EL MUNDO › EL FLAMANTE PREMIER FRANCéS ELIGIó A LOS DIECISéIS MINISTROS: SóLO INCORPORó A DOS PERSONALIDADES QUE ROMPEN CON LA CONTINUIDAD
Valls matizó su imagen de conservador al nombrar al proteccionista y abanderado de la antiglobalización, Arnaud Montebourg, como titular de Economía, y a la ex esposa del presidente Hollande, Ségolène Royal, para Ecología.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Un poco de novela, un poco de izquierda, un poco de derecha y siempre las políticas de rigor como manual de estilo, el nuevo gobierno nombrado por el recién designado primer ministro francés Manuel Valls sintetiza las zonas de influencia de cada personalidad: la del presidente François Hollande y la del propio jefe del Ejecutivo. Este segundo gabinete consta de 16 ministros, en el que sólo hay dos ministros nuevos y algunos traslados entre los titulares de las carteras del renunciante gobierno de Jean-Marc Ayrault. Valls montó una escena gubernamental capaz de aliviar la imagen de conservador con que se lo retrata y ello explica la presencia de dos personalidades de contrapeso: la del proteccionista y abanderado de la antiglobalización, Arnaud Montebourg, como titular de Economía, Industria y Nuevas Tecnologías, y la de la ex candidata presidencial del PS en 2007, Ségolène Royal, nombrada ministra de Ecología, Desarrollo Sostenible y Energía. La presencia de Ségolène Royal en este Ejecutivo es todo un desquite para una mujer que fue la compañera de Hollande, la madre de sus cuatro hijos, la primera mujer socialista que asumió una candidatura presidencial, que sufrió una avalancha de burlas machistas de la prensa y un aluvión de traiciones y desprecios desde su propio partido.
Después de su derrota en 2007, Royal se separó de Hollande en medio de un combate feroz por el control de los aparatos del partido. Su retorno es toda una novela para incrédulos, pero pone una vez más de relieve la dimensión de tragedia amorosa que envuelve al palacio presidencial del Elíseo. El presidente socialista François Mitterrand tuvo una familia no oficial escondida en el recinto presidencial; su sucesor, el conservador Jacques Chirac, tenía más amantes que ministros –entre ellas la actriz Claudia Cardinale–; quien lo reemplazó, Nicolas Sarkozy, ingresó al Elíseo casado con Cecilia, se divorció siendo presidente para casarse luego con la modelo y cantante Carla Bruni, con la que también tuvo un hijo. En cuanto a Hollande, el presidente se separó de Ségolène Royal, se unió sin casarse a Valérie Trierweiler, entró con ella de la mano a la sede presidencial hasta que, hace unos meses, se separó luego de que se descubriera que el mandatario mantenía una relación secreta con la actriz Julie Gayet.
Las fechas también están cargadas de símbolos. Hace exactamente 22 años, el 2 de abril de 1992, Ségolène Royal entraba al gobierno socialista del fallecido Pierre Beregevoy como ministra de Medio Ambiente. El nombramiento de Royal es también un balance que viene a compensar la ausencia de los ecologistas, quienes rehusaron integrar el Ejecutivo de Manuel Valls. Más sorprendente aún es el nombre de Arnaud Montebourg en la cartera de Economía, Industria y Nuevas Tecnologías. Este político inteligente es la oveja negra de la Unión Europea, un tribuno locuaz que carga sus argumentos contra la globalización, la canciller alemana Angela Merkel, la Comisión Europea y sus tentáculos liberales. Es lo que se puede llamar un “euro-intolerante” que pone los pelos de punta a los alemanes y a toda la prensa anglosajona. Pasa por ser un hombre de izquierda porque en 2011 escribió un best-seller donde hacía suyas las ideas de la izquierda francesa, en especial las de Jean-Luc Mélenchon. El libro Votez pour la démondialisation! es un violento alegato contra la globalización. En él se leen frases como: “El mundo se equivocó de ruta, la globalización se convirtió en su pérdida”. O “la globalización fabricó desempleados en el norte y aumentó la cantidad de casi esclavos en el sur, destruyó los recursos naturales en todas partes, les dio el poder a los financistas y les retiró a los pueblos los medios que habían conquistado para autodeterminarse”. El nuevo ministro de Economía también arremetía contra los “fundamentalistas de la abertura comercial” cuyo único credo es la “religión del libre cambio”. No resulta fácil verlo en Bruselas negociando las cuestiones económicas. De ello se encargará sin dudas el Ministro de Finanzas, Michel Sapin. De hecho, con Montebourg y otras promociones internas, Valls le da unos caramelitos a la izquierda del PS sin que, de momento, esto signifique el más mínimo cambio de política.
En este contexto, Valls ascendió a Benoît Hamon, el fundador de la corriente “La nueva izquierda”, antes ministro de Consumo y ahora ministro de Educación, Investigación y Universidades. Es lícito recordar que estos líderes políticos tienen una pluma muy poética, pero una vez en el poder los escritos no siguen. Este diario entrevistó en 2012, antes de las elecciones presidenciales, a Benoît Hamon por su libro Dar vuelta la página, recuperar el camino del progreso social. En la entrevista con Página/12, Hamon reconocía que “la socialdemocracia europea se hunde”, también proponía el fin de la alianza entre la socialdemocracia y el liberalismo y proponía un par de pistas para que la izquierda siguiera viva. “Es imposible decir que uno es de izquierda si no se cambia la política fiscal, la política monetaria, la política comercial y la doctrina de la política económica que hoy apuesta por el holocausto, es decir, por la competitividad a través del descenso del costo de la mano de obra, o sea, el trabajo.” El gobierno de Hollande se comprometió con una política que es exactamente la contraria a la que Hamon defendía para salvar lo poco que queda de la socialdemocracia europea.
El futuro no parece diferir mucho de lo que se vio hasta este momento. En su primera intervención pública en la televisión, Valls expuso su ruta con dos conceptos: “continuidad y eficacia”. Valls también aclaró que no habría “ruptura” ni “revolución”. En realidad, no hay margen para lo uno ni para lo otro. Francia está bajo el celoso ojo-candado de la Unión Europea para que respete un déficit máximo del 3 por ciento de su PIB, tal como lo prevé el Pacto de Estabilidad europeo firmado por el presidente conservador Nicolas Sarkozy y el cual Hollande prometió renegociar (nunca ocurrió, desde luego). Francia tuvo un déficit del 4,3 por ciento y debe alcanzar el equilibrio máximo del 3 por ciento en 2015.
Los parlamentarios de la izquierda socialista se muestran muy reacios ante el nombramiento de Manuel Valls como Primer Ministro. La “garantía” implícita en los ascensos de Montebourg y Hamon aparece como una mera distracción ante los compromisos europeos de Francia, el peso de la deuda que dejó como regalo envenenado Sarkozy y, más globalmente, la orientación social liberal de esta presidencia de Hollande. Para esa y las demás izquierdas es un pésimo momento de la historia. Sus ideas están, en principio, en el poder. Pero gobiernan las ideas del adversario.
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