EL MUNDO › OPINIóN
› Por Oscar Laborde *
El triunfo del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus aliados en las elecciones municipales del pasado domingo es de un gran valor estratégico, porque lo que estaba en juego no era una alcaldía de más o de menos, sino todo el proyecto revolucionario construido por Hugo Chávez Frías.
Así lo planteó la oposición política y el propio gobierno estadounidense que todavía no reconoció el triunfo del presidente Nicolás Maduro y estaba esperando estos resultados para ratificar públicamente que en aquella elección nacional había existido fraude. El paso legal hubiese sido la solicitud de un referéndum revocatorio del primer mandatario.
Pero aquella pequeña diferencia de 1,50 por ciento en abril pasado, se amplió a 6,50 por ciento ahora, lo que demuestra que cuando el pueblo advierte que lo que está juego es el propio proyecto vota en consecuencia. El 49,42 por ciento de los sufragios obtenidos estaba asegurando 210 para el chavismo de las 335 alcaldías en juego.
Primaron en esta decisión soberana varios factores. La lealtad de los venezolanos con su histórico líder, que en lo concreto se transformó en una actitud de unidad frente a las acciones de la oposición política y del imperio, más allá de las lógicas diferencias internas que existen en todo gran movimiento nacional y popular.
Por otro lado, el giro en la gestión que produjo el propio presidente, quien se decidió a enfrentar las alzas indiscriminadas de precios y el desabastecimiento de productos esenciales para la población, organizando el aparato del Estado para supervisar a las grandes cadenas de venta y distribución, que pusieron al descubierto el manejo que los grupos económicos nacionales y extranjeros estaban realizando en perjuicio del conjunto de la población.
Nicolás Maduro sacó el gobierno a la calle, región por región del país, y los ministros y altos funcionarios tomaron contacto con las instituciones, y las problemáticas de cada lugar, generando un ida y vuelta en la relación del ciudadano con los distintos niveles del Estado.
Y aún más, frente a las denuncias por corrupción, dio muestras claras de no convivir con ella; elementos éstos que dieron una dinámica preelectoral al PSUV que meses atrás pocos imaginaban.
El triunfo en Venezuela fortalece a la región; es una señal al resto de los países, en particular sobre la actitud que hay que adoptar frente a las estrategias que los grandes grupos concentrados adoptan para desestabilizar los gobiernos y pone al descubierto la hipocresía de las políticas imperiales en Sudamérica.
Las 19 elecciones en 15 años de gobierno demarcan una curiosa geografía política; mientras desde Miami no se cansan de explicarnos la maldad de la dictadura chavista; Venezuela, nuevamente, ha demostrado al mundo la fortaleza de su sistema democrático.
Estas contiendas electorales deberían hacer reflexionar, también, en Argentina, a los seguidores de Sergio Massa, como en su momento fueron los de Julio Cobos, que imaginaron frente a un resultado favorable, en una determinada coyuntura, que tenían abierto el camino a aventuras presidenciales. La realidad de nuestra región está marcando, claramente, cómo terminan esos momentáneos triunfos.
* Dirigente del Frente Transversal y observador internacional en las últimas elecciones presidenciales en Venezuela.
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