijos, seis nietos y dos bisnietos. Todos ellos están viviendo de mi pensión.”
Entre las partes más penosas de Alexandra se destaca la S’swetla, un campamento de ocupantes ilegales, situado junto al cementerio donde la señora Msipi y los otros deudos habían enterrado su amigo. Aquí, hasta 5000 personas viven en chozas separadas por callejones estrechos, donde los cerdos se alimentan en la basura y las casas todavía no tienen electricidad. El agua proviene de unas pocas bombas y una línea de sanitarios portátiles hace las veces de saneamiento.
“La muerte de Mandela es una gran pérdida para la nación, pero en los últimos 20 años nada ha cambiado para nosotros”, manifestó Michael Ngobeni. “Cuando se habla de libertad no se puede decir que hemos probado la libertad. No tenemos luz ni agua potable. Es una situación muy mala.” Las cifras publicadas el año pasado mostraron que mientras que los ingresos de los hogares negros habían aumentado en un promedio del 169 por ciento durante los últimos diez años, se trata de una sexta parte de los de los hogares blancos. “Estas cifras nos dicen que en la base de la pirámide está la mayoría negra que sigue siendo afectada por la extrema pobreza, el desempleo y la desigualdad “, supo reconocer el presidente Jacob Zuma.
Pocos culparon a Mandela ayer. Por el contrario, coincidieron en que los líderes que lo sucedieron no se esforzaron lo suficiente. Varios afirmaron que algunos políticos cayeron en desgracia por la corrupción.
“Obviamente no somos iguales. Somos una joven democracia”, dijo Jabulani Maqwaza, un hombre de negocios negro que estaba viendo a una multitud multirracial reunida en la Plaza Nelson Mandela de Sandton, donde el metro cuadrado es el más caro de Africa y donde se erige una enorme estatua del ex líder. “Pero no habrías visto esto antes de 1994. El creó la oportunidad para que, al menos, tengamos una participación en la economía.” Maqwaza, de 31 años, señaló que el mandato más importante de Mandela no fue sobre la economía, sino que se trató de poner fin al conflicto racial y persuadir a ambas comunidades a aprender a confiar. “Sólo para tener estabilidad, que era lo más importante “, dijo.
El municipio de Soweto, donde Mandela vivió con su segunda esposa, Winnie, ha sido el epicentro de gran parte de las celebraciones y la reflexión que han seguido a la muerte del líder. Entre la multitud reunida ayer en la calle Vilakazi, donde Mandela vivió en la Nº 8115, había tres mujeres con remeras del Congreso Nacional Africano. Ellas no descartaron la idea de que el progreso de Sudáfrica se haya frenado por la corrupción. “No va a ser un cambio rápido. Pero creo que lo conseguiremos”, dijo una de ellas.
* De The Independent, de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Patricio Porta.
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