EL MUNDO › UN PICO DE CRECIMIENTO CONSOLIDA SUS CHANCES REELECCIONISTAS EN BRASIL
Brasil, a su vez, se puso por encima de Estados Unidos, Sudáfrica y el Reino Unido, entre otros. Dilma tenía precisamente en el flojo desempeño de la economía uno de sus puntos débiles. Ahora podrá cambiar su discurso.
› Por Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro
Con persistencia cada vez más visible, las discrepancias entre las proyecciones del mercado financiero y del equipo económico del gobierno de la presidenta Dilma Rousseff son tema de acalorados debates entre analistas y economistas brasileños.
Por una vez, sin embargo, los dos se equivocaron. Y mucho: al consolidar ayer los datos sobre el desempeño de la economía el pasado mes de diciembre, se constató que hubo un crecimiento de 0,70 por ciento. El equipo económico hablaba de “posiblemente 0,50 por ciento”, lo que era contestado entre risas por agentes financieros que preveían, en el mejor de los casos, 0,30 (algunos hablaban claramente de un resultado negativo).
La sorpresa ha sido general. Con eso, el PIB creció, en 2013, 2,3 por ciento, muy por encima de lo esperado por el gobierno (1,9) y por el mercado financiero (1,7). Y más: de los países que divulgaron los datos consolidados de su economía, solamente dos, China y Corea del Sur, tuvieron un desempeño superior al brasileño.
Brasil, a su vez, se puso por encima de Estados Unidos, Sudáfrica y el Reino Unido, entre otros. México, por ejemplo, que parece haber sido elegido para ser el niño mimado de los inversionistas globales, avanzó un escaso 1,1 por ciento en su PIB.
En América latina, hubo crecimientos superiores al brasileño, pero en economías que no integran el bloque de las principales del mundo. Perú, por ejemplo, creció un formidable 5 por ciento. Chile y Colombia no han divulgado su resultado oficial, pero las expectativas indican algo alrededor de 4.
El caso mexicano –segunda economía latinoamericana– es significativo, una vez que hay grandes movimientos entre agentes financieros globales para hacer del país el destinatario de recursos que supuestamente estarían a punto de salir de Brasil gracias al flojo panorama económico y a la desconfianza relacionada con la política fiscal del gobierno de Dilma Rousseff.
Guido Mantega, el siempre entusiasmado y voluntarioso (y bastante desacreditado) ministro de Economía de Dilma Rousseff, destacó que, para 2014, todas las proyecciones tendrán que ser revisadas. Y anticipó que la nueva proyección del gobierno es de un crecimiento de 2,5 por ciento. Todavía sorprendidos, los analistas y consultores de la banca y del mercado mantuvieron su proyección de 1,7 por ciento, aunque admitiendo que tendrá que ser revisada.
Para Dilma Rousseff y los estrategas de su campaña electoral, la noticia ha provocado más alegría que el Carnaval que se empieza a celebrar hoy en Brasil. Clara favorita a ser reelegida en octubre, la presidenta tenía precisamente en el flojo desempeño de la economía uno de sus puntos débiles. Ahora podrá cambiar el tono de su discurso: ya no se trata solamente de prometer mejoras, sino de mejorar de un panorama positivo a otro más positivo aún.
Sin embargo, hay que observar algunos detalles del desempeño de los diversos segmentos de la economía. El sector rural, por ejemplo, que se opone de manera contundente a las políticas sectoriales del gobierno, creció 7 por ciento en 2013, en especial para el trigo (con un aumento de 30 por ciento en la producción) y la soja (de 24 por ciento). Mientras tanto, el sector industrial, que también es especialmente ácido cuando se refiere a Dilma y su equipo, creció escaso 1,3 por ciento. La participación de la industria en el PIB de 2013 ha sido la más baja en once años.
Otra sorpresa fue el aumento de las inversiones, de 6,3 por ciento, la mayor variación positiva desde 2010. El consumo de las familias, a su vez, aumentó 2,3 por ciento, repitiendo el movimiento creciente que se registra desde 2003, cuando Lula da Silva llegó a la presidencia. Ha sido, sin embargo, el menor crecimiento observado a lo largo de ese tiempo.
Ahora se espera ansiosamente en Brasilia, en el mismo despacho presidencial y sobre todo en las salas del equipo económico, que disminuya sensiblemente el escepticismo entre empresarios y agentes financieros. Ese pesimismo podría contagiar al electorado y, en año electoral, nada más desagradable (y, claro, agradable para la oposición) que un malestar causado por factores económicos.
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