EL MUNDO › PRIMER TRASPASO DE PODER DE UN MANDATARIO A OTRO DESDE LA INVASION ESTADOUNIDENSE DE 2001
A los comicios se presentan ocho candidatos. Las encuestas dan como favorito al oftalmólogo Abdullah Abdullah. Desde que el talibán anunció su boicot a las elecciones el mes pasado, al menos cien personas han muerto en ataques y atentados.
Afganistán celebra hoy elecciones presidenciales, unos comicios precedidos por una ola de atentados insurgentes y que derivarán en el primer traspaso de poder de un mandatario a otro desde la invasión estadounidense de 2001, que derrocó al entonces gobierno de los talibán. Meses después de la caída del régimen integrista talibán, Hamid Karzai, actual mandatario, fue escogido por una gran asamblea de líderes tribales, y dos años más tarde ganó las primeras elecciones presidenciales del país siendo reelecto en 2009. Antes de los talibán, la mayor parte de los mandatarios fueron destituidos o asesinados. Según la Constitución de Afganistán, los presidentes sólo pueden presentarse para un segundo mandato, por lo que Karzai en esta ocasión no puede ser candidato.
A los comicios se presentan ocho candidatos, que son los que quedaron finalmente, después de que tres se retiraran de la contienda, entre ellos un hermano de Karzai. Las encuestas dan como favorito a Abdullah Abdullah, de 60 años, nacido en Kabul. Es el único candidato con parte de raíces tayikas en la contienda, frente a varios adversarios pashtunes, la etnia mayoritaria del país.
Oftalmólogo de profesión, Abdullah fue asesor del líder de la resistencia antisoviética Ahmad Shah Massud y un relevante líder del grupo antitalibán Alianza del Norte, en el que todavía tiene influencia. En 2002 se convirtió en canciller del primer gobierno de Karzai, pero la distancia entre ambos fue aumentando hasta que renunció en 2005. Se enfrentó a Karzai en las elecciones de 2009, sospechadas de fraude, en las que quedó segundo con un 30 por ciento de los votos.
Otro de los candidatos que aparece como preferido de los afganos es Ashraf Ghani Ahmadzai, un académico de 64 años que nació en Kabul pero transcurrió gran parte de su vida fuera del país, al que regresó con la invasión de Estados Unidos. Fue funcionario del Banco Mundial y en 2002 fue nombrado ministro de Finanzas del gobierno interino de Karzai. Los analistas lo caracterizan como el que mejor entiende el lenguaje de la comunidad internacional. También se presentó en las elecciones de 2009, donde sólo logró un tres por ciento de los votos. Más recientemente, fue encargado por Karzai para coordinar el traspaso de las tareas de seguridad de la OTAN –que se retira del país a fin del corriente año– al gobierno afgano, una misión que lo llevó a viajar por las 34 provincias del país e hizo que aumentara su popularidad. Fue respaldado por líderes de la resistencia antisoviética, como el ex presidente Sebhghatullah Mojadidi y el líder sufí Pir Sayyid Gilani.
Finalmente los sondeos otorgan posibilidades de ser presidente a Zalmai Rassul, de 72 años. Cercano a los talibán, luchó junto a Osama bin Laden, el difunto líder de la red Al Qaida, contra los soviéticos, y propuso una amnistía para todos los crímenes de guerra. Fue uno de los más estrechos aliados de Karzai, para quien se desempeñó como asesor de seguridad nacional entre 2002 y 2010. Fue canciller desde 2010 hasta el año pasado, cuando renunció para poder presentarse en las elecciones. Nació en Kabul y estudió gracias a una beca en Francia, donde se doctoró en medicina en 1973.
El presidente Karzai no apoyó oficialmente a ningún candidato, pero pidió públicamente a su hermano mayor que retirase su candidatura. Qayum Karzai escuchó el pedido y dio su apoyo a Rassul, lo que desató las especulaciones sobre el apoyo que también le brindaría el presidente, lo que supondrá que en caso de ganar el actual mandatario podría seguir gobernando en la sombras.
Las elecciones para elegir presidente, sin embargo, estarán ensombrecidas por las sospechas de fraude y el boicot a los comicios lanzados por los talibán, que se ve reflejado en la cantidad de atentados contra objetivos militares y civiles y contra extranjeros, sobre todo en Kabul.
Desde que el Talibán anunció su boicot a las elecciones el mes pasado, al menos cien personas han muerto en ataques y atentados, incluyendo la fotógrafa de Associated Press Anja Niedringhaus, baleada ayer cerca de la frontera con Pakistán (ver aparte).
Las mujeres afganas que participan en la política arriesgan su vida, como lo demuestra Asila Baraksai, que se pone nerviosa cada vez que suena el teléfono. Esta política local afgana, de 40 años, ya recibió muchas llamadas con amenazas debido a su decisión de presentarse nuevamente como candidata a las elecciones que se celebrarán hoy en Afganistán y defender su escaño en el Parlamento de la provincia de Kunduz, en el norte del país.
“Ellos dicen que yo soy una mujer que debe quedarse en casa y no dedicarse a la política”, explica. El año pasado huyó al vecino Tayikistán, donde permaneció tres meses, debido a las amenazas de muerte que había recibido, relata Baraksai. “Cuando volví para participar en la campaña electoral, pensaba que se habían olvidado de mí. Sin embargo, sigo recibiendo amenazas por teléfono desde diferentes números desconocidos.” Ella tiene miedo: “Mi seguridad está amenazada al ciento por ciento”.
Tanto los talibán, que rechazan las elecciones y la democracia, como otros muchos representantes de la sociedad tribal conservadora islámica de Afganistán odian a mujeres como Baraksai. Sin embargo, la política sigue siendo un campo dominado por los hombres, pese a las cuotas de paridad. De los 458 escaños de los 34 parlamentos provinciales, el 20 por ciento está reservado para mujeres.
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