EL MUNDO › ENTREVISTA A GALIA ACKERMAN,HISTORIADORA ESPECIALISTA EN RUSIA
› Por Eduardo Febbro
Desde París
La crisis abierta entre Rusia y las potencias occidentales luego de la caída del régimen ucranio pro ruso de Víktor Yanukovich y la posterior casi anexión de Crimea por parte de Moscú sube de tono cada día. El antagonismo ha configurado una acelerada reactualización de la Guerra Fría entre los bloques que, hasta antes de esta confrontación, estaban en una fase de negociación y acercamiento. Con Estados Unidos a la cabeza, Occidente adoptó una serie de medidas. Washington decidió vetar el visado a los funcionarios rusos y ucranios así como el congelamiento de los haberes en los Estados Unidos. A su vez, la Unión Europea suspendió las dos negociaciones que estaban en curso: un acuerdo para levantar las visas de los ciudadanos rusos y europeos, y un convenio global sobre las relaciones políticas y económicas entre el Kremlin y Bruselas. Estas medidas son más políticas que prácticas, pero testimonian, sin embargo, la agudeza de una crisis en la que todos los protagonistas cometieron errores groseros, tanto la Unión Europea como Moscú. Según resume en este entrevista a Página/12 Galia Ackerman, historiadora y especialista de Rusia, el presidente ruso, Vladimir Putin, subestimó la fuerza de la insurrección que derrocó al presidente de Ucrania Víktor Yanukovich mientras que los europeos no evaluaron con lucidez la reacción de Putin, la importancia histórica de Crimea –territorio autónomo vinculado con Ucrania–, y el desenlace que tendría la confrontación entre pro europeos y pro rusos de Ucrania. Un desastre que puede, para la especialista, conducir tanto a la partición de Ucrania como a una guerra de alta intensidad entre Rusia y el bloque occidental.
“Europa prometió algo que no era muy fácil proporcionar. Sin embargo, no hay que olvidar tampoco que el camino europeo de Ucrania fue trazado a partir de la llamada Revolución Naranja (revuelta popular que estalló en 2004 contra el resultado de las elecciones que le dio la victoria a Víktor Yanukovich). Europa buscó responder a los compromisos contraídos hace varios años. Ahora bien, es lícito reconocer que Europa también fue un poco imprudente. Los europeos se mostraron dispuestos a firmar con Ucrania un acuerdo de asociación cuando en realidad el presidente, Víktor Yanukovich, no había cumplido con las exigencias planteadas por los europeos, en lo concreto, la liberación de la líder opositora Yulia Timoshenko. Pese a ello, Yanukovich decidió no firmar ese acuerdo. Ese rechazo fue el que dio lugar a lo que conocemos como Maidan, o sea, el movimiento opositor que derrocó a Víktor Yanukovich. A Europa le faltó consistencia. Su posición desencadenó las protestas de los pro europeos de Ucrania cuando hubiese sido mejor que Europa aplazara la firma de ese acuerdo de asociación con Ucrania a la espera de mejores condiciones.
–¿Acaso se puede pensar que al presidente ruso Vladimir Putin también se le fueron las cosas de las manos?
–Seguramente Putin no quería llegar a este punto. Cuando las manifestaciones de Maidan comenzaron, y Putin vio que las cosas empeoraban, que el presidente Yanukovich no era capaz de controlar la situación y que, al contrario, el movimiento Maidan se amplificaba, Putin decidió actuar comprando a Ucrania. En lo concreto, propuso un enorme préstamo de 15 mil millones de dólares. Esta suma hubiese servido para que Ucrania pagara la deuda que tiene con el suministrador de gas GazProm. A corto plazo, esto hubiese salvado a Ucrania de la quiebra. Putin también propuso bajar el precio del gas de una tercera parte haciéndolo pasar de 400 dólares por cada mil metros cúbicos a 260 dólares. Todo esto estaba por supuesto supeditado a una serie de condiciones que se extendían por un período de tres meses al cabo de los cuales se volvía a rever la propuesta. Y como en ese momento Europa no proponía nada semejante, Putin creyó que con eso le bastaba para calmar las protestas callejeras. Putin no contó con que esa oferta no era suficiente para seducir a los ucranios. La gente siguió manifestando. Esto condujo a la radicalización de la posición de Rusia. Moscú ordenó a Yanukovich que terminara de una buena vez con la insurrección. Hubo el baño de sangre que todos conocemos pero los manifestantes resistieron. Encima, cuando muchos parlamentarios vieron que Yanukovich no lograba torcer el brazo de la oposición, se pasaron de bando y con ello privaron al presidente de la mayoría necesaria. Por eso el Parlamento lo destituyó y eligió a un nuevo presidente.
–Esta crisis, sin embargo, sirvió a los intereses rusos. El desmembramiento del Estado abrió las puertas para que Rusia acentuara la defensa de sus derechos en Crimea. ¿Puede decirse que Putin ganó militarmente lo que había perdido políticamente?
–Sí. Moscú aprovechó los derechos que detenta en Crimea porque allí están sus bases del Mar Negro. Estamos en una situación que, a mediano plazo, puede desembocar en la partición de Ucrania. Putin, por el momento, ganó Crimea. Me resulta irrevocable que, en adelante, Crimea tendrá un estatuto de Estado independiente. Rusia lo va a reconocer, pero no sé todavía si se animarán a incorporar a Crimea como parte de Rusia. De hecho, una Crimea independiente no es viable. Tiene que estar vinculada a Rusia, y esto puede llevar también a Moscú a incorporar Ucrania del sur a Crimea, especialmente la región de Odesa, para que forme un conjunto más importante. Ahora se trata de saber hasta dónde puede ir este juego de dominó. Por el momento, Putin es el ganador.
–¿Y dónde podría perder?
–Putin puede perder si los Estados Unidos y la Unión Europea persisten en aplicar sanciones económicas y políticas pesadas, o sea: si Rusia es expulsada del G-8, si los haberes en el exterior de altos funcionarios y empresas rusas son congelados, si los rusos tienen dificultades para viajar a Occidente o si se les niega la visa a altos responsables del aparato de poder. Si todo esto ocurre, puede haber en Rusia un movimiento interior porque afectaría principalmente a las elites europeizadas, a quienes pusieron su dinero en Occidente.
–Pero Putin tiene no obstante muchas cartas para compensar esas medidas.
–Efectivamente. No se ha medido bien la capacidad de Putin para frenar esa posible oposición interna. Putin tiene las riendas en la mano. Todo esto es potencialmente peligroso. El canciller ruso ya anunció que estaba preparando una respuesta a esas sanciones. Se trataría, por ejemplo, de congelar los haberes de los ciudadanos y las empresas extranjeras en Rusia. Aquí, veríamos un movimiento inverso: son las grandes empresas extranjeras que tienen inversiones en Rusia, digamos en el caso de Francia, Total o Bouygues, las que presionarían a sus propios gobiernos. En ese caso será el gobierno francés el que cederá.
–En suma, la Guerra Fría se ha reencarnado. Estamos en una guerra tórrida.
–Sí, y creo que recién ahora Occidente empieza a comprender, a medir, el grado de nocividad que representa Rusia. Si no dejan actuar ahora a Rusia, habrá un gran conflicto que puede desembocar incluso en una guerra caliente. Pero si se deja que Rusia haga lo que quiere, entonces la próxima etapa será el Kazajistán, donde hay muchos rusos, y después del Kazajistán le puede tocar el turno a Letonia, donde hay un 60 por ciento de rusohablantes. Esto puede llegar muy lejos. Putin busca reconstruir el imperio soviético bajo otras formas. Las perspectivas son terribles. Cuando se empiezan a tocar los equilibrios y las fronteras establecidas nunca se sabe hasta dónde pueden ir las cosas. Esa es la gran lección que debemos retener.
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